Argentina gana a Uruguay, tras
atascarse 65 minutos
Por Miguel Miró
Del lado oscuro de la luna hasta la salida del sol. O, mejor, del rácano e individual juego argentino hasta que Lionel Messi abrió “la lata”.
Por Miguel Miró
Del lado oscuro de la luna hasta la salida del sol. O, mejor, del rácano e individual juego argentino hasta que Lionel Messi abrió “la lata”.
Hasta ese momento pasaron 65 minutos de
reloj y el marcador estuvo cerrado. Un 0-0 que parecían dos platos. Las llaves
del triunfo de Argentina fueron tres circunstancias. La polémica en el área
albiceleste que se produjo en una clara ocasión de gol de Uruguay. La lesión
inoportuna de Diego Lugano –creemos que, como consecuencia de tocar antes el
balón en la salida de Romero– y porque reaccionó el combinado local en la
segunda parte.
¿Y la parte más importante?
Eso estaba por descontado.
Argentina contó con la magia de Lionel Messi
que cogió la manija. Su presencia y mando cambió la fisonomía del match. Dejó
de ser un equipo individualista y enredado por el planteamiento de su rival, y
llegaron las sociedades del gol. Messi-Kun, Messi-Di María, para rematar la
faena. Con ellos llegó el ritmo y el fútbol vertiginoso en las barbas del área.
Ellos fueron los que “mataron” la contienda en 14 minutos. Dos goles de Messi y uno de Kun Agüero.
APUESTA
DE URUGUAY
Uruguay estaba bien plantado en el campo.
Propuso un claro 1-4-3-2-1 con una bien estructurada defensa, que se
reconvertía (1-3-2-2-2-1) en un contragolpe vertiginoso. Una idea muy original
de Washington Tabarez. Consistía en un repliegue en todo su terreno, con una
línea de zagueros adelantada 25 metros y un despliegue escalonado sin perder
las espaldas a los delanteros argentinos.
Un implacable plan de juego. Teóricamente
cuasi perfecto.
La selección celeste (en Mendoza de blanco,
con una lengüeta celeste en un costado) se había puesto el traje de faena.
Tenía sus motivos. Delante estaba el cuarteto “tequila” (Messi-Agüero-Higuaín-Di
María), el mismo que nos deslumbró dos fechas atrás. Este procedimiento, más de
obreros que de estrellas, que además se relevaban en los apoyos-cruces y
cubrían todos los caminos hacia el arco de Muslera.
Esto, y no otra cosa, ha sido lo que produjo
ese agarrotamiento y desconfianza entre los integrantes del combinado local,
ante un estadio que no dejó de gritar y silbar. Uruguay le regaló el balón,
pero cuando lo recuperaba realizó rápidos y peligrosos contraataques.
¿Contados con los dedos de la mano?
Cierto, pero abriendo el campo, aunque la
mayoría de ellos por la banda de Zabaleta. Luis Suárez, Cavani, Álvaro González
–el más activo, por su velocidad– y los centrales Godín y Lugano que aparecían
en los corners. Pero también había que contar con la defensa argentina y la
eficacia de los rematadores.
Porque si nos basamos en las ocasiones, las
más elaboradas fueron del visitantes que del local. La llegada de Luis Suárez
al área argentina –después de cuatro pases– en la que le hizo un “caño” a Fernández
junto al palo derecho y de no ser por el cruce de Garay, hubiera llegado el
primer gol. Siete pases se dieron antes que Álvaro González rematara por la
derecha. Lo mismo podemos decir del disparo de Cavani, después de perfilarse en
el vértice del área... No hubo acierto, es verdad, pero se pudieron ver las
intenciones del contragolpe.
APUESTA
DE ARGENTINA
La selección albiceleste propuso el mismo
esquema que en otros partidos. Un claro 1-4-1-3-2. Un sistema defensivo cuyos
nombres se podrían repetir de memoria. (Un acierto, sin duda, pero se siguen
manteniendo algunos desajustes por el lado derecho: Zabaleta-Fernández). Cuatro
zagueros y un stopper o escoba (Mascherano) por delante. En el eje, un trío
formado por Messi-Gago-Di María, mientras que adelante se encontraban Higuaín y
Agüero, como puntas abriendo el campo.
Salvo el Kun, que se ofrecía con mucha
movilidad, el poder ofensivo se atascaba en las botas de Gago que parecía el
dueño del balón. Buscó la banda izquierda por las subidas de Di María o Agüero,
pero sus pases fueron inútiles. La mayoría de ellos parecieron un rondo en
campo propio. Gago se olvidó de Messi que le tenía al lado y le cedió como
mucho cinco pases cortos con un rival-pegado. Lo mismo podemos decir de los
pases a Higuaín, más adelantado y sobre la banda derecha. No recibió ninguna
cesión de Gago.
Lo primero que pensamos: han sido las
declaraciones previas del entrenador. Parecía no transmitir confianza al
equipo, sino temor. ¿Temor de qué? Acaso ¿se los iban a comer crudos como
ocurrió en la Copa de América? Esa fue la intuición que tuvimos en el opaco
primer periodo de Argentina, pero con un andamiaje bien ordenado por Uruguay.
Argentina, excepto una, todas las ocasiones
fueron en situaciones individuales. Los tiros a larga distancia de Rojo y Gago;
el remate de Di María –gris en la primera mitad– y la extraordinaria jugada de
Messi que mereció ser gol, tras sortear cuatro rivales en carrera y rematando
picado con sobrada calidad el balón de zurda que golpeó el travesaño. La siguiente,
también de Messi en un tiro libre con rosca que intentó colar la pelota por la
escuadra izquierda, pero Muslera estuvo atento y salvó con una mano.
La única jugada elaborada que hicieron los
argentinos fue de Kun-Messi-Higuaín. Pase en profundidad a la izquierda, Kun
pasó a Messi, volvió el balón en un despeje defectuoso a Kun y vio a un
compañero en el segundo palo. Higuaín no supo aprovechar a la primera. Su
remate golpeó la red por fuera.
El primer tiempo fue intenso –por la presión
de Uruguay– pero con la apatía de su rival que no encontraba hueco y le quemaba
el balón. Se enredó por falta de luces o tal vez por tener que tomar la
iniciativa.
JUGADA
POLÉMICA Y DOS ERRORES DEL ÁRBITRO
La jugada en el área argentina fue tan
rápida que nadie se atrevió a analizarla. Pase al claro a Lugano que llega a la
carrera y salida fulgurante y arriesgada de Romero para evitar el gol. El
zaguero uruguayo llegó antes y puntea el balón. El guardameta argentino intentó
manotearlo y se topó con la bota de su rival. Si Romero no encoge los
brazos para asir el balón hacia el cuerpo, nada hubiera pasado. Además, el
campo estaba resbaladizo.
La apreciación de la acción la hemos
repetida cuadro por cuadro en el vídeo, y repetimos, el zaguero pegó al balón
antes de la llegada del guardameta. El árbitro, rodeado por casi todo el equipo
argentino cayó en el error. Le mostró tarjeta amarilla a Lugano. ¿Un error?
Demostró una indecisión tremenda. Porque si estuviera convencido de la falta
hubiera mostrado tarjeta roja y
expulsión.
El otro fallo del colegiado brasileño
Leandor Vuaden fue casi al final del encuentro. Máximo Pereira le dio un codazo
a Messi y lo lógico, roja y expulsión.
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