jueves, 14 de marzo de 2013

Análisis / Barcelona-Milán


Al tercer “match” resucita Barcelona y su fútbol…

Por Miguel Miró
El equipo azulgrana dejó de lado la ausencia del entrenador y de un presidente sin luces. Dejó de lado las protestas, los árbitros, la apatía, los goles en contra, sus propios errores… y selló la boca a los detractores, que se frotaban las manos anunciando el final de ciclo –que dura más de dos décadas– y a todos aquellos que “soñaban” en su eliminación en la Copa de Europa.
El FC Barcelona resucitó al tercer “match” y el fútbol en general y los buenos aficionados en particular, volvieron a festejarlo. No fue fácil. Había dudas. ¡Quién no las tenía! Parecía casi imposible y nunca lo negamos después del match dirimido en el Giuseppe Meaza.
El AC Milán, con sus siete Copas de Europa, no era un plato exquisito para “comérselo” en un santiamén. Y más teniendo una ventaja de dos goles. Un freno (desde 1992) que ponía la estadística a su favor en la competición reina.
Sin embargo, el equipo azulgrana cambió el chip y se “zampó” a su rival, sin perder para nada su modelo de juego. Arriesgando, sí, al colocar a tres defensas, pero poniendo en práctica las premisas de José Guardiola, Johan Cruyff... y los “sombreros” en defensa (Mascherano, Adriano y Alba) que se inventó Tito Vilanova en la presente temporada.

MENTALIDAD GANADORA
Presión intensa en la recuperación del balón en todo el campo y mentalidad “ganadora” (aún con desventaja en la eliminatoria), pero con orden y concierto, cabeza fría e inteligencia. Sobresaliendo, ante todo, la actitud, la calidad técnica y sobre todo la “garra”.
Actitud alta por el compromiso. Recuperación de una calidad técnica contrastada. Por último, la “garra” al no dar nunca por perdido un balón y una fe increíble en la clasificación para los cuartos de final.
La gran mayoría de los medios, como suele ser natural, hablan de una noche “Messiánica”. En cierta parte, lógico. Los goles y los pases de gol remarcan los resultados. Nadie duda de la magia de Lionel Messi.
No obstante, analizando fríamente el Barcelona-Milán y sin menospreciar a todo un equipo que se entregó en cuerpo y alma, la llave maestra de la victoria estuvo en “los dos locos bajitos” (como Juan Manuel Serrat llamaba a los nanos en su canción).
Todos saben a quienes nos referimos: Javier “Xavi” Hernández y Andrés Iniesta. Tanto uno como el otro. Ambos fueron los dueños y señores del timón del barco azulgrana. Y los dos se desdoblaron en misiones defensivas y ofensivas.

MILÁN USA SUS “ARMAS”
No estamos de acuerdo con muchos especialistas que dicen: “El Milán se encerró en su área”. El cuadro “rossonero”, con una ventaja de dos goles, utilizó sus bazas. No se encerró en su área, sino todo lo contrario. Desplegó sus líneas en su campo –que no es lo mismo– y en ningún momento “renunció” al ataque a través del pelotazo y la contra.
Esperó el momento, como el cazador furtivo protegiendo su territorio.
Sus “armas” fueron Stephan El Shaarawi y M´Baye Niang. Savia joven con la velocidad del viento para buscar la apertura del marcador.
La historia podría haber sido muy distinta si Niang consigue el empate en su mano-a-mano con Víctor Valdés que escupió el palo derecho del guardameta. El franco-senegalés arrancó al medir mal un despeje de Javier Mascherano y por descuido de Jorge Alba (adelantado).
Además, Milán no perdió su compostura después del primer gol de Messi. Intentó la sorpresa con una subida de Zapata y el pelotazo (varias veces mal medidos desde la segunda línea) a la banda izquierda. En el segundo tiempo adelantó sus líneas –al replegarse su rival–  en busca del gol de la clasificación y terminó “pagando” con el tercer tanto azulgrana.
Aún así nunca bajó la guardia ante un rival que dominaba la situación. Tuvo, igualmente, una ocasión de oro de Robinho, completamente solo dentro del área que Alba (uno de los “sombreros” inventados por Vilanova) neutralizó en el momento del disparo.
Y, si alguien vuelve a repetir que Milán jugó a la defensiva, ¿podría explicarnos cómo acabó el partido con cuatro delanteros (Boateng, Robinho, Bojan y El Shaarawi) y un volante ofensivo (Muntari)?


BARCELONA: PACIENCIA E INTELIGENCIA
El equipo azulgrana volvió al sistema clásico (1-3-4-3 o 1-3-2-2-3 de Herbert Champman). Se puede apreciar (ver gráfico superior) igualmente el paso atrás de Mascherano y el “sombrero invertido” de Alba para prevenir cualquier fallo. Al mismo tiempo la posición de Busquets a las espaldas de Xavi, que le toca jugar de “enganche o mediapunta”, más adelantado, mientras que su lugar lo cubre Iniesta (como volante). Messi al centro o a la derecha como falso “9” por detrás de Villa, que sin balón arrastra a Zapata o Mexes. Alves como extremo nato y Pedro sube-baja como un ascensor.
Ya, el adelantamiento de Xavi y el relevo de Iniesta es vital para “romper” la defensa milanesa, pero también la concentración en la retaguardia. ¿Por qué insiste por la banda derecha? ¿Messi que se mueve hacia la derecha? No. Para aprovechar el adelantamiento de Mexes, mientras que Zapata estaba pendiente de Villa. Uno de los puntos negros del Milán.
Además, el equipo local aprovechó el marcaje en zona al hombre de su rival para hacer la presión en la pérdida del balón. Una presión intensiva en todo el campo, pero sobre todo adelante.
En ese error-acierto, llegó el primer gol. Muy rápido. Error de Mexes en la salida y acierto en la conexión de Xavi-Messi. Después los remates de Xavi e Iniesta desde fuera del área en un sube-baja y relevándose en sus posiciones. Además, estaba la movilidad de sus compañeros en el eje y adelante. La insistencia de la banda derecha se repetiría varias veces, pero también por la izquierda, que terminó con el penalty-no-pitado de Abate a Pedro. (Le empujó con el brazo para desequilibrarlo)
No es la primera vez que lo decimos. Ya en los años de José Guardiola, siempre que Xavi se adelantaba, el Barcelona pisaba el acelerador… como preludio de un alegre e inteligente fútbol de ataque. Sin olvidar, por supuesto, los movimientos de Andrés Iniesta en el eje del campo.
No todos fueron aciertos en un partido de alta tensión. Alba se asomaba por la banda izquierda, pero no recibía el balón. También subió Piqué y llegó el drama. Por la velocidad de Niang ante Mascherano que mide mal la distancia. Al final, balón al palo.
Un susto con respuesta inmediata, porque Iniesta ha sido quién robó el balón en el centro del campo y vino el segundo gol local. El empate (2-2). Iniesta-Xavi-Messi y el movimiento, sin balón, de Villa dentro del área. 


VUELTA A LOS CUATRO ZAGUEROS
En el segundo tiempo Barcelona volvió a los cuatro zagueros (1-4-1-4-1), pero los “locos bajitos” (Iniesta-Xavi) se juntaron en la zona ancha para montar su laboratorio. (Ver gráfico superior) Éste repliegue fue una invitación a Milán para adelantar sus líneas.
Pero hay otro pequeño y gran detalle: Daniel Alves, en la línea de cobertura y ya, descaradamente, Villa y Messi casi pegados, se situaron en la banda derecha.
Nuevo plan de juego (al contraataque) y una mayor confianza entre los jugadores. Se apreció claramente. La reiteración de los pases triangulados al primer toque con total precisión y confianza. El equipo se soltó y jugó con más seguridad, tras la tensión de los primeros 45 minutos. Además de la confianza que suponía el resultado del marcador.
El tercer gol llegó por el desajuste de la retaguardia de Milán, con sus líneas adelantadad y ya con tres delanteros fijos al ver el repliegue del contrario. En busca del gol que le clasificaría para cuartos. Messi “fija” a Constant en la banda, y la jugada se produjo por el centro, con Xavi de enganche. El pase en profundidad no fue para Alves, sino para Villa por la derecha que no perdona.
Faltaba más de media hora para el final, pero Barcelona ya tenía controlada la situación. Dominaba con autoridad el partido. 


APRIETA EL RIVAL Y LLEGA EL ÚLTIMO GOL            
Sólo faltaba mantener la calma y el “balón” en el último cuarto de hora y buscar un contragolpe en velocidad. Llegó en el tiempo añadido. Precisamente cuando el adversario apretaba de forma precipitada con cuatro atacantes y se habían realizado todos los cambios. Con la presencia del capitán Carlos Puyol, en el centro de la zaga; Adriano, como lateral y Alexis Sánchez en la banda derecha.
Un pase medido de Messi al chileno y éste, a renglón seguido,  cruzó el balón ante la galopada de Alba por la izquierda. Una jugada de billar a tres bandas. Barcelona y su fútbol recuperaron su autoestima sin haber perdido ni un ápice toda su esencia en un partido brillante e inteligentemente disputado. 


 MILÁN: LA FALTA DE ACIERTO ASFIXIA SU JUEGO
Dos cambios realizó la AC Milán con respecto al primer partido del Giuseppe Meaza. Igualmente, varió su esquema y la posición en el  mediocampo para el encuentro frente a Barcelona (1-4-3-3). Puso a Monteolivo, como volante izquierdo y a Flamini (por Muntari), a la derecha, mientras que Ambrosini en tareas de stopper.
No nos sorprendió, sin embargo, la presencia de M´Baye Niang (18 años) en el lugar de Pazzini (lesionado). Máxime teniendo en cuenta la explosión en el arranque y la velocidad del franco-senegalés.
No se encerró en su área y cubrió todo su territorio. Sus intenciones: marcar un gol que le diese el pase a los cuartos de final. Dos delanteros rápidos, al contragolpe con pelotazos largos y aprovechar algún error de su contrincante.
Sin embargo, se encontró con un gol temprano de Barcelona, pero no se descompuso. Mantuvo el tipo, sin acierto aparente en los pases largos a El Shaarawi y un Montolivo muy apagado en su juego. 
Tuvo, eso sí, una gran ocasión para arruinar la fiesta de la noche. Un despiste de Mascherano que aprovechó Niang para plantarse solo ante Víctor Valdez. Una ocasión de oro en la que el balón repelió el segundo palo salvándose el equipo local. 


DEMASIADA TENSIÓN Y… CUATRO DELANTEROS
Empatada la eliminatoria, la squadra italiana adelantó sus líneas al centro del campo, pero se encontró con un Barcelona muy seguro en tareas defensivas y jugadores que desequilibran por su virtuosismo y calidad.
Massimiliano Alegri le vio las orejas al lobo y se lo jugó todo en la mitad del segundo tiempo, con la entrada de dos delanteros (Robinho y Bojan) y un volante ofensivo (Muntari).
Un riesgo que pagó caro (el cuarto gol de Barcelona) y la inoperancia de sus jugadores, por la alta tensión, que no acertaban –por precipitación o ansiedad– batir a Víctor Valdez. A excepción de Robinho que disfrutaría una oportunidad única dentro del área, después de dos rechazos. Cuando el delantero brasileño se preparaba para rematar se cruzó a tiempo Alba, logrando evitar el gol.

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