El
Pato se cabre(r)a y apaga la fiesta con un bolón magistral
Por
Miguel Miró
En el momento cumbre del putt –putt corto y aparentemente
fácil para cualquier espectador, pero acongojante para el propio jugador– la
bola, maldita bola, da la vuelta olímpica por el borde de la copa y salta como
un sapo… No es una corbata. Es una burla, un insulto.
A cualquiera se le viene el cielo encima. El
cielo y el agua que puede servir cómo disimular una lágrima de tristeza o de
rabia.
Para rematar… hace tres putts en el
siguiente. El complicado hoyo 11, con la bandera situada en un lugar perverso.
“Hoy, no es mi día”, pensó para sus adentros
el estadounidense Brandt Snedeker.
Y dejó al “Pato”… sólo. Completamente sólo contra
los aussies.
Dos “monstruos” del golf hambrientos de
gloria y un vaquero “outsider”, más testarudo que un escocés, que no quería
descabalgarse del caballo. Agarrado al campo con ventosas. Tal es la situación
que parecían tres fieras malheridas con ganas de conquista. Poner la pica en
Augusta certificando su excelente golf.
EL “PATO”… SE QUEDA SÓLO CONTRA LOS AUSSIES
Mientras Rory y su novia se dan un beso y
firman con un nuevo sponsor. Eldrick Woods busca su seña de identidad,
después de el papelón (“to drop” ilegal) y continuar en el campo. Phil
Mickelson perdido y sin brújula… Y Fred Couples agotado después de un esfuerzo
titánico, deja su sello de calidad y rememora al jovencito “Boom, Boom…” que
nos entusiasma.
El “Pato” parecía Gary Cooper, sólo ante el
peligro.
Sin embargo, seguía con su paso cansino
“chano, chano” en el campo. Sin miedo a la lluvia, sin miedo al terrorífico
campo de minas y sin miedo a los australianos que le pisaban los talones.
El “Pato”, caído del cielo como un “Ángel”, posee
grandes recursos. Una experiencia sólida y sabe lo que es ganar un Masters
(2009). Puede que engañe su manera de caminar (como un pato), al tranquillo
como si estuviera en otro planeta.
Una cosa es que no se inmute, ni se ponga
nervioso y otra muy distinta son sus estrategias de “maestro”
en un deporte inventado por el mismo diablo.
En cierta forma no lo exterioriza. Pero tiene
ojos de águila, camina como el buey y tiene un poquitín de diablo, que alarga
su exitosa carrera en el mundo del golf.
Jason Day, con su cara escondida en una
espesa barba, daba lecciones con su excelente golf. Lecciones de un juego
uniforme, regular y consistente durante el campeonato. Muy seguro de sí mismo y
sus grandes cualidades. Un virtuoso hasta que el campo de Augusta le da un
revolcón, tras una serie de tres birdies seguidos y colocarse líder. Dos
despistes inoportunos le castigan en el par 3 del 16 y en el majestuoso
penúltimo agujero, por un palo equivocado.
AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS
En el segundo golpe del 18 lo acusa y está a
punto de desmoronarse. Jason Day pierde los nervios por primera vez cara al
hoyo 72 del campeonato. Y trata de recuperarse (“destrozado”) agotando los
cinco minutos reglamentarios, mientras sus compatriotas esperan en el tee de
salida. “Muy, muy tocado”. El campo le había arrebatado su gloria, después de
un golf esplendoroso y tres vueltas de ensueño.
Lo mismo le pasa al vaquero Leishman. Pierde
su ilusión, a falta de cinco hoyos, aún “pegado” con las uñas al campo.
El “Pato” no pierde sus plumas, se mantiene
intacto. A pesar de irse al agua en el 13, visitar el bunker en el 15… pero
resurge en el par-3 del 16. Lo anuncia su paragüas (Ping-Ping) que lo hace
girar, apretando el mango para que no se caiga su putter. Un gran golpe de
precisión, y un putt en seco que entierra la bola para el -8. Sabe,
perfectamente, que Adam Scott tiene la misma puntuación.
Aún así pierde una gran ocasión para
aumentar su ventaja. Tiene un birdie-putt de tres metros en el 17. Lo ve tan
fácil que marra el golpe al abrirse por milímetros la bola. Es la primera vez
que se manifiesta. Se lamenta en cunclillas, escondiendo su cara con las dos
manos y bajándose la visera.
Algo similar le ocurre –antes– a Adam Scott
en ese mismo hoyo. La tensión se mastica en el ambiente. El australiano está de
dos en el green, pero no arriesga para birdie. Acerca la bola para asegurar el
par. Tal vez por la lentitud del green.
Al australiano no le vamos a descubrir
ahora, es de la generación de Sergio García. Muy metódico en su juego, sabe que
el segundo golpe es fundamental en el Augusta National. Destaca por la
regularidad y solidez de su golf. Suele cometer pocos errores.
Sin embargo, por un pelín no visita el
bunker de la izquierda en su salida del último hoyo. Busca la bajada del green
para alcanzar la bandera. Similar a Jason Day. Pero su bola no rueda, simplemente
se desliza un metro y se queda lejos del agujero (6 metros).
Un putt difícil y complicado para su
putter-escoba. La misma distancia que su compatriota, que falló el birdie-putt.
No obstante, no le tiembla la mano. Se comporta como un experto cirujano y
consigue el birdie que le pone por delante de El “Pato”. Scott lo festeja ante
la explosión del público. Como si ya tuviera el título en sus manos. Saltos,
apretones y festejos…
Una victoria anticipada, olvidándose que el
Masters no está concluido. El “Pato” y Snedeker están esperando para ejecutar
su segundo golpe durante largos 10 minutos.
EL PATO REACCIONA
La algarabía en el green del 18 provoca una
reacción inédita del Pato.
“Wait, wait…!” dice en inglés, desde una
situación privilegiada para su segundo golpe.
Al final, la algarabía se acaba y el público
vuelve a sus sillas.
Se enfada el argentino. El mismo que se
niega hablar en inglés. Pero no le faltaba razón. No se puede vender la piel
del oso… antes de cazarlo.
“Wait, wait…!” (Espera, espera…)
Le observamos más despierto que nunca. No es
de los que se arrugan. Le encantan los retos. Y ejecuta un disparo sensacional.
Un bolón magistral que clava la pelota a 90
centímetros del hoyo que sorprende al público. “Im-pre-sio-nan-te”
(Scott lo ve a través de la televisión en la
recepción de las tarjetas).
El “Pato” (Ángel Cabrera) completa los 72
hoyos del campeonato con un nuevo birdie, igualando al australiano.
Ambos tienen que volver al campo para el
desempate (play-off o muerte súbita). Una especie de lotería. No obstante, a
ninguno de los dos jugadores les “pilla” en frío, sino en plena competición.
Los dos hicieron méritos más que suficientes
para ganar, pero la balanza –después de un empate en el hoyo 18– se inclina
hacia el australiano en el segundo hoyo extra (hoyo 10, par 4) que gana con un
birdie-putt desde 3,60 metros.
Esta vez, Adam Scott, con permiso de Ángel
Cabrera, festeja por segunda vez su triunfo en el Augusta National Club de
Golf.
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