Falta la guinda del gol
Por Miguel Miró
Como es su costumbre, Unay Emery, nos ofreció un
esquema distinto en su partido contra Atlético de Madrid en el estadio Sánchez
Pizjuán. En todo el dibujo, rabiosamente ofensivo de cinco líneas (1-3-1-3-1-2),
destacaron y sobresalieron detalles importantes.
La situación de Banega, como distribuidor de juego, por delante y agazapado por una línea de tres
zagueros (Coloziejczan, Arribas, Navarro). Arribas, más retrasado como fullback.
La ya repetida variante de Iborra como media punta (enganche), de ida y vuelta.
Y por último, la coordinación, intensidad y presión de todo el equipo.
Lo del argentino Ever Banega nos recordó a Pirlo
en la selección italiana (Copa del Mundo de Sudáfrica). Sin embargo, la idea del
entrenador de Sevilla ha sido más arriesgada que la del cuadro trasalpino.
No optó por utilizar tres zagueros con el balón en
su poder, y el repliegue de una línea de cinco hombres para proteger el área,
al estilo italiano en el momento de perder el esférico.
No lo necesitó. Porque tuvo unas líneas juntas y bien
colocadas en el campo. Asimismo, una rápida anticipación en la recuperación del
balón en la zona central, impidiendo siempre los intentos de contraataque del
cuadro rojiblanco.
ACORRALAR Y AHOGAR
La idea del técnico fue acorralar y ahogar al
rival. Situó una columna vertebral de Banega-Iborra-Bacca (imaginariamente,
bien definida y en línea ascendente, cada uno en su demarcación). Además, el
equipo procuró jugar con líneas bien juntas que fueron adelantándose según
transcurría el partido.
La “manija” de Banega fue importante por su visión
de juego, pero el argentino fue también el encargado de lanzar todas las faltas
y los corners. Irreconocible, sí, por su nueva transformación –siempre
irregular en Valencia o At Madrid– un auténtico motor del conjunto hispalense
con muchas revoluciones.
Acorde a la intensidad del equipo. Generoso y
combinando calidad-esfuerzo-don de mando-acierto.
Iborra, por su parte, fue el equilibrio del eje
del campo, defendiendo y apoyando a sus compañeros en el ataque. Un jugador
polifuncional con una potencia que impresiona por su altura.
El colombiano Bacca, con sus constantes movimiento
habría huecos en la defensa del rival. Siempre activo, igualmente, en las
ocasiones de gol, que tuvo muchas el conjunto hispalense.
La habilidad indiscutible de Vitolo, el músculo de
Krychoviac, siempre atento en el quite, y apoyando también Navarro en sus
subidas. La potencia de Iborra en su doble función, que significa eficacia en
las acciones defensivas como ofensivas. Las reiterativas subidas de Coke por la
otra banda, acompañada por la velocidad de Aleix Vidal y el desmarque de Bacca
hacían el resto.
FALTA LA GUINDA DEL GOL
No es necesario decir que la fórmula era netamente
ofensiva. Con una intensidad, presión, y velocidad en la que se buscaba la
victoria. Sin pausas se trabajó con ese fin. Un éxito que no fue total por el
resultado del partido, pero sí un éxito por el sistema y el plan de juego.
Todos los ingredientes necesarios, un trabajo desarrollado y combinado, con
orden y constancia.
Sólo le faltó… la guinda del gol.
Fueron muchas las ocasiones de abrir el marcador.
No obstante, la oportunidad de Iborra fue la más clara… Con Moyá batido y el
remate final al palo izquierdo del guardameta.
La intensidad en el ataque, como en la
recuperación del balón fueron decisivas para el conjunto hispalense. No sólo
por tener en sus manos la iniciativa y el control del partido, sino por su
velocidad, entrega y laborioso trabajo en el campo.
Fue tal el aluvión que al cuarto de hora ya se
preveía una goleada en las gradas. Natural, la artillería y los movimientos del
equipo local parecía que se iba a “comer con patatas” al adversario.
Todo era cuestión de paciencia. Aunque todos
sabemos que Atlético de Madrid, aún con el agua al cuello, aguanta lo que le
echen. Se defendió bien del asedio y ataque con la flema de un equipo inglés.
Sobre todo porque nunca se descompuso su sistema defensivo. Al contrario, su
multiplicó.
SISTEMA:
ATLÉTICO DE MADRID
El sistema que optó Diego Simeone (1-4-5-1), en
cambio, tenía su lógica ante el vértigo del juego del adversario. La presencia
de Gabi, Mario Suárez, Tiago en la tarea de destrucción del juego y un solo
jugador adelantado (Griezmann) dejaban entrever que sabía lo se esperaba en el
estadio Sánchez Pizjuán:
Una “encerrona” en toda regla o, mejor “un diluvio
universal” de acuerdo a la actuación de forma machacona de Sevilla.
La presencia de Arda Turán no surtió el efecto
esperado en el conjunto rojiblanco. Se pretendía –pensamos- con su presencia
que pudiera retener el juego y aguantar el balón. Y al equipo, pausa, oxígeno y
contragolpe.
Sin embargo, también Emery lo tenía ya previsto taponar
esa banda, un marcaje sofocante que se multiplicaba (2X1). Para Arda Turán, con
toda su experiencia y calidad, suponía una cuestión imposible. Más incluso
cuando parecían “aviones” además de su amplia experiencia en la anticipación y
el cierre.
Diego Simeone, como cazador furtivo, esperó el
desgaste del rival y utilizó el crono en el segundo tiempo. Los cambios le
dieron otra fisonomía al equipo rojiblanco. La entrada de Fernando Torres fue
importante. El robo de un balón del delantero en la zona central fue una
situación clara de gol.
El juego del fútbol es imprevisible: justo o
injusto. Sin embargo, no acertó Torres el remate cruzado y el empate se
confirmó al final.
Aún así, lo que quedó en la retina fue la nueva
fórmula de Sevilla, sin duda, netamente ofensiva. Bien desarrollada en el
campo… pero sin la guinda del gol.
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