miércoles, 11 de diciembre de 2013

GOLF/ ROZAN LAS ESTRELLAS



La tradición de caddie
nunca desaparece
Miguel Ángel Jiménez y su caddie Michael Kerr

Por Miguel Miró
El caddie, allá por los años cincuenta y principios de los sesenta iba descalzo, bastante desarrapado y no decía ni “mú”.
No se trataba de echarle la culpa a la pobreza –que la había– ni tampoco que no tuviera zapatos para ponerse. En absoluto. Su función consistía en adelantar la bola 10 o 20 metros.
No se sabía cómo, pero siempre la bola estaba situada por delante de su contrincante o en un sitio privilegiado en el fairway.
El caddie utilizaba  todo su ingenio, destreza… y picardía.
Poseía una habilidad endemoniada para coger la bola con los dedos de los pies y trasladarla a cualquier parte del campo.
Además, ¡qué caray!...
¿Quién iba a dudar de un niño?

José Mª Cañizares
PROLIFERARON COMO MOSCAS
Los caddies en España empezaron a una edad demasiada temprana. Proliferaron como moscas en los clubes. Llegaban de los alrededores a los clubes de golf. De los pueblos o barrios cercanos situados en los suburbios de la gran ciudad. Todos ellos de origen humilde. Se juntaban hermanos, primos, amigos y vecinos.
Aquellos niños a los que se les prohibía entrar y ni siquiera asomarse por la Casa Club –uso exclusivo de socios e invitados– como tampoco jugar en el course. Pero se las ingeniaban para saltarse las reglas. Al caer la tarde o por la noche practicaban en silencio.
Aprendieron muy pronto a “mamar” el deporte más difícil del mundo.
La picardía fue el denominador común entre los niños que trabajaban a destajo. Para ellos suponía tan sólo un juego. Su sitio estaba en una especie de cobertizo, en el que se encontraba el cuarto de palos.
“Algunos jugadores nos enseñaban a ser unos golfos”, recuerdan algunos profesionales.

GANAR “POR NARICES”
De ahí que aprendieran numerosos trucos.
A veces desaparecía el SW del adversario y aparecía al final de la partida. Se hacía cualquier argucia para desequilibrar y el aficionado explotaba como una cafetera.
Lo mismo ocurría con la bola. Desaparecía como por arte de magia. El caddie la pisaba, la enterraba para que el adversario tuviera que jugar otra vez desde el tee de salida.
Estaba claro:
“Si no te ganabas el jornal de una manera, te la ganabas de otra forma,” comenta un amigo.
Además, si no hacían lo que le pedían, perdían automáticamente el cliente. Y había mucha competencia. Mucha oferta y poco demanda. En aquellos tiempos los niños carecían de malicia, pensaban que estaban cometiendo una simple travesura. No obstante, comprendían que no había manera. La cuestión en cada match suponía ganar “por narices”.

Antonio Garrido

CAMPEONATOS DE CADDIES
Los tiempos cambiaron. Los clubes también. Hubo muchas entidades que se preocuparon los caddies, todo hay que decirlo. Le inculcaron  estudios y hasta contrataron a maestros de primaria. Además, comenzaron los campeonatos de caddies en los campos de golf.
Sin embargo, se siguieron manteniendo las reglas o las distancias con los socios e invitados. Prohibido entrar en la Casa Club.
Los niños crecen y como autodidactas que son se hacen a sí mismos.
El genio y el ingenio del español hacen el resto.
El caddie ya no fue el niño que ayudaba a ganar con artimañas.
Sus conocimientos en el difícil manejo de los hierros y las maderas les permitieron ir superando sucesivamente a los jugadores amateurs.
Contratar a un caddie, igualmente, no significaba hacer “trampillas” de niño, ni tampoco para llevar la bolsa de palos. Se convirtieron en asesores importantes. No sólo por el consejo en la elección del palo, sino por sus conocimientos del campo.
“Un campeón de boxeo que tiene un buen “rincón” en el ring side puede aspirar al trono europeo o mundial”
Y los preparadores son expertos boxeadores y proceden de los barrios bajos de las grandes ciudades.
“Un scratch (handicap O) amateur o un profesional de elite debe tener un caddie profesional para seguir aspirando a grandes títulos”
La mayoría de los caddies profesionales también juegan al golf y, en muchos casos, son los que miden al dedillo las dimensiones del campo y aconsejan los 14 palos de la bolsa.

Miguel A Jiménez en el British Open

SUPERAN LOS 5.000 CADDIES
Aquellos niños-caddies superaron los 5.000 en los clubes de golf en España. Después se pasaron al profesionalismo y demostraron sus enormes cualidades en el Tour del Norte. Desde Galicia hasta Vizcaya y  traspasaron la frontera para jugar en Francia.
Sin embargo, no todos obtuvieron el apoyo de los clubes  –siempre herméticos “bunkers”– ni tampoco de ocasionales “mecenas” del deporte que apostaran por ellos. Muchos, muchísimos abandonaron el golf para dedicarse a otra profesión u oficio. La ilusión y el sacrificio se acababan en el momento de formar una familia y pensar en el futuro.
Sólo quedó un ramillete de aquellos caddies. Apenas el 20% y de ellos el 5% como jugadores activos. Todos ellos le han dado lustre al nombre de España por el mundo entero.
La lista es grande, pero como muestra basta un botón:
Gabriel González, Marcelino Morcillo, Mariano Prudencio, los hermanos Ángel y Sebastián Miguel, Ramón Sota, Jaime Benito, Nicasio Sagardía, Tomás López, José Gallardo, Manuel Cabrera, los hermanos Germán y Antonio Garrido, José María Cañizares, Manuel Piñero, José Rivero, Valentín Barrios, José Dávila, Francisco Abreu, José Rodríguez, Victoriano García, Jaime Roqueñi, Andrés Jiménez, José A Cabo, Manuel Calero, Manuel Montes, José Luis Mangas, Mariano Aparicio, los hermanos Francisco y Ramón Rozadilla, Emilio Perera, Manuel Ballesteros, Juan Hernández, Pedro Contreras, Jesús Simarro Juan Anglada, Enrique Rodríguez, Juan Quirós, Miguel A Martín, José M Carriles, Santiago Luna, Carlos Rodiles, Miguel Ángel Jiménez, Severiano Ballesteros…etcétera
Todos ellos y muchos más que llegaron a profesionales autodidactas procedente de los caddies.
El 15% restante se dedicó a la enseñanza y son  la mayor riqueza del golf español. Su amor por el golf hizo que trasmitieran sus experiencias y talento para que siguiera la senda de triunfos en el terreno amateur. Son los culpables –aunque muchos lo nieguen– que se mantuviera y se mantenga la llama del golf en España.
Culpables, sí, por la catarata de campeones y de que sigan saliendo buenos y grandes jugadores en nuestro país.

Seve Ballesteros y la jarra de vino del British Open ´1979

UNA TRADICIÓN CENTENARIA
La llegada de los buggies eléctricos o de gasoil y las “bolsas que viajan solas, con un simple control remoto” hicieron que disminuyera el número de caddies en los clubes.
Dicen –y dicen mal– que los caddies desaparecieron en España. Una cuestión de moda. Una moda en tiempos de vacas gordas. Los buggies no están muy solicitados actualmente en tiempo de crisis. Los caddies nunca desaparecieron.
¿Por qué?
Muy sencillo: siguen siendo una tradición en el golf.
Y en el golf sigue vigente su espíritu deportivo, su primera regla de etiqueta y sus tradiciones se han mantenido desde el S. XV.
Es verdad que disminuyeron en España, pero no en otros países del mundo. Es verdad también que ya no se llenan los clubes de niños como moscas. No obstante, muchas sociedades deportivas de prestigio, con sus espectaculares courses en nuestro país continuaron con dicha tradición. Igualmente, no cuentan en sus instalaciones a cientos de chavales, pero sí decenas de caddies.
La mayoría de los caddies pasaron a ser Caddie-Master y los nuevos  caddies son jugadores semi-profesionales que sueñan y aspiran jugar en los grandes circuitos internacionales.
No debemos olvidar que en España existen 412 campos y de ellos 43 son campos públicos. Muchos de ellos tienen profesores. Y la mayoría de los que enseñan a jugar al golf son ex profesionales y por ende ex caddies o hijos o sobrinos de ex caddies.
Ellos son, en cierta forma, una familia. Una fábrica de hacer campeones.
Por lo tanto, la cadena sigue… no han desaparecido.
Además, con la crisis, los buggies resultan “caros” para los jugadores de golf. Aunque el boom se mantiene en los carritos eléctricos, los amateurs que compiten en alta competición –aunque lleven las bolsas al hombro, por las normas– siempre tienen a un asesor o profesor que procede de la “gran familia” de los caddies de antaño.

Alejandro Cañizares, hijo de José Mª Cañizares.

LA CADENA CONTINÚA
Tampoco es una verdad absoluta decir –como apuntan algunos–  que los nuevos valores o campeones surgen del campo amateur.
Los apellidos de algunos profesionales de las últimas décadas delatan su procedencia:
Sergio García Fernández (hijo de Victoriano García, Club de Campo Mediterráneo); Alejandro Cañizares (hijo de José María Cañizares, Puerta de Hierro); Gabriel Cañizares (hijo de José María Cañizares, Puerta de Hierro); Ignacio Garrido (hijo de Antonio Garrido, Somosaguas); Jesús María Urrutia (hijo del profesional y maestro Jesús Arruti)
La historia se mantiene “viva”.
Desde la época de los caddies-pioneros del Polo Golf Club de Madrid (hoy, Puerta de Hierro) se mantiene la tradición.
Emilio Gayarda, “el hojalata”
Mariano Prudencio, “el chato”
Gabriel González, “el caraguardia”
Ángel de la Torre, “el angelillo”
Joaquín Bernardino, “el Dino”***
Un clan de ex caddies que se habían pasado al profesionalismo. Ellos fueron los que guiaron a seis o más generaciones. Para que, años más tarde, salieran los auténticos campeones que dieron éxito y gloria al golf español.
Unas figuras que siguen perennes en el recuerdo de los actuales profesionales hispanos que mantuvieron y mantienen a pesar de los años, sus rasgos y también sus pintorescos “motes”… como un vínculo familiar indisoluble. Las enseñanzas fueron traspasándose de padres a hijos, nietos… sobrinos y primos.
*** (Precisamente, Joaquín Bernardino uno de los pioneros ha sido quien diseñó y construyó el campo de golf de Manises (Valencia) a mediados de los años cincuenta. Una sección deportiva del Aeroclub en los terrenos de la Base Aérea de Manises. Se constituyó como club en 1960).
Sitges, un lugar especial: Nadie se siente extranjero

ESCUELA DE CADDIES
Este mismo año 2013 nació en Sitges, un lugar incomparable y a sólo 40 kilómetros de Barcelona, la Escuela de Caddies en el Club de Golf Terramar. Una idea que se pone “al día” en una profesión digna y tradicional en el deporte del golf. Así lo decimos y así lo creemos.
Los caddies –por más que se insista– nunca han desparecido en España. Tampoco los autodidactas en el difícil juego del golf.
La pretensión del CG Terramar tiene dos vertientes pero el fin supone la profesionalidad de los caddies. Una vertiente para nutrir a los clubes que les soliciten (todos sabemos que la afluencia de turistas en nuestro país así lo demanda) y también para integrar los caddies en el campo profesional que dominan desde hace muchos años los británicos.
Aunque no se trate de una competencia en sí, ya era hora que los profesionales  españoles tengan igualmente, caddies españoles. De la misma forma que otros jugadores profesionales de distintos países, confíen en la capacidad y profesionalidad de los caddies españoles. De eso se trata.
Según nuestras noticias, la escuela de formación parte desde juveniles, instruidos y dirigidos con caddies de mucha experiencia en el European PGA Tour, una labor encargada a José María Sans. Se habla de los juniors, pero también pueden tener cabida los alevines y cadetes.
El principal responsable de la Escuela es, precisamente, el director deportivo del CG Terramar de Sitges, Tomás González. En el nuevo curso no sólo estará la misión del caddie en el campo de golf, sino también el conocimiento de las reglas y las señales en el campo. Fundamental en un campeonato del circuito profesional.

La tradicional alfonbra de flores que termina en la Plaza de España de Sitges

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