McIlroy:
“Impulsos juveniles” y “de cabeza” al US PGA Tour
Se veía venir…
Después de los
años magníficos en la European PGA Tour, el dulce veneno del amor juvenil y un contrato
imposible de rechazar con la multinacional NIKE ($250 millones).
Fórmulas y
maneras –según el color del cristal con que se mire– bastante convincentes para
decir un “sí” rotundo al US PGA Tour, tras los últimos años apoteósicos.
Dos “salmones”
del Grand Slam (US Open y US PGA Championship), cuatro victorias más y el
indiscutible sello de su talento.
Todo fue
cuestión de tiempo... record.
La fama de Rory
McIlroy llegó demasiado pronto. Sin tiempo para razonar. Sin tiempo para
digerirlo y mucho menos aceptarlo. Saltó al profesionalismo a los 18 años.
No abandonó sus
hábitos de joven “marchoso, alegre y bromista”.
Amigo de sus amigos. La música de su grupo favorito en el Condado de
Down. Las noches de vino y de rosas. La buena vida. Igualmente le picó el
veneno del amor.
Una “llamarada”
similar a un amor juvenil.
Aún siendo
profesional se sentía libre, tan libre como un pajarito (birdie). Similar a su
época de jugador amateur. A pesar de que no fue lo suficientemente larga para
captar la diferencia entre la una y la otra. Los escalones los subió demasiado
de prisa, de prisa…
Ni siquiera el
éxito fulgurante le permitió poner los pies en la tierra.
Vivió cinco
años como un personaje de película. De una película de Hollywood (con una “ele”
de más, aunque suene igual que su ciudad natal en su tierra). De la gran época
de producción cinematográfica.
Tal cual.
Un camino de pétalos
de rosas o de ficción.
“¡¡¡SPLOP!!!”
Y de repente se
despertó.
El sueño, sin
embargo, ha sido real.
Tan real como
la vida misma.
Por Miguel Miró
Se puede
aceptar algún caso. Un ejemplo, el de su compatriota Darren Clarke. Un jugador
curtido, un auténtico profesional que, pasado los cuarenta, ganó brillantemente el British Open en 2011.
Un premio grande después de muchos años de duro trabajo.
“Yo no voy a cambiar nada de lo que hago. Ni
tampoco por la opinión de la gente. Es verdad que bebo y fumo demasiado y me
divierto un poco demasiado en algunas ocasiones. Para mí la forma de relajarme
–el juego es muy difícil a veces– es tener una pinta y disfrutar de mí mismo”.
Darren Clarke
es uno de los grandes jugadores que admira Rory (o Rors, como le llaman sus camaradas)
y está en el círculo de los maestros que aconsejan y son como un espejo para las
futuras jóvenes estrellas norirlandesas.
Pero hay una
pequeña y gran diferencia. Clarke se lo puede permitir. Le dobla en edad a McIlroy.
Nada menos que veinte años. Y aunque Rory aparenta ser un joven asentado, serio
y sensato… no deja de tener impulsos juveniles. Quizá, demasiados impulsos.
Sus siete
semanas y media (25 días) de vacaciones después de ganar su primer torneo del
Grand Slam, el US Open Championship lo atestiguan. Tiempo suficiente para
preparar el British Open, pero no lo hizo. Y otras semanas, igualmente, olvidándose
de la cita del US PGA Open.
¿Un descuido?
Son los
impulsos, simplemente. Impulsos de juventud. Escapadas furtivas con su chica
(la tenista Carolina Wozniacki) para perderse, asistir al torneo Wimbledom, o,
tal vez, para brocearse (Costa Azul) a las orillas del Mar Mediterráneo.
Algo que dejó
descolocados a los especialistas y también a los “monstruos” del golf. Muchos
siguen sin comprenderlo. Un despiste semejante, dijeron, podría arruinar su
carrera y su fama. Su hambre de victorias en el Grand Slam. En cierta forma
llevaban razón, porque el golf es un trabajo constante, en el que no se pueden
dejar sin una preparación adecuada los últimos dos “grandes” del año.
LLUEVEN CRÍTICAS…
Y bien que lo
pagó. El British, que la temporada anterior terminó 3º y el US PGA que había
firmado dos terceros puestos en 2009 y 2010. Al final, llegó a comentar en el
Pro-Am del Irish Open: “Tenía que haber atacado diferente el campo Sandwich”. A
toro pasado se pueden analizar los errores. Pero otro norirlandés, Darren
Clarke, fue quien ganó The Open y McIlroy clasificó T25º, con una sola tarjeta
bajo par y +7 en el total de los cuatro días.
El descalabro más
gordo lo sufrió Rory en Atlanta,
Georgia. Tarjetas altas (70 73 74 74 291+11) en las cuatro jornadas y en el
fondo del “scorebord”: T64. La victoria, sorprendentemente, se la llevó el
estadounidense Keegan Bradley en un duelo inolvidable ante el favorito Jason
Dufner.
Ya lo decía
Jack Nickaus: “En toda mi carrera nunca jugué
un campeonato antes de un “major”. Necesitaba dos semanas para preparar el evento
y todos, al dedillo, los detalles del campo”.
El Oso Dorado
hizo esas declaraciones al comprobar que el astro norirlandés disputó el WGC Bridgestone
Invitational en Akron, una semana antes del PGA.
Los impulsos
juveniles –guste o no guste– son así. Totalmente imprevisibles.
EXHIBICIÓN EN EUROPA
Tan
imprevisible ha sido igualmente cómo acabó la temporada 2011 en el tour europeo.
Realmente impresionante. Media docena de torneos de los cuales Cuatro!!! Top-3
y cinco!!! Top-10.
Una victoria (1º
UBS Hong Kong Open, 12 bajo par), (2º Alfred Dunhill Links Championship, -20;
2º Abu Dhabi HSBC Championship, -16; 3º European Masters -15; 3º KLM Duch Open,
-10; 4º WGC HSBC de Shangai-China, -15)… y por último, 11º en Dubai World en
diciembre.
Aunque eso no fue
todo. Su triunfo en Hong Kong empezó con 64 y terminó con 65 golpes, 268 en total, 12 bajo
par. Un subidón increíble en el que sumó 5!!! tarjetas –que se dice pronto– de 65, dos
de 66
y una de 64,
con el que abrió su segunda victoria en Asia, en el European PGA Tour.
Sin olvidar que
un año antes, en ese mismo campo, había dejado huella al firmar una tarjeta de 63
golpes, aunque terminó tercero.
Un final
inesperado. Rory McIlroy tiene esos impulsos y ese talento.
Decidió hacerlo
“a su manera”, como los jóvenes.
Todos hemos
sigo jóvenes.
¿Quién no ha
cometido locuras a la misma edad?
Quién diga lo
contrario… Tire la primera bola o calle para siempre.
El norirlandés
disputó 86 campeonatos en Europa desde que se pasó al profesionalismo (2007 a
2012), mientras que en Estados Unidos irrumpió en 2009 y “explotó” en las
últimas tres temporadas (2009-2012).
Primero en los
campeonatos del Grand Slam, donde sus actuaciones dejaron de relieve su gran
talento. Y después su espectacular campaña 2012, donde ha sumado un total de
seis títulos en terreno estadounidense en tres años. La diferencia es notable,
porque en Europa sólo tiene solamente tres victorias.
(continuará)
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