lunes, 28 de octubre de 2013

CLÁSICO DEMASIADO TÁCTICO



Barcelona tumba a un
  Real Madrid descosido

Por Miguel Miró
No es cierto que un clásico dure 90 o 93 minutos. En España se juega durante toda la semana. Es como una “atracción fatal”. El match empieza mucho antes en los Medios. Tiene sus motivos, evidentemente.
Por el prestigio y rango que conlleva y también porque ambos equipos están considerados como los “mejores del mundo”. Y supone, a la vez, una referencia para los buenos aficionados al fútbol.
Una rivalidad que prevalece desde hace muchos años y parece inagotable.
La prueba está en el abanico de figuras –nacionales y extranjeras– en cada uno de los dos planteles. Los matches Barcelona-Real Madrid se consideran como uno de los acontecimientos a nivel mundial.
Lo que algunos llaman el partido del Siglo o de la Historia, exagerando los términos. Porque tanto en la Liga como en los campeonatos internaciones, se repiten hasta la saciedad.
El abanico se abre al principio de la semana y salen a la palestra los nombres de los jugadores en cada una de sus aspas o tablillas. Las apuestas, con más virulencia, también se propagan y salen a luz historias de todos los colores.
Y después pasa, lo que pasa.
Como en las películas. El cartel de los actores y el director y la publicidad. El equipo se queda entre las tinieblas (la fotografía, la puesta en escena, los encuadres, etc). Una gran producción puede ser un éxito o un fracaso según el argumento o la historia, a pesar del magnífico reparto de grandes actores. Depende, claro está, en el gusto de cada uno.
En un partido de fútbol sucede algo parecido. No son sólo los actores y el director los que prevalecen, sino la sincronización de todo el equipo y sus planes de juego. Esta es la diferencia entre Barcelona y Real Madrid. Por eso la victoria se inclinó por el equipo azulgrana, que a la vez, jugó mejor que su oponente. Fue más equipo que su adversario.
Faltó el tomate, para algunos. Tal vez por eso no tuvo la emoción y la trascendencia y espectacularidad de otros clásicos.
Solo una anécdota, Cristiano hizo el ridículo. 

BARCELONA: TACTICAMENTE IMPECABLE  
El caparazón (sistema) no cambió (1-3-1-3-3), pero sí la intensa presión en todo el campo y los planes de juego. El equipo azulgrana instaló su laboratorio en el eje del campo. Asimismo ajustó su sistema defensivo que funcionó como un “reloj” durante el primer tiempo. La acumulación de volantes cumplió al pie de la letra el planteamiento. La eliminación de un delantero tenía fundamento. (Francisco Fábregas por Alexis Sánchez o Pedro Rodríguez).
Hubo asimismo otras dos variantes importantes en el Barcelona. Algo que no esperaba el rival y han sido un complemento valioso. El más positivo ha sido el tándem Xavi Hernández-Andrés Iniesta, una asociación con más empatía, pero invirtiendo los galones. En esta ocasión, el “arquitecto” principal no fue Xavi sino Iniesta quien llevaba la batuta, aunque ambos se juntaron en el campo, mientras que Busquets y Piqué (inmejorable en su juego aéreo) se hicieron líderes en la cobertura. Neymar, igualmente, asumió todas las responsabilidades en el ataque. De su bota llegó el primer gol y el pase a Alexis en el segundo.
El técnico Gerardo Martino también tenía otra carta bajo la manga. Una variante que frenó y maniató a su rival, en casi todas sus acciones ofensivas. El “engaño” de Lionel Messi sin balón, volcado a la banda derecha para impedir la subida de Marcelo y que desconectaba, al mismo tiempo a Modric con Cristiano. Los movimientos sin balón del astro argentino –tal vez por molestias o por precaución– han sido constantes. Una misión gris con resultados positivos, teniendo en cuenta la aportación al equipo.
Hasta nos atreveríamos a afirmar que despistó al equipo adversario. Messi no estuvo durante todo el partido pegado a la banda para abrir el campo, se retrasó a colaborar en la recuperación del balón en la zona central y también se movió al centro del ataque. Aunque su primer disparo llegó en un sprint por el pasillo derecho. No pudo enganchar bien el balón y le falló la rosca al segundo palo.
La circulación del argentino también permutó posiciones con Fábregas, que, además de hacer un trabajo fino en la zona ancha, desdoblaba en la recuperación y como falso “9” o como apoyo de Neymar.
La intención del entrenador fue tratar de frenar la contra del adversario y  “matar” el partido en el primer tiempo. Faltó, sin embargo, la última puntada en los disparos, porque las intenciones y ocasiones fueron muchas. Una idea nada descabellada, teniendo en cuenta la desorientación de Real Madrid, y la presión de anular a los lanzadores laterales.
Con los deberes bien cumplidos. Orden en el sistema de contención y  recuperación, se centró en el ataque por la banda izquierda. Por el lado de Neymar –autor del primer gol– aprovechando la explosión de sus salidas en corto o largo, y el apoyo incomparable de Iniesta, Adriano y Fábregas.  
Barcelona dominó de principio a fin la primera mitad y el comienzo de la segunda.
Tras el descanso, el plan B fue dejar la iniciativa del rival, después de comprobar la cantidad de veces que perdió el balón en la línea central. Sin embargo, la intensa presión hizo mella entre los azulgranas. La “gasolina” estaba en la reserva y dio demasiadas concesiones en la zona ancha, reculando las líneas unos metros y después demasiado cerca del área.
El agobio que supuso los arreones blancos que subió sus líneas en busca del empate. Hubo un momento, igualmente, que el match se rompió y se asumió el riesgo del ida/vuelta, con opciones para ambos equipos. Pero los riesgos y las prisas provocan un socavón en el campo madridista.
Hasta que apareció el niño maravilla para marcar el segundo gol azulgrana en el tiempo justo y momento oportuno para volver a recuperar más oxígeno. Aún así, Barcelona por juego y por el trabajo desarrollado en el campo fue un claro merecedor de la victoria en un partido más táctico que espectacular.  
  

REAL MADRID: DESPIERTA TARDE
Sobre el papel no parecía un esquema netamente defensivo (1-4-1-2-3). Con Diego López en los tres palos, una línea de cuatro con Carvajal, Varane, Pepe y Marcelo; Ramos, como defensa escoba, pero suelto para colaborar con los volantes, junto a Khedira, por la derecha y Modrick, por la izquierda, y tres delanteros: Di María, Bale y Cristiano.
Real Madrid ofrecía en el clásico algunas variantes. El cambio de posición entre los dos zagueros (Varane, a la derecha y Pepe a la izquierda), la demarcación de Sergio Ramos por delante y la presencia de Gareth Bale en la delantera.
Aunque muchos se sorprendieran, y se hicieron “bromas” contra Ancelotti, la ubicación de Ramos no es ninguna broma ni ensayo. Por lo general, y cualquiera lo puede consultar en los partidos de Liga y la selección, el defensa suele subir. Incluso para erigirse como líder y distribuidor el juego. Lo hizo en los primeros partidos de Liga, junto a Pepe. Y en la selección, más de lo mismo.
Hasta el punto que ya lo criticamos en los partidos de la selección. Se adelanta muy a menudo y deja su zona descubierta. Un riesgo que, ya adelantado como en el clásico tenía la oportunidad de demostrar sus cualidades con más libertad en el juego, pero la desaprovechó.
A pesar de las apariencias, el equipo blanco estuvo  completamente plano durante el primer tiempo. Preocupado más de la cuestión defensiva que la ofensiva. Nada menos que siete jugadores junto al meta si agregamos a Khedira y Modrick que cubrían las bandas celosamente.
Si añadimos que Modridk y Di María son en teoría los “lanzadores”, fueron anulados por el poblado mediocampo azulgrana, tanto Cristiano como Bale estaban solos como náufragos en el ataque.
Un decepcionante comienzo para Real Madrid que por ligar, no ligaba nada por la falta de posesión del balón. Algunos disparos de larga distancia (dos y un cabezazo de Gareth Bale) y uno de Cristiano. Escaso ataque blanco, mientras que el líder azulgrana tuvo el dominio de la situación.  
No obstante, Ancelotti suele ser bastante calculador. Su pensamiento, intuimos, estaba en el empate (0-0) en la primera mitad. Pero se fue a los vestuarios con una desventaja de un gol, algo que suponía demasiado ajustado para que el rival se “relajase”.  
Por ese motivo hizo variaciones en el arranque de la segunda mitad. Puso a Bale con Carvajal en banda derecha, pasó a Di María junto a Cristiano en la izquierda, Modrick le situó en el medio y mandó que subiera más Khedira. Asimismo adelantó sus líneas a la zona central. Una fórmula que funcionó a medias, porque si bien el alemán pisó el área por sorpresa y Modrick le dio cierta consistencia en la recuperación de balones pasada la medular. Bale y Cristiano no respondieron como se esperaba.
El cambio de Illarramendi por Ramos no estaba previsto. Pero Ancelotti no tuvo más remedio que hacerlo para no quedarse con diez jugadores. Lo hizo unos minutos después de que el árbitro le perdonara al defensa merengue la tarjeta por una falta a Iniesta (por detrás y al tobillo).
Sin embargo, la reacción del Real Madrid llegó con la entrada de Benzema, más activo que Bale, Cristiano y Di María juntos. Se comprobaría minutos después con un bombazo a la cruceta del palo izquierdo de Valdés.
Este disparo y la forma de recular el Barcelona por el desgaste físico, se abrió el cielo para los merengues. Aunque  con más corazón que cabeza y arriesgando más de la cuenta con las líneas demasiado adelantadas. Con el partido roto, llegó el golazo de Alexis Sánchez, en un contraataque a pase de Neymar. Un pique con vaselina aprovechando que Diego López estaba adelantado. Poco más de 10 minutos no fueron suficientes para intentar el empate. Los vicios individuales se mantienen en el conjunto merengue, tal vez por eso se encuentre encorsetado con el nuevo sistema. Un dibujo que fue cambiando sobre la marcha con nuevos planes de juego, pero con resultado nulo al no ser correspondido por el grupo.

CRISTIANO HACE EL RIDÍCULO
Cristiano provoca el penalty en el clásico.
Y no es el primero. Ya un colegiado extranjero había declarado en sus primeras temporadas en el equipo blanco que era “piscinero”. En aquél momento, defendimos al delantero portugués.
Sin embargo, se está pasando demasiado de la línea roja el “delantero merengue” por engañar a sus rivales, árbitros, compañeros, público y a su propio caché de jugador goleador.  
Al mismo tiempo daña la imagen del fútbol. Degrada, en cierta forma, la profesión del futbolista. Ya son demasiadas sus artimañas para fabricar faltas o penalties al saberse protegido por los medios y los incrédulos aficionados.
Vamos a explicarlo con palabras.
Mascherano y Cristiano corren en paralelo en busca de un balón adelantado que, por cierto, ninguno de los dos controla. En un momento dado el portugués abre el brazo izquierdo y se cruza en velocidad en el camino del rival. El movimiento del brazo, por lo inercia, provoca que se ponga en guardia Mascherano, pero el choque se produce. Hace contacto con el delantero blanco. La caída de Cristiano es la de un auténtico especialista de cine en su aparatosa caída. No es penalty.
Todos sabemos que el cine, mal llamado séptimo arte, es ficción.
Además pierde unos minutos de oro perjudicando a su equipo protestando como un niño enrabietado. Insultando al árbitro y linier. Hace un auténtico ridículo ante el público del Camp Nou y los 400.000 espectadores que ven el espectáculo más delirante e insólito a través de la televisión.
La situación es similar al penalty que le pitaron a Welington sobre Bale, también provocado. El galés no pisa el balón, lo desplaza y gira su cuerpo por sorpresa para que el contacto se produzca y ante el choque cae en el área engañando al árbitro. No es penalty.
Para terminar, la expulsión de Chiellini en el Real Madrid-Juventus. El árbitro no contempla el supuesto codazo del italiano al portugués, sino que pita y muestra tarjeta roja por considerar una “jugada manifiesta de gol”.
El simulacro de Cristiano consiste  en que supera en velocidad al zaguero y al ver los brazos extendidos de Chiellini arquea el cuerpo para delante y choca a propósito con el brazo izquierdo de su adversario y hace teatro.
Lo más lamentable es que en el acta el colegiado alemán pondrá “jugada manifiesta de gol” y no es cierto, porque el balón está más controlado por el bianconero y su trayectoria no llevaba la dirección directa a los tres palos.

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