El fútbol gira en la “órbita de
Herbert Chapman” e Inglaterra
"La Asociación de fútbol (FA) no es tan rica en
personalidades que pueden darse el lujo de perder a un hombre como el señor
Herbert Chapman, entrenador del Arsenal, quien murió repentinamente en su casa
en Hendon el sábado después de una corta enfermedad. Tenía sólo 55 años de edad
y, del mismo modo que había logrado tanto esplendor en el fútbol, tenía tanta
vitalidad y determinación que él parecía el indicado para hacer aún más en el
futuro".
The Times, Lunes 8 de enero 1934.
Miguel Miró
Inglaterra rescató del pasado –un proceso que demandó siglos– cada una de las distintas especialidades
deportivas. Reestructuró en cada deporte sus primeros reglamentos (a
través de la Francmasonería) y asimismo la organización como espectáculo a
expandirse a los cuatro vientos.
Entre los pioneros figuraba Thomas Arnold,
profesor de la Universidad de Oxford, que había experimentado una penosa
realidad. Los “colleges” ingleses parecían castillos feudales. Por ese motivo
optó por abrir los recintos al aire libre. A través del club deportivo (Inventado
por la Francmasonería, hay libros y vestigios que lo certifican) se creaba al
deportista y al dirigente.
Inglaterra se aseguró el dominio del mar. De
esta forma extendió la influencia de sus máquinas, de sus capitales y también los
deportes. El “boom” de la revolución industrial. Una corriente formidable durante
la era victoriana que encauzó y proyectó
los deportes al mundo entero.
Obreros, técnicos y profesionales, en el mismo baúl que llevaban sus libros o herramientas, también
transportaban artilugios deportivos. Raquetas de tenis, palos de golf, guantes
de boxeo, balones de rugby… Pelotas y botas de fútbol.
De ese conocimiento y experiencia se beneficiarían muchos países. El polo
floreció en la India. El rugby fue llevado por los emigrantes a los Estados
Unidos. El hockey se afincó en Australia y el soccer (fútbol) terminó
propagándose por toda Europa y América del Sur.
Uruguay es un país que pretendían y se
“comieron” parte de su territorio Brasil (invasión del reino de Portugal) y
Argentina. Un país pequeño (187.000 km2) pero floreciente, al que un lord
inglés (John Ponsomby) lo puso en el mapa como “país satélite” entre los
colosos de América del Sur. Primero, por cuestiones políticas y después, por
cuestiones económicas*.
El progreso y la explotación empezó a través
de Gran Bretaña, ya que los mayores beneficios viajaban a las Islas. Hasta que
un periodista y visionario español José Batlle y Ordóñez reformó el país de
cabo a rabo durante sus dos etapas en la presidencia. Batlle, de fácil palabra
y escritura directa y clara, tuvo igualmente “notables” colaboradores europeos,
especialmente españoles.
Nacionalizó en gran medida las empresas
inglesas afincadas en el país. Y transformó la nación como punto y seña de la
democracia. Una República próspera, exportadora y con recursos naturales.
Impulsó la clase media, implantó las pensiones y jubilaciones (30 años de vida
laboral). El derecho a la mujer (1906), las ocho horas laborales diarias, entre
otras muchas reformas y convirtió a Uruguay en el faro del continente
sudamericano.
El país consiguió su independencia el año
1825 y redactó y aprobó su primera constitución –como espejo, la francesa– en 1830. Más del 75% de su población procedía
de Europa. Entre ellos emigrantes “ilustres” desterrados de sus países por sus
ideas innovadoras y utópicas que acabaron por implantarse en este pequeño, pero
gran país.
Por poner un ejemplo, su capital Montevideo
–que tenía muchos trabajadores e ingenieros ingleses– adoptó las costumbres
españolas: valencianas y catalanas. Y además de tener un Libertador de América,
como José Gervasio Artigas (de origen español), también vivió y luchó en pos de
la libertad el italiano Giuseppe Garibaldi amante de la unidad de Italia.
Otro ejemplo: José Pedro Varela –descendiente
de gallegos– el “padre” de la escuela pública obligatoria, gratuita y laica en
Uruguay. Su célebre frase quedó escrita en letras de molde:
“La
educación, en verdad, es lo que nos falta; pero, una educación para todos, sin
distinción de clases, para iluminar la conciencia oscurecida del país; una
educación que nos permita formar al niño para ser hombre y al hombre para ser
ciudadano”.
[*Tanto diplomáticos ingleses como franceses
estaban al acecho, utilizando “su influencia” para conseguir, como
depredadores, los despojos de las colonias del Imperio español en América].
Campeones Olímpicos en Paris |
SECRETO DEL FÚTBOL
URUGUAYO
Hace algunos años los campeones de antaño,
como el caso de Roque Gastón Máspoli (de origen suizo) dijo: “Lo más importante
del fútbol uruguayo es la garra, no darse por vencido nunca”. La garra es
importante, sin duda, pero la selección celeste que tiene el record de 20
títulos oficiales de FIFA, tenía muchos más recursos que la “garra”.
Pedro Petrone como otros delanteros de los
años veinte se entrenaba con tubos de cemento en el Puerto y hasta que no
acertara 50 tiros seguía practicando. También se las ingeniaban para dibujar
una portería en la pared, para poder manejar la pierna “mala”. Inventaron el
fútbol de salón, pero no como deporte. Se hizo especialmente para entrenar la
técnica en los espacios cortos. En los pabellones de baloncesto montaron un
campo pequeño, pintaron las porterías en las paredes y no pusieron líneas
divisorias. Por igual motivo se llegó a decir que podían jugar al fútbol “en
una baldosa”.
Así fue como inventaron “la pared” (después se
repetiría en el campo con dos jugadores), la “cortina”, “la jopeada” (el
sombrero) y mil inventos, productos de la imaginación. Todo ello y mucho más en
el pabellón.
La técnica, el control del balón (y eso que
pesaba muchos kilos) –como dijo José Emilio Santamaría, empleado de Banca e
hijo de gallegos– también ha sido una de las bases mágicas del fútbol uruguayo.
Es cierto, igualmente, que Andrés Mazali –el
guardameta de la selección, que se perdió el mundial-30 por el perfume de una
rubia– practicaba otros deportes. Uno de ellos el atletismo. Pero también
ejercía como preparador físico de sus compañeros del equipo. Eso también se
llamaba y se llama camaradería.
Si añadimos, además, la colaboración de los trabajadores
británicos del Ferrocarril –ingleses/escoceses– podríamos decir que los
uruguayos estaban al tanto de las innovaciones de los equipos de las Islas. Hasta
tal punto que, durante muchos años, les siguieron llamando “halves” en
referencia al half (medio) a los zagueros laterales.
“UNA ESTRELLA BRILLANTE
ASOMBRÓ VIGO”
Arriba, JJOO Amberes y abajo, Copa Mundial FIFA 1950, Río de Janeiro |
La frase no es nuestra, sino de un
periodista gallego, Manuel Sarmiento Birba, que sabía mucho de fútbol. Lo contó
y lo recontó en un sinfín de artículos. Se quedó sorprendido con el equipo
celeste. Camino de París, los uruguayos jugaron un partido amistoso en Galicia,
y dicho periodista predijo, antes de los Juegos Olímpicos de Colombes, que esa
selección se llevaría el oro. Y así fue.
Uruguay no sólo asombró en Vigo, sino al
mundo entero con sus dos victorias olímpicas, organizadas por la Federación
Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). La historia posterior ya la conocen,
dos medallas de oro (1924 y 1928) y dos mundiales (1930 y 1950), el primero de
ellos en Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.
¿Oriental? ¿Cómo es posible que algunos
españoles no lo sepan? Fueron precisamente los españoles quienes denominaron la
Banda Oriental, donde estaba situado el virreinato del Río de la Plata.
Y ya que estamos, Montevideo. Erróneamente
se llegó a escribir en libros de historia que fue un marinero portugués quién
gritó “Monte video”. La verdad, la verdadera está guardada en los archivos de
las Indias, Sevilla.
Su nombre lo escribió el capitán en el libro
de bitácora. Precisamente, el adelantado Juan Díaz de Solís que descubrió Uruguay. Significa,
Monte VI de E(ste) a O(este). Después fue otro adelantado español,
(Hernandarias) quien llevó en sus galeones el ganado bovino y ovino. Tampoco es
verdad que fueron los ingleses. Los británicos llevaron sementales y “crearon”
la raza Hertford (muchos años después). Este es uno de los motivos de la
calidad de la carne uruguaya.
CAMPEONES DEL MUNDO
QUE HABLAN ESPAÑOL
Un amigo –Julián Arguedas– nos recordó,
cuando la selección española ganó su segunda Eurocopa de Naciones en Polonia/Ucrania,
que también era una victoria conjunta y expandida a los 400 millones o más que
hablan español en el mundo, como primera o segunda lengua. No se trata de
ninguna tontería esta reciprocidad.
Algo que se debería hacer, recíprocamente,
al éxito de los uruguayos en los JJOO y los mundiales durante el S. XX.
La reflexión no tiene ningún desperdicio. Vamos
a recordar también, a los celestes que
dieron la vuelta olímpica en París, un hecho que se repetiría en los grandes
campeonatos. Presten atención a los apellidos:
Pedro Arispe, Pedro Casella, Pedro Cea, Pedro
Etchegoyen, José Naya, Ángel Romano, Zoilo Saldombide, Pascual Somma, Antonio
Urdinarán, Santos Urdinarán, Fermín Uriarte, José Vidal, José Leandro Andrade y
Alfredo Ghierra, que parece un error (Guerra) del registro de inmigrantes.
Un total de 16,
descendientes de españoles, y el resto como Luis Chiappara, Pedro Petrone
(máximo anotador, siete goles), José Nasazzi, Andrés Mazali, Humberto Tomassina
y Héctor Scarone, de origen italiano.
Sin embargo, todos
hablaban español, pero también se puede apreciar otro detalle importante. De la
mezcla existe otro secreto. La tecla real de la “forma de hablar español” en
Uruguay y Argentina. El acento o canto viene del italiano y las palabras,
muchas de ellas, del castellano antiguo.
Del mismo modo se
podría decir de los apellidos de los campeones del mundo 1930, en el que
participaron también españoles.
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