martes, 16 de abril de 2013

MASTERS/ GOLPE MAESTRO (I)



El Pato se cabre(r)a y apaga la fiesta con un bolón magistral
 
Ángel Cabrera y su hijo en Augusta National.

Por Miguel Miró
En el momento cumbre del putt –putt corto y aparentemente fácil para cualquier espectador, pero acongojante para el propio jugador– la bola, maldita bola, da la vuelta olímpica por el borde de la copa y salta como un sapo… No es una corbata. Es una burla, un insulto.
A cualquiera se le viene el cielo encima. El cielo y el agua que puede servir cómo disimular una lágrima de tristeza o de rabia.
Para rematar… hace tres putts en el siguiente. El complicado hoyo 11, con la bandera situada en un lugar perverso.
“Hoy, no es mi día”, pensó para sus adentros el estadounidense Brandt Snedeker.
Y dejó al “Pato”… sólo. Completamente sólo contra los aussies.
Dos “monstruos” del golf hambrientos de gloria y un vaquero “outsider”, más testarudo que un escocés, que no quería descabalgarse del caballo. Agarrado al campo con ventosas. Tal es la situación que parecían tres fieras malheridas con ganas de conquista. Poner la pica en Augusta certificando su excelente golf. 


EL “PATO”… SE QUEDA SÓLO CONTRA LOS AUSSIES
Mientras Rory y su novia se dan un beso y firman con un nuevo sponsor. Eldrick Woods busca su seña de identidad, después de el papelón (“to drop” ilegal) y continuar en el campo. Phil Mickelson perdido y sin brújula… Y Fred Couples agotado después de un esfuerzo titánico, deja su sello de calidad y rememora al jovencito “Boom, Boom…” que nos entusiasma.
El “Pato” parecía Gary Cooper, sólo ante el peligro.
Sin embargo, seguía con su paso cansino “chano, chano” en el campo. Sin miedo a la lluvia, sin miedo al terrorífico campo de minas y sin miedo a los australianos que le pisaban los talones.
El “Pato”, caído del cielo como un “Ángel”, posee grandes recursos. Una experiencia sólida y sabe lo que es ganar un Masters (2009). Puede que engañe su manera de caminar (como un pato), al tranquillo como si estuviera en otro planeta.
Una cosa es que no se inmute, ni se ponga nervioso y otra muy distinta son sus estrategias  de “maestro”  en un deporte inventado por el mismo diablo.
En cierta forma no lo exterioriza. Pero tiene ojos de águila, camina como el buey y tiene un poquitín de diablo, que alarga su exitosa carrera en el mundo del golf.
Jason Day, con su cara escondida en una espesa barba, daba lecciones con su excelente golf. Lecciones de un juego uniforme, regular y consistente durante el campeonato. Muy seguro de sí mismo y sus grandes cualidades. Un virtuoso hasta que el campo de Augusta le da un revolcón, tras una serie de tres birdies seguidos y colocarse líder. Dos despistes inoportunos le castigan en el par 3 del 16 y en el majestuoso penúltimo agujero, por un palo equivocado.


AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS
En el segundo golpe del 18 lo acusa y está a punto de desmoronarse. Jason Day pierde los nervios por primera vez cara al hoyo 72 del campeonato. Y trata de recuperarse (“destrozado”) agotando los cinco minutos reglamentarios, mientras sus compatriotas esperan en el tee de salida. “Muy, muy tocado”. El campo le había arrebatado su gloria, después de un golf esplendoroso y tres vueltas de ensueño.
Lo mismo le pasa al vaquero Leishman. Pierde su ilusión, a falta de cinco hoyos, aún “pegado” con las uñas al campo.
El “Pato” no pierde sus plumas, se mantiene intacto. A pesar de irse al agua en el 13, visitar el bunker en el 15… pero resurge en el par-3 del 16. Lo anuncia su paragüas (Ping-Ping) que lo hace girar, apretando el mango para que no se caiga su putter. Un gran golpe de precisión, y un putt en seco que entierra la bola para el -8. Sabe, perfectamente, que Adam Scott tiene la misma puntuación.
Aún así pierde una gran ocasión para aumentar su ventaja. Tiene un birdie-putt de tres metros en el 17. Lo ve tan fácil que marra el golpe al abrirse por milímetros la bola. Es la primera vez que se manifiesta. Se lamenta en cunclillas, escondiendo su cara con las dos manos y bajándose la visera.
Algo similar le ocurre –antes– a Adam Scott en ese mismo hoyo. La tensión se mastica en el ambiente. El australiano está de dos en el green, pero no arriesga para birdie. Acerca la bola para asegurar el par. Tal vez por la lentitud del green.  
Al australiano no le vamos a descubrir ahora, es de la generación de Sergio García. Muy metódico en su juego, sabe que el segundo golpe es fundamental en el Augusta National. Destaca por la regularidad y solidez de su golf. Suele cometer pocos errores.
Sin embargo, por un pelín no visita el bunker de la izquierda en su salida del último hoyo. Busca la bajada del green para alcanzar la bandera. Similar a Jason Day. Pero su bola no rueda, simplemente se desliza un metro y se queda lejos del agujero (6 metros).
Un putt difícil y complicado para su putter-escoba. La misma distancia que su compatriota, que falló el birdie-putt. No obstante, no le tiembla la mano. Se comporta como un experto cirujano y consigue el birdie que le pone por delante de El “Pato”. Scott lo festeja ante la explosión del público. Como si ya tuviera el título en sus manos. Saltos, apretones y festejos…
Una victoria anticipada, olvidándose que el Masters no está concluido. El “Pato” y Snedeker están esperando para ejecutar su segundo golpe durante largos 10 minutos.


EL PATO REACCIONA    
La algarabía en el green del 18 provoca una reacción inédita del Pato.
“Wait, wait…!” dice en inglés, desde una situación privilegiada para su segundo golpe.
Al final, la algarabía se acaba y el público vuelve a sus sillas.
Se enfada el argentino. El mismo que se niega hablar en inglés. Pero no le faltaba razón. No se puede vender la piel del oso… antes de cazarlo.
“Wait, wait…!” (Espera, espera…)
Le observamos más despierto que nunca. No es de los que se arrugan. Le encantan los retos. Y ejecuta un disparo sensacional.
Un bolón magistral que clava la pelota a 90 centímetros del hoyo que sorprende al público. “Im-pre-sio-nan-te”
(Scott lo ve a través de la televisión en la recepción de las tarjetas).
El “Pato” (Ángel Cabrera) completa los 72 hoyos del campeonato con un nuevo birdie, igualando al australiano.
Ambos tienen que volver al campo para el desempate (play-off o muerte súbita). Una especie de lotería. No obstante, a ninguno de los dos jugadores les “pilla” en frío, sino en plena competición.
Los dos hicieron méritos más que suficientes para ganar, pero la balanza –después de un empate en el hoyo 18– se inclina hacia el australiano en el segundo hoyo extra (hoyo 10, par 4) que gana con un birdie-putt  desde  3,60 metros.
Esta vez, Adam Scott, con permiso de Ángel Cabrera, festeja por segunda vez su triunfo en el Augusta National Club de Golf.

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