La USGA –United States Golf
Asociation– se le fue la mano. Sobre todo el grupo de greenkeepers que prepararon
el campo de San Francisco. Aunque no sea una novedad, después de los buenos scores
de la última edición-2011 que ganó el no-americano Rory McIlroy. Para nada nos
sorprende. Si antes estrechaban los fairways para que no venciera Severiano
Ballesteros, en esta ocasión parecía ya suficiente con las reformas y el alargamiento
del Olympic Club que conocemos bastante bien.
El hoyo 1, por ejemplo, era
un par-5 de 533 yds (487m); el 5th, un par 4 de 457 yardas (417m) y el 17th, un
par-4 de 428 yds (391m). Al retrasar los tees de salida ha supuesto igualmente un
disparate. Por ejemplo: 16th, medía la friolera de ¡¡¡613 metros!!!
(En caso de duda, preguntar
a Jim Furyk o Ernie Els).
En este mismo campo vimos
ganar a otro Simpson, Scott Simpson. Otro outsider,
precisamente. Capturó el US Open por un solo golpe a Tom Watson, mientras que
Severiano acabó tercero.
El final de fiesta –los
tres últimos hoyos eran y siguen siendo, poco más o menos, el “túnel de los horrores”. La gran
dificultad que siempre presentó este course (cruel, esta vez, por la USGA) ha
sido el driver. Por los árboles gigantescos de 15 metros. Pocos son los golpes
estratosféricos. En cualquier desliz la bola desaparece en el bosque (rough) y
los problemas se multiplican. Los buenos jugadores buscan la precisión y no se
atreven a superar los 300 metros de distancia.
Miguel Miró
Salida de Severiano Ballesteros, tee del 1, Olympic Club de San Francisco |
El otro gran inconveniente
es la recuperación. El jugador que piensa, de forma instantánea, en la
recuperación tras un error… está perdido. El course te “hunde” más en la
miseria. Por eso, no hay que pensar en ello. Simplemente se debe mantener la
sangre fría y la paciencia del campeón. Sólo así puede llegar algún birdie.
Recordamos que el último
día, Ballesteros desenfundó la madera nº1 y en el hoyo 11 del back-nine se
plantó como líder. Las ramas de un árbol frenaron su ímpetu en los últimos
hoyos y su juego arriesgado con su MacGregor encontró más adeptos entre los
aficionados que por el resultado.
El campeón de Pedreña fue
uno de los últimos en abandonar la madera-madera, igual que el escocés, Ken
Brown que sorprendía siempre con su inconfundible putter de madera, toda una
reliquia, en el circuito europeo. De los palos que ya no se fabrican. Una
madera de percimon que abundaba en
Virginia (Estados Unidos). Puede que no le suene el árbol, pero es un frutal y
en España se llama caqui.
En el Olympic Club (1987) no
hubo ningún ace, pero sí el record-64
del campo. “Un milagro!!!”–se llegó a decir. Autor: Keith Clearwater, nacido en
Long Island, California. Unos parciales de 32-32, seis birdies y ni una mancha
en la tarjeta. La otra gran novedad: el debut de José María Olazábal en el US
Open Championship.
Los especialistas estadounidenses
denominan este campo como el “cementerio
de campeones”. Nunca ganan los favoritos.
¿A qué nadie esperaba la
victoria de Webb Simpson, que se llama James Frederick Simpson Webb? (Sus
padres, Samuel Simpson y Debbie Webb.)
Sabíamos de antemano que
iba a ganar un jugador desde atrás, pero no le elegimos. Apostamos por el sueco
Fredrik Jacobson que figuraba el domingo entre los cinco primeros y el español
Sergio García, que cualquier día nos dará una alegría. No fue una corazonada,
simplemente contamos la diferencia de golpes en el pelotón de la cabeza.
Prácticamente… un pañuelo. La horquilla se abría (de 2 a 5 golpes) entre más de
20 jugadores.
Sin embargo, pocos fueron
los que acertaron. Una grata sorpresa. Un nuevo
nombre a la lista de ganadores de una de las cuatro pruebas del Grand Slam.
Segunda victoria de un norteamericano,
después de Bubba Watson (Masters) en la presente temporada. Y…no se “repite” ganador desde el US PGA
Championship que capturó el norirlandés Padraig Harrington.
Pensamos
poner este titular: Del “Dios, familia
y trabajo” al “recé mucho en los últimos
tres hoyos”. La primera frase
corresponde a Scott Simpson, nada más sentarse en la Sala de Prensa, y la
segunda, a Webb Simpson, que estudió Religión en la Universidad de Raleigh. Dos
jugadores, dos outsiders, con
distintas características en su forma de jugar, pero unidos al cristianismo. Ambos,
para variar, tuvieron que sufrir en la Casa Club que acabaran los matches
estelares.
De
una forma u otra y después de disfrutar las cuatro vueltas, podríamos coincidir
en algo en esta nueva historia del US Open Championship.
Los
protagonistas que completaron los 72 hoyos del recorrido no parecían
profesionales en el campo. La sensación ha sido otra. Se trataba de
“supervivientes” aferrados en salvar el par para no “morir” en el intento. Algo
insólito entre profesionales que, por lo general, buscan el birdie, eagle o
albatros.
ÚLTIMO “SUPERVIVIENTE”
Ante
la ansiedad o la desesperación siempre se recurre a la madre o a Dios, algo
innato en el ser humano. En este caso, Webb Simpson recurrió a Dios. O tal vez
recordó la célebre frase de Anthony Lema en el Masters de Augusta, camino del
tee 11.
“Ahora
–dijo Mr Champagne– hay que ponerse a rezar”. De esa frase, un sagaz periodista
bautizó el famoso “Amén Corner” (hoyos 11, 12 y 13).
El
“amén” del estadounidense –intuimos– lo pronunció por última vez en el hoyo 18
(72 del recorrido). Un par complicado que nos sorprendió a todos. En su salida
se va al rough de la derecha. Su segundo golpe no alcanza el green. Su bola queda
enterrada en un agujero, de las mismas dimensiones a una tapa de riego y con
una mata de hierba larga por detrás. Un golpe difícil. Sin embargo, Webb
Simpson ejecuta un chip prodigioso apuntando a bandera. La pelota bota y rueda
hasta quedarse a 3 metros del hoyo. Un putt y 68, para un total de 281,+1.
Contabiliza: 13 birdies, 46 pares, 12 bogeys y 1 doblebogey.
Si
analizamos fríamente la victoria del estadounidense debemos centrarnos en su
cabeza fría, su consistencia, su regularidad y su concentración. No es
carismático, pero no lo necesita. Tampoco es un principiante. Sobre sus
espaldas tiene una brillante carrera amateur. Líder y ganador de muchas
batallas en la Universidad Wake Forest. Por equipos ganó la Walter Cup a los
británicos en el Royal County Down y también la Arnold Palmer Cup. Dos
victorias en el Mini-tour (Nationwide Tour), y consigue la tarjeta del US PGA
Tour en su primer intento (2008). En la Qualifying School clasifica séptimo.
Sus dos primeros años, en blanco, pero “explotó” el año pasado 2011. Dos
victorias (captura el Wyndham Championship y el Deutsche Bank Championship) y acaba
2º en el Ranking PGA Tour, superado solo por el inglés Luke Donald (1º). La
112ª edición del US Open Championship supuso su quinta aparición en un torneo
del Grand Slam.
Además,
lo dejó bien claro en el course del Olympic Club de San Francisco. Su colección
de golpes de oro con los hierros que parecen la prolongación de su brazo, mejoró
el golpe largo (drive más recto) y dejó entrever que es una verdadera fiera en
el green. Su putter semi-largo (Ping G5i Graz-EBI) funcionó como una máquina.
Lo
mejor de Webb Simpson ha sido: “no
cometer errores” en los momentos críticos y “tener diente de lobo” para atrapar las oportunidades que se le
presentaron. La cadena de tres birdies seguidos –a partir del 6th, el más duro
del campo–, par en el siguiente y su cuarto bajo par en el 10th.
¡¡¡Sin
olvidar que tuvo seis greenes consecutivos a un putt!!!
Se
le escaparon dos o más birdies en el momento más excepcional de su recorrido.
Tampoco
tiene un lugar destacado en las estadísticas en los 72 hoyos.
Distancia drive: 255 metros de media.
Fairways: 31 de 56.
Greenes: 42 de 72.
Putts: 114. Un promedio de 1,58.
Bunkers: 5 de 12. 41,67%
Score average: (2012), 70,50
Tarjeta del campeón.
1 .-James Webb Simpson Pos 8º +3 /// 72
73 68 68 281 +1 - campeón
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(continuará)
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