sábado, 4 de agosto de 2012

Motor: El “Sueño” del conductor


Ponerse “pinzas de ropa” en los párpados o parar en seco

El sueño de cualquier conductor es poder comprarse un Mercedes o un Volvo. ¿Nos gusta lo clásico? En cierta forma, sí; pero más nos gusta la seguridad. Un coche alemán o sueco son los elegidos para los que aprecien su vida y de sus acompañantes. 
No tratamos de ponerlo trágico.
Son los automóviles que tienen reforzados sus habitáculos desde hace muchos años. Para muchos son un “salvavidas”.
Aunque ahora con el invento del “airbag” la protección del conductor aumenta en todas las marcas y los modelos del mercado.
Pero no vamos a hablar de las marcas que, por lo general, son buenas. Lo que sí se debe preguntar, antes de comprar: ¿para qué necesito un coche? Grande, pequeño, mediano… de lujo, deportivo, de alta cilindrada, de batalla o para ir al trabajo que está a dos manzanas.
Tampoco vamos a hablar del coche que tiene pensado comprarse.
Nuestra intención es prevenir de algo tan normal como la fatiga y el sueño en un viaje largo o de sus vacaciones. Dos causas –fatiga y sueño– que pueden poner en peligro a Ud y su familia.

Por Miguel Miró
Existe un fenómeno que parece inexplicable: hay conductores que se duermen ante el volante con los ojos abiertos. No se alarmen, pero es así. Según parece el motivo es una fatiga neuro-muscular. Supone una disminución de azúcar en la sangre. Los médicos le llaman hipoglucemia. Causa la misma sensación de euforia similar que el alcohol. Sus reflejos suelen ser en cámara lenta a la hora de ingerir alcohol. En una palabra, se encuentra incapaz para una reacción inmediata. Y piensa que todo es fácil y sencillo. Todo se produce por la fatiga del conductor.
También se produce cierta fatiga cuando se conduce en una autopista. Donde todo es monótono al ir en línea recta todo el viaje. La fatiga puede provocar una reacción lógica: pisar el pedal del acelerador. La prisa es mala consejera para cualquiera que se ponga al volante. Pero algunas autopistas –al ver constantemente el mismo paisaje– terminan por aburrir y trastornar al conductor que, por lo general reducen la capacidad de reacción.
La atención, los reflejos, la reacción y la concentración en la carretera son las premisas más importantes para el buen conductor. Sobre todo para aquellos que están acostumbrados a las ciudades. Conducir en ciudad, en carretera o autopista, por más que lo parezca, no es lo mismo. La carretera o autopista dá una mayor libertad, muy diferente a los embotellamientos de las ciudades.
La mejor sugerencia –no consejo, porque nadie lo sigue– que se le puede dar a un conductor es este: “Recuerde que los demás no saben conducir y Ud es un privilegiado, mantenga bien abiertos los ojos y no descuide las maniobras de los demás”.
Una frase que no la olvidaremos jamás. La dijo el profesor de la autoescuela antes del examen. Decimos esto porque pensamos que el ex Director General de Tráfico, Pedro Navarro –además de no haber conducido un coche en su vida, sólo el coche oficial y su chófer– sentenció:
“La culpa de los accidentes es de los conductores”.
Una frase para la burrología política
Los accidentes se producen, bajo nuestra modesta opinión, por un tercer coche que hace una maniobra peligrosa al carecer de experiencia en el volante. Dicho personaje provoca el accidente y nadie se acuerda de él y se marcha de rositas. La mayoría de los españoles sabe conducir aunque ya nadie se acuerda del libro Rojo de la circulación, que siempre pedía la Guardia Civil en los años sesenta. La época del Seat-600 (con motor Fiat-500).


VIAJE LARGO
Lo mejor que se puede sugerir en un viaje largo es tomar un buen desayuno (tres horas antes de salir) en el que lo falte la fruta, que contiene glucosa. También que durante el viaje, si es largo, debe hacer paradas cada 200 kilómetros, mínimo de 15 minutos. Su cuerpo se lo agradecerá y también su automóvil. Otro detalle importante: verificar la velocidad crucero de su vehículo, mantenga una velocidad regular (digamos, 120kms/h) y no cometa el error de acelerar en la salida ni tampoco cuando está muy cerca de su final de trayecto.
Ahondando más sobre el viaje largo, muchas veces se requiere una atención persistente y por ende puede desequilibrar el sistema vago-simpático. Eleva la tensión arterial y causa un sopor que se parece mucho a la somnoliencia.
No hay que olvidar, tampoco, que el calor favorece la modorra (a nosotros nos pasa con la calefacción del coche). La calefacción es muy reconfortante… pero igualmente traidora. Sobre todo para el conductor. Por eso, debemos abrir las ventanillas al menor síntoma y que nos dé en la cara. Siempre es mejor el frío que el calor con riesgo.
Otro de los factores que también inducen a la fatiga y al sueño son las grandes comilonas. Siempre hay que procurar comer poco o lo suficiente sin pasarse. Bien en la comida como en la bebida.  O, mejor, no comer durante el viaje. Lo mejor, los sanwiches y los zumos de fruta. Lo decimos por la digestión. Digestión pesada viaje anómalo. Peor incluso para que padecen insuficiencia hepática.
También está el insomio nervioso. Estar desvelado y no poder dormir. Por favor, quédese en casa y duerma antes de salir de viaje. Las consecuencias del insomio son de tipo psicológico. Por algo que pasó en la oficina, el temor a algo o a alguien. Todas esas cuestiones que se acumulan en la chola… o una simple sugestión. Y en el mundo existen muchas personas que se sugestionan por cualquier cosa.
Se debe evitar lo peor. Si nota el más leve cansancio durante el viaje y le pican los ojos –u otros síntomas – es mejor que lleve en una bolsa terrones de azúcar. No cometa el error de muchos. Parar en un bar de la carretera y tomarse una Coca-Cola y un café. El organismo no es igual en cada persona y puede que en lugar de despertarse se quede roncando de la sensación.
Una bebida fría (mejor agua) y un café bien caliente es una fórmula brasileña para que se quite la sed y no el sueño. En caso contrario, si se toma una bebida con burbujas puede que te reanime durante media hora, pero no sirve para eliminar la modorra.
Los organismos son por lo general diferentes. Lo mismo sucede con los medicamentos (que cubren las carencias químicas de un cuerpo eminentemente químico), algunos resultan más eficaces que otros.
En el momento que surjan las cabezadas del sueño –consecuencia también de la fatiga–  hay que reaccionar a tiempo. Encender la radio, pedir que tu mujer o copiloto te hable. Y si se va con la familia que los niños canten hasta desgañitarse. Dar pellizcos a los músculos, seguir el ritmo de la canción como si el volante sea un tambor.
Otra manera más eficaz, si es verano, es bañarse con agua bien fría. Sí, la botella de dos litros que siempre llevan sus parejas, pródigas a beber –como posesas– cada cinco o diez minutos. Una manía muy generalizada que sólo beneficia a las compañías de agua embotellada. Si no se tiene sed ¿por qué comenten esta torpeza? ¿El médico? Puede ser posible que se los recomiende a los diabéticos (cuatro litros de agua) pero a las personas normales, no.
Es posible que sufra una sensación muy fuerte, si el agua es fría, pero después lo agradecerá. Puede continuar el viaje.
No se olvide: tener sueño es algo lógico si se tiene fatiga o está agotado. Sin embargo, en un coche de cinco ocupantes, no debe ser normal que cuatro estén durmiendo. Oír roncar o percibir que todos están durmiendo resulta contagioso.
Si la somnoliencia persiste lo mejor es parar el vehículo. Tomar terrones de azúcar y tomar un respiro de 10 o 15 minutos y tumbarse horizontalmente. Generalmente es suficiente.

VIAJAR DE NOCHE O DE DÍA
Aunque muchos no se lo crean, es mejor viajar de noche que de día. Existe una creencia equivocada que si se viaja de noche cualquier ser humano termina durmiéndose. Un buen conductor sabe perfectamente que si se trata de un viaje largo, es mejor por la noche.
¿Por qué?
Cualquier persona se concentra más en la carretera que ya ha estudiado en el mapa, no se descuidas ni le molesta el sol o el paisaje. Además, las noches son menos calurosas que el día. No hay distracciones posibles, los niños duermen como benditos y se controla mejor el volante, el automóvil y la situación. Incluso, se mantiene una velocidad de crucero respetable. Lo mismo decimos si vamos en autopista.
Por supuesto que habrá personas que no opinen igual, por el temor a las luces largas o simplemente de los coches en dirección contraria.
Recordamos una vez que fuimos y volvimos de San Sebastián por la noche. Al regreso se produjo una densa niebla. Con niebla o con lluvia lo mejor es no pisar el acelerador. Primero enciendes las luces antinieblas y después, te pegas al rebufo de un coche o un camión. Por lo general, tanto una como otra opción es buena. Y los camioneros son gente de carretera. El único problema es armarte de paciencia. Detrás de un camión la media es de 90-100 km/h, mientras que otro vehículo se puede conseguir la velocidad de crucero. Siempre guardando la distancia reglamentario.

TENSIÓN, MIEDO Y CONSECUENCIAS
No se puede ir tenso en su coche, acalorarse por cualquier cosa y gritar como un vendedor de melones o de lechugas. Siempre hay que guardar respeto a los demás, y si va tenso tendrá problemas más adelante. Tampoco se debe conducir con miedo. Su dominio y confianza debe ser total. No se olvide que es una máquina y tiene un cuentakilómetros y otro control de las rpm. ¡Hay que controlarlo todo! Hasta que no se tenga la confianza suficiente en su coche… se le puede disparar como un misil si tiene una alta cilindrada.
Léase todas las recomendaciones del manual y el catálogo del vehículo.
Asimismo, tiene una serie de chivatos que sirven para algo. ABS, gasolina, aceite, temperatura, freno de mano, etc, que usted debe saber y preocuparse por su mantenimiento. Sobre todo del motor –que es el corazón– y debe buscar siempre un taller de confianza con mecánicos profesionales. 
La tensión y el miedo al volante pueden provocar accidentes o consecuencias más graves. Arrancar a toda prisa cuando se abre el semáforo no es “reprise” como muchos creen. Es una animalada de niño que perjudica a la máquina y además, gasta más gasolina. Lo mismo pasa con los impacientes, que mantienen el pie en el embrague el mayor tiempo posible. Un problema de los jóvenes que perjudican los mecanismos del coche. Y algo muy importante: un buen conductor nunca da tirones y nunca se notan  los cambios de marcha.
La tensión al volante tiene consecuencias para su salud. Problemas de espalda y sobre todo, las cuerdas cervicales. Su abuso puede llevar a no poder doblar la cabeza. Y en lo que respecta a comer kilómetros por el trabajo o cualquier otro motivo o utilizar el vehículo hasta para ir a comprar el periódico, también puede perjudicarle. Existen personas que abusaron del coche durante toda su vida que están en sillas de rueda por su “locura” con problemas en ambas piernas.
Consecuencias: por no hacer ejercicio físico. No hacer caso a las sugerencias y advertencias. Por pensar que saben conducir es igualmente por simple cabezonería o desconocer la utilidad que se le debe dar a los vehículos.
El automóvil es un utilitario, esto dicen y dicen bien, pero no es un juguete.
El que lo piense, se equivoca.

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