sábado, 21 de junio de 2014

US Open/ TRIUNFO EUROPEO

Iron-Kaymer hace magia
en arenas movedizas

Por Miguel Miró
De punta a punta, sin mirar el retrovisor.
Alucinante comienzo (65-65, -10) y alucinante final (69 -9) con ocho golpes de ventaja. Con el “paso de ganso” militar. Los especialistas estadounidenses recordaron inmediatamente la hazaña de Eldrick “Tiger” Woods (2000, Pebble Beach) que “arrancó” 15 golpes al segundo en su primera victoria US Open Championship.
Martin Kaymer ha vuelto.
Ha vuelto para quedarse, después de limpiar los fantasmas de su cabeza. El magnífico profesional alemán de Düsseldorf, con un swing nuevo y “piloto automático” no dejó ningún cabo suelto.
Un soplo de aire fresco que provocó un verdadero terremoto después de sus dos impecables vueltas. Arrasando como un visionario, como si conociera cada milímetro el campo.
Cinco semanas después de ganar el famoso TPC de Sawgrass –segunda victoria en el US PGA Tour, tras el US PGA (2010)– se coronó con todos los honores en un course histórico y con “arenas movedizas” en su extenso rough de Pinehurst-2.
Un escenario “único” diseñado por Donald Ross en 1907 y considerado por los especialistas como una “obra maestra”. En 2011 fue actualizado por Bill y Ben Crenshaw sin retocar las zonas arenosas naturales.
El jugador germano –al que los británicos llaman “continental”, como si fuera una compañía aérea– se une a las victorias europeas en el segundo campeonato más longevo del mundo. En los últimos cinco años desfilaron por la pasarela estadounidense: Graeme McDowen, Rory McIlroy y Justin Rose, que defendía en esta ocasión el título.


“INVASIÓN” EUROPEA
No es una casualidad la “invasión” europea en Estados Unidos, que por norma (similar a los ingleses) llaman “no-americano” a los jugadores extranjeros. Y reconocen, aunque apretando los dientes, las victorias de los “no americanos”. Ya sucedió anteriormente en el Masters de Augusta en la década de los ochenta y parte de los noventa.
¿Se acuerdan? Nada menos que 10 títulos.
Se lo vamos a poner fácil: Severiano Ballesteros, dos veces ganador. En aquél momento le llamaron “ET” por la película “El Extraterrestre”, por su excelente golf.
El galés Ian Woosman con sus manos mágicas. Algo sorprendido, porque protestaba que no le “invitaban”.
Sin embargo, el recordado Severiano Ballesteros abrió las puertas de par en par a los pross europeos.
¿Quién si no?
El jugador de Pedreña estuvo “vetado” un año sin pisar el circuito por culpa de Dean Beaman. Hasta que el testarudo “commissioner” cedió por la presión de patrocinadores y aficionados del gran país de América del Norte que exigían ver al campeón español. 
Severiano fue clave para cambiar las reglas del Masters (un certamen por invitación) y del US PGA Tour.
El señor de los hierros, Sandy Lyle también ganó el Masters. Igualmente el polaco, nacionalizado alemán Bernhard Langer en dos ocasiones intercaladas. Lo mismo que el ahora “Sir” Nicolas Faldo que igualaría el record de Jack Nicklaus, dos veces consecutivas. Similar al “manitas” alrededor del green, José María Olazábal.
Si en el Masters Tournament Invitational se produjo en aquél entonces la “invasión europea”…
¿Por qué no iba a pasar lo mismo en el tradicional y añejo US Open Championship con el pelotón de buenos jugadores europeos?
Más aún después de ganar el equipo europeo la Ryder Cup en el terreno estadounidense (Medinah, 2012) en un final apoteósico.


RYDER CUP
Todavía guardamos en nuestra retina el putt de dos metros en el green del hoyo 18 en Medinah. El empate entre los dos equipos.
Su autor: un alemán llamado Martin Kaymer, algo dubitativo. Le ganó el match a Steven Stricker en el último suspiro.
El mismo que dio una gran lección de golf en Pineharst-2 en el US Open, su segundo “salmón”.
Nunca o pocas veces, habíamos conocido a un profesional tan honesto, tan sencillo y tan sincero como el jugador germano.
¬ Mi bajo rendimiento surgió con la victoria del US PGA Championship y después, al verme como número 1 del mundo. Algo que me sucedió demasiado joven. Demasiado pronto con 25 años. No me dejaba concentrarme en el campo. Me superó. Ahora he cambiado de chip y de swing.
Asustado por el éxito se encerró en sí mismo, como un ermitaño, pero cambió su carácter y se abrió socialmente, con la colaboración de un grupo de amigos profesionales. Entre ellos el español Sergio García y después todo el equipo europeo de la Ryder Cup 2012 junto a su último capitán: José María Olazábal.
Sin embargo, viéndole en el campo se envuelve en una sábana imaginaria, y su abstracción (como los artistas) le permite divertirse en silencio con su mente privilegiada. Como si su cabeza fuera un CPU de última generación.
Un auténtico “killer”, frío como un témpano de hielo, reverdeciendo su época dorada como amateur donde la intención siempre fue machacar y  “ganarle” al course. Él no suele mirar el scoreboard, su obsesión es el campo.
Su consistencia es infinita.
Igual que el piloto automático de su swing. Y los hierros, que parecen la prolongación de sus brazos. Un verdadero prodigio con los hierros
Martin Kaymer tiene además una virtud especial.
Lo que adornaba el juego de la estrella australiana,  Peter Thomson (cinco British) que asombrara en su época. La capacidad para serenarse ante cualquier situación difícil o peligrosa en el campo.
Un temple exquisito.
Dicho de otra forma, modera y suaviza la fuerza y la intensidad según la circunstancia que se le presenta.


NO LLEGA A LA PERFECCIÓN, PERO…
Kaymer asombró en los primeros 36 hoyos. Dos tarjetas de 65-65, que superaba el record del norirlandés Rory Mc Ilroy en el US Open 2011. Un total de 130 golpes, 11 birdies, 24 pares y 1 bogey.
¡Im-pre-sio-nan-te!: 10 golpes bajo par.
Un colega norteamericano exclamó:
“Esto es una locura; de locos”.
La perfección a la décima potencia.
Veamos:


Primera vuelta: 65 golpes (34-31) -5. Seis birdies (1-5-10-14-16-17), 11 pares y un bogey (7). Sólo falla una calle (93%), consigue 11 greenes (61%). Su promedio con el drive es de 275,23 metros, aunque en los dos pares 5 superaría los 300 m. No cayó en ninguna de las trampas de arena del recorrido y necesitó 25 putts en el green.
Segunda vuelta: 65 golpes (33-32) -5. Cinco birdies (3-5-10-13-16) y 13 pares. Inmaculada tarjeta. Se cambian las tornas en las calles/greenes. Falla dos calles (86%) y alcanza 15 greenes (83%). Aumenta su potencia con el drive (promedio 280 m). Cayó en tres bunkers y los salvó a todos. Aunque negoció bien los greenes, necesitó 29 putts.
Sin embargo, el germano también es “humano”. Y el campo aumentó su dureza en la tercera vuelta (colocación de banderas; los greenes, rapidísimos). Subió el par (72 +2, 36-36). En los 54 hoyos llegaron los bogeys (5) a pesar del eagle en el front-nine y birdie en el último agujero. El 18 par-4, fue igualmente el único hoyo del campo que se podía apuntar a bandera. No obstante, su porcentaje individual siempre superó al average del campo. Falló cuatro calles (71%) y ocho greenes (56%). Aumentó su potencia con el drive: 295 m. y necesitaría 30 putts en el verde.
Su colchón se redujo a ocho golpes, pero a cinco golpes de Rickie Fowler y Erik Compton (-3), ambos con 67 golpes en la tercera ronda.


REMATA CON AUTORIDAD
La pulcritud de su uniforme –camisa blanca con detalles azules y rojos, pantalón gris, zapatos blancos y gorra blanca– parecía una copia de su bolsa de palos. Apropiado para un fin de fiesta. Para un hombre metódico que no deja nada al azar.
No cambió la estrategia de su juego. No suele ser como los que amarran su ventaja y especulan.
(“Eso significa caer en el intento, yo intentaré hacer mi juego”)
Martin Kaymer sabía por experiencia que podía ser un error. El alemán controló e hizo su juego con agresividad y desparpajo. Atacando a bandera. A pesar de su tropiezo en el par 4 del 2, supo reaccionar en el siguiente con su primer birdie. Aumentaría su ventaja en el 63.
Lo importante para él ha sido el front-nine y la recuperación. Los hierros fueron las herramientas mágicas para él. Largos, medianos y cortos. Dibujaba mentalmente los golpes, y la bola… obedecía.
En esta ocasión no buscó la excelencia con el drive a calle sino la distancia de “pegador”.  Aumentaría su confianza en el back-nine, con una reacción asombrosa. A un bogey en el par 5 del 10 contestó con dos birdies seguidos (13-14). Siempre fue el jefe de la situación, a pesar de las grandes dificultades del campo.
No dejó que nadie le tosiese ni le estropease el camino.
A tres hoyos del 72 llevaba dos bajo par, pero no pudo evitar el bogey en el 16.
Al final completaría los últimos 18 hoyos con 69 golpes, uno bajo par. Para un total de 271 -9. Hubo muchos suicidas en el camino, pero él no pestañó, llevando siempre el control.  


LOS NÚMEROS
Farways      43 de 56      77%
Greenes      45 de 72      63%
Drive avg    284, 53
Putts           110             1,63/ronda
Sand saves  4 de 5          80%
Front           -3      Back  -5
Par 5           -5      Par 3 Par

Martin Kaymer ganó el US Open Championship con 1 eagle, 16 birdies, 45 pares y 9 bogeys a un campo (Pinehurts-2) de los llamados “invencibles” en terreno estadounidense. La dificultad se demostró en la primera (24 jugadores bajo par) y última vuelta (tan sólo tres jugadores bajo par).
El campeón germano ha vuelto.
Ha vuelto para quedarse. Después de dos años y 221 días en blanco.
Ganó dos campeonatos importantes a nivel mundial en Estados Unidos. El TPC de Sawgrass (el día de la madre) y el US Open Championship (el día del padre). Una anécdota que sólo podía contar Tom Kite desde 1992.
Para la estadística, Kaymer se une a Jack Nicklaus, Lee Treviño y Raymond Floyd al capturar  los dos torneos en el mismo año.

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