Barcelona tumba a un
Real Madrid descosido
Real Madrid descosido
Por Miguel Miró
No
es cierto que un clásico dure 90 o 93 minutos. En España se juega durante toda
la semana. Es como una “atracción fatal”. El match empieza mucho antes en los
Medios. Tiene sus motivos, evidentemente.
Por
el prestigio y rango que conlleva y también porque ambos equipos están
considerados como los “mejores del mundo”. Y supone, a la vez, una referencia
para los buenos aficionados al fútbol.
Una
rivalidad que prevalece desde hace muchos años y parece inagotable.
La
prueba está en el abanico de figuras –nacionales y extranjeras– en cada uno de
los dos planteles. Los matches Barcelona-Real Madrid se consideran como uno de
los acontecimientos a nivel mundial.
Lo
que algunos llaman el partido del Siglo o de la Historia, exagerando los
términos. Porque tanto en la Liga como en los campeonatos internaciones, se
repiten hasta la saciedad.
El
abanico se abre al principio de la semana y salen a la palestra los nombres de
los jugadores en cada una de sus aspas o tablillas. Las apuestas, con más
virulencia, también se propagan y salen a luz historias de todos los colores.
Y
después pasa, lo que pasa.
Como
en las películas. El cartel de los actores y el director y la publicidad. El
equipo se queda entre las tinieblas (la fotografía, la puesta en escena, los
encuadres, etc). Una gran producción puede ser un éxito o un fracaso según el
argumento o la historia, a pesar del magnífico reparto de grandes actores.
Depende, claro está, en el gusto de cada uno.
En
un partido de fútbol sucede algo parecido. No son sólo los actores y el
director los que prevalecen, sino la sincronización de todo el equipo y sus
planes de juego. Esta es la diferencia entre Barcelona y Real Madrid. Por eso la
victoria se inclinó por el equipo azulgrana, que a la vez, jugó mejor que su
oponente. Fue más equipo que su adversario.
Faltó
el tomate, para algunos. Tal vez por eso no tuvo la emoción y la trascendencia
y espectacularidad de otros clásicos.
Solo
una anécdota, Cristiano hizo el ridículo.
BARCELONA: TACTICAMENTE IMPECABLE
El
caparazón (sistema) no cambió (1-3-1-3-3), pero sí la intensa presión en todo
el campo y los planes de juego. El equipo azulgrana instaló su laboratorio en
el eje del campo. Asimismo ajustó su sistema defensivo que funcionó como un
“reloj” durante el primer tiempo. La acumulación de volantes cumplió al pie de
la letra el planteamiento. La eliminación de un delantero tenía fundamento. (Francisco
Fábregas por Alexis Sánchez o Pedro Rodríguez).
Hubo
asimismo otras dos variantes importantes en el Barcelona. Algo que no esperaba
el rival y han sido un complemento valioso. El más positivo ha sido el tándem
Xavi Hernández-Andrés Iniesta, una asociación con más empatía, pero invirtiendo
los galones. En esta ocasión, el “arquitecto” principal no fue Xavi sino
Iniesta quien llevaba la batuta, aunque ambos se juntaron en el campo, mientras
que Busquets y Piqué (inmejorable en su juego aéreo) se hicieron líderes en la
cobertura. Neymar, igualmente, asumió todas las responsabilidades en el ataque.
De su bota llegó el primer gol y el pase a Alexis en el segundo.
El
técnico Gerardo Martino también tenía otra carta bajo la manga. Una variante
que frenó y maniató a su rival, en casi todas sus acciones ofensivas. El
“engaño” de Lionel Messi sin balón, volcado a la banda derecha para impedir la
subida de Marcelo y que desconectaba, al mismo tiempo a Modric con Cristiano.
Los movimientos sin balón del astro argentino –tal vez por molestias o por
precaución– han sido constantes. Una misión gris con resultados positivos,
teniendo en cuenta la aportación al equipo.
Hasta
nos atreveríamos a afirmar que despistó al equipo adversario. Messi no estuvo
durante todo el partido pegado a la banda para abrir el campo, se retrasó a
colaborar en la recuperación del balón en la zona central y también se movió al
centro del ataque. Aunque su primer disparo llegó en un sprint por el pasillo
derecho. No pudo enganchar bien el balón y le falló la rosca al segundo palo.
La
circulación del argentino también permutó posiciones con Fábregas, que, además
de hacer un trabajo fino en la zona ancha, desdoblaba en la recuperación y como
falso “9” o como apoyo de Neymar.
La
intención del entrenador fue tratar de frenar la contra del adversario y “matar” el partido en el primer tiempo. Faltó,
sin embargo, la última puntada en los disparos, porque las intenciones y
ocasiones fueron muchas. Una idea nada descabellada, teniendo en cuenta la
desorientación de Real Madrid, y la presión de anular a los lanzadores
laterales.
Con
los deberes bien cumplidos. Orden en el sistema de contención y recuperación, se centró en el ataque por la
banda izquierda. Por el lado de Neymar –autor del primer gol– aprovechando la
explosión de sus salidas en corto o largo, y el apoyo incomparable de Iniesta,
Adriano y Fábregas.
Barcelona
dominó de principio a fin la primera mitad y el comienzo de la segunda.
Tras
el descanso, el plan B fue dejar la iniciativa del rival, después de comprobar
la cantidad de veces que perdió el balón en la línea central. Sin embargo, la
intensa presión hizo mella entre los azulgranas. La “gasolina” estaba en la
reserva y dio demasiadas concesiones en la zona ancha, reculando las líneas
unos metros y después demasiado cerca del área.
El
agobio que supuso los arreones blancos que subió sus líneas en busca del
empate. Hubo un momento, igualmente, que el match se rompió y se asumió el
riesgo del ida/vuelta, con opciones para ambos equipos. Pero los riesgos y las
prisas provocan un socavón en el campo madridista.
Hasta
que apareció el niño maravilla para marcar el segundo gol azulgrana en el
tiempo justo y momento oportuno para volver a recuperar más oxígeno. Aún así,
Barcelona por juego y por el trabajo desarrollado en el campo fue un claro merecedor
de la victoria en un partido más táctico que espectacular.
REAL MADRID: DESPIERTA TARDE
Sobre
el papel no parecía un esquema netamente defensivo (1-4-1-2-3). Con Diego López
en los tres palos, una línea de cuatro con Carvajal, Varane, Pepe y Marcelo;
Ramos, como defensa escoba, pero suelto para colaborar con los volantes, junto
a Khedira, por la derecha y Modrick, por la izquierda, y tres delanteros: Di
María, Bale y Cristiano.
Real
Madrid ofrecía en el clásico algunas variantes. El cambio de posición entre los
dos zagueros (Varane, a la derecha y Pepe a la izquierda), la demarcación de
Sergio Ramos por delante y la presencia de Gareth Bale en la delantera.
Aunque
muchos se sorprendieran, y se hicieron “bromas” contra Ancelotti, la ubicación
de Ramos no es ninguna broma ni ensayo. Por lo general, y cualquiera lo puede
consultar en los partidos de Liga y la selección, el defensa suele subir.
Incluso para erigirse como líder y distribuidor el juego. Lo hizo en los
primeros partidos de Liga, junto a Pepe. Y en la selección, más de lo mismo.
Hasta
el punto que ya lo criticamos en los partidos de la selección. Se adelanta muy
a menudo y deja su zona descubierta. Un riesgo que, ya adelantado como en el
clásico tenía la oportunidad de demostrar sus cualidades con más libertad en el
juego, pero la desaprovechó.
A
pesar de las apariencias, el equipo blanco estuvo completamente plano durante el primer tiempo.
Preocupado más de la cuestión defensiva que la ofensiva. Nada menos que siete
jugadores junto al meta si agregamos a Khedira y Modrick que cubrían las bandas
celosamente.
Si
añadimos que Modridk y Di María son en teoría los “lanzadores”, fueron anulados
por el poblado mediocampo azulgrana, tanto Cristiano como Bale estaban solos
como náufragos en el ataque.
Un
decepcionante comienzo para Real Madrid que por ligar, no ligaba nada por la
falta de posesión del balón. Algunos disparos de larga distancia (dos y un
cabezazo de Gareth Bale) y uno de Cristiano. Escaso ataque blanco, mientras que
el líder azulgrana tuvo el dominio de la situación.
No
obstante, Ancelotti suele ser bastante calculador. Su pensamiento, intuimos,
estaba en el empate (0-0) en la primera mitad. Pero se fue a los vestuarios con
una desventaja de un gol, algo que suponía demasiado ajustado para que el rival
se “relajase”.
Por
ese motivo hizo variaciones en el arranque de la segunda mitad. Puso a Bale con
Carvajal en banda derecha, pasó a Di María junto a Cristiano en la izquierda,
Modrick le situó en el medio y mandó que subiera más Khedira. Asimismo adelantó
sus líneas a la zona central. Una fórmula que funcionó a medias, porque si bien
el alemán pisó el área por sorpresa y Modrick le dio cierta consistencia en la
recuperación de balones pasada la medular. Bale y Cristiano no respondieron
como se esperaba.
El
cambio de Illarramendi por Ramos no estaba previsto. Pero Ancelotti no tuvo más
remedio que hacerlo para no quedarse con diez jugadores. Lo hizo unos minutos
después de que el árbitro le perdonara al defensa merengue la tarjeta por una
falta a Iniesta (por detrás y al tobillo).
Sin
embargo, la reacción del Real Madrid llegó con la entrada de Benzema, más
activo que Bale, Cristiano y Di María juntos. Se comprobaría minutos después
con un bombazo a la cruceta del palo izquierdo de Valdés.
Este
disparo y la forma de recular el Barcelona por el desgaste físico, se abrió el
cielo para los merengues. Aunque con más
corazón que cabeza y arriesgando más de la cuenta con las líneas demasiado
adelantadas. Con el partido roto, llegó el golazo de Alexis Sánchez, en un
contraataque a pase de Neymar. Un pique con vaselina aprovechando que Diego
López estaba adelantado. Poco más de 10 minutos no fueron suficientes para
intentar el empate. Los vicios individuales se mantienen en el conjunto
merengue, tal vez por eso se encuentre encorsetado con el nuevo sistema. Un dibujo
que fue cambiando sobre la marcha con nuevos planes de juego, pero con
resultado nulo al no ser correspondido por el grupo.
CRISTIANO HACE
EL RIDÍCULO
Cristiano
provoca el penalty en el clásico.
Y
no es el primero. Ya un colegiado extranjero había declarado en sus primeras
temporadas en el equipo blanco que era “piscinero”. En aquél momento,
defendimos al delantero portugués.
Sin
embargo, se está pasando demasiado de la línea roja el “delantero merengue” por
engañar a sus rivales, árbitros, compañeros, público y a su propio caché de
jugador goleador.
Al
mismo tiempo daña la imagen del fútbol. Degrada, en cierta forma, la profesión
del futbolista. Ya son demasiadas sus artimañas para fabricar faltas o
penalties al saberse protegido por los medios y los incrédulos aficionados.
Vamos
a explicarlo con palabras.
Mascherano
y Cristiano corren en paralelo en busca de un balón adelantado que, por cierto,
ninguno de los dos controla. En un momento dado el portugués abre el brazo
izquierdo y se cruza en velocidad en el camino del rival. El movimiento del
brazo, por lo inercia, provoca que se ponga en guardia Mascherano, pero el
choque se produce. Hace contacto con el delantero blanco. La caída de Cristiano
es la de un auténtico especialista de cine en su aparatosa caída. No es penalty.
Todos
sabemos que el cine, mal llamado séptimo arte, es ficción.
Además
pierde unos minutos de oro perjudicando a su equipo protestando como un niño
enrabietado. Insultando al árbitro y linier. Hace un auténtico ridículo ante el
público del Camp Nou y los 400.000 espectadores que ven el espectáculo
más delirante e insólito a través de la televisión.
La
situación es similar al penalty que le pitaron a Welington sobre Bale, también provocado. El galés
no pisa el balón, lo desplaza y gira su cuerpo por sorpresa para que el
contacto se produzca y ante el choque cae en el área engañando al árbitro. No es penalty.
Para
terminar, la expulsión de Chiellini en el Real Madrid-Juventus. El árbitro no
contempla el supuesto codazo del italiano al portugués, sino que pita y muestra
tarjeta roja por considerar una “jugada manifiesta de gol”.
El
simulacro de Cristiano consiste en que
supera en velocidad al zaguero y al ver los brazos extendidos de Chiellini arquea
el cuerpo para delante y choca a propósito con el brazo izquierdo de su
adversario y hace teatro.
Lo
más lamentable es que en el acta el colegiado alemán pondrá “jugada manifiesta
de gol” y no es cierto, porque el balón está más controlado por el bianconero y
su trayectoria no llevaba la dirección directa a los tres palos.