sábado, 30 de marzo de 2013

WCup/ ENCERRONA DE PARÍS


España no se “arruga” y Francia pierde “su estilo”

Por Miguel Miró
Didier Deschamps irónicamente hizo un juego de palabras avant-match.
“Vamos a dar guerra”, dijo.
Tal vez, algunos no supieron leer “entrelíneas” o interpretar sus palabras.
“Vamos a dar guerra”, dijo.
Más bien, “Mambrú (la France) se va a la Guerra”, que prácticamente es lo mismo. El seleccionador galo olvidó su etapa de jugador y se cegó con “la guerra” en lugar de demostrar el clásico estilo del football francés. Siempre exquisito en la parte técnica y en el fair play.
Elaborar, construir y ofrecer football del bueno y de calidad ante un público entregado (St Denis, 80.000 personas). Un público que entiende mucho de un deporte bien jugado.
(Los aplausos a Andrés Iniesta fueron todo un ejemplo, en el momento de su sustitución por JM Mata, así como el respeto a los himnos… ni un silbido, ni un chirrido).
Deschamps y su equipo hizo todo lo contrario. Destruir, destruir y destruir. Una consigna militar emulando a “la línea Maginot”. O “no pasarán”, para fracasar en su intento. Un plan premeditado de una nueva versión de “la verrau” (Karl Rappan, selección Suiza, Mundial 1938) y la “trampa” de una encerrona, con “fuego” en las gradas, que tampoco funcionó.

ESPAÑA, DIEZ-MADO
Incluso Deschamps –tal vez– no se diera cuenta de un pequeño detalle. Su rival jugó con 10 jugadores. España jugó diez-mado. Tanto Javier “Xavi” Hernández como Javier Alonso estaban al 50% de su rendimiento y el primero de ellos, lesionado.
¿No se lo creen?
Bastaría con recordar las veces que se adelantó al ataque Sergio Ramos
(¿Cuántas? Pocas o ninguna) y cómo se turnaban los “guardaespaldas” (Iniesta y Busquets) para cubrir la zona de Xavi en varios lances del partido.
La victoria de España –ésta vez con uniforme de ratones colorados– ha tenido, por tanto, un doble mérito. De un equipo con amor propio, personalidad, una actitud madura y sentido de la responsabilidad. Y sobre todo, cabeza e inteligencia. Sin usar malas artes y sin arrugarse. 
Precisamente cuando había que dar un puñetazo encima de la mesa entre ambos equipos.  
Un pulso titánico entre dos gallos encopetados para liderar la cabeza de la clasificación con vistas a la Copa del Mundo FIFA que se dirimirá en Brasil el próximo año. Sin tener que pasar por el “repechaje”.
Tampoco olvidamos que todavía faltan tres matches, con similares rivales. Cierto. No obstante, España dio un salto de gigante en el imponente estadio de Saint Denis.


FRANCIA DECEPCIONA
Los errores de la selección gala estuvieron en el guión. Deschamps se preocupó más de España que de su equipo propiamente dicho. De cómo frenar al rival y apostar por un planteamiento defensivo, en lugar del fútbol abierto de su equipo, que está capacitado para hacerlo.
Estaba muy claro tras plantar un escudo de choque (triángulo o la línea Maginot) en el centro y la doble cobertura por banda. Demasiadas precauciones, demasiado miedo a su adversario.
Además,  un adelantamiento de líneas y presión intensiva para favorecer
–aparentemente– el contraataque. Unas intenciones que funcionaron el primer cuarto de hora. El error del plan, se caía por sí solo, los jugadores más habilidosos equivocaron la presión con el juego bronco y las malas artes. Estaban más obsesionados en el marcaje, como sea, en lugar de desarrollar su propio fútbol.
A excepción de Ribery y Benzema, jugadores con una contrastada calidad técnica y física, el equipo se preocupó más de destruir, destruir y destruir… en lugar de elaborar juego. Un contrasentido. Si bien tenía jugadores de corte defensivo, anuló su propuesta al seleccionar a futbolistas jóvenes de futuro, que los tiene Francia y bien que abundan en la Premier League.
(Un trabajo que había empezado Laurent Blanc y su intención se fue al traste por los resultados en la Eurocopa de Naciones 2012. Sin embargo señaló el camino. Lo intentó con Nasri y Ben Arfar entre otros, auténticas estrellas de las selecciones inferiores galas).
El rocoso fútbol desarrollado por Francia evitó, igualmente, ver las enormes virtudes de Paul Lavile Pogda. Un joven de 20 años que sabe jugar más al fútbol que repartir leña en una apuesta más de guerra que el pretendido fair play de la UEFA.
Por eso nos decepcionó Francia. Optó por el hachazo en lugar del juego sutil y espectacular de antaño con estrellas rutilantes (Giresse, Vieira, Desailly, Zidane, Thuran, Petit… inolvidables).
Didier Deschamps –que también brilló con Zinedine Zidane– se aferra más al fútbol-resultado (en este caso, a no perder, al empate) que siguen manteniendo los técnicos italianos Fabio Capello y Carlo Ancelotti. 

ESPAÑA NO SE ARRUGA, SIGUE FIEL A SU ESTILO  
No vamos a negar que no fue nada fácil. Ni tampoco que ha sido un match a cara o cruz. España se jugaba mucho en el envite. Quedar en una desventaja de cinco puntos, con triunfo del local y por delante si conseguía la victoria. No obstante, en el equipo tenía dudas. No nos engañemos, había concretamente dos dudas. Las molestias de Xavi y Alonso, entre algodones desde hacía una semana. La incógnita fue ¿podrán aguantar los 90 minutos? Tan sólo estaban a un 50% de su rendimiento habitual. Algo que muy pronto se disipó por el sistema del adversario en el campo.
La “batalla” se libró en el centro del campo y la apuesta más de trinchera la propuso Francia. Aunque parezca mentira, el “remolino” en el eje favoreció a la selección española.
El adelantamiento de líneas ha obligado a recorridos cortos (distancias cortas) a la hora de defender. Por un lado, Alonso un stopper más de músculo y de choque. Su tarea fue más sencilla de lo esperado. Sobre todo en la salida al adversario, bien respaldado por Ramos en el cruce ante cualquier fallo. Además, el zaguero hizo una labor seria, sin subidas alocadas.
Y por el otro, Xavi Hernández tuvo  más libertad de movimiento para subir a sabiendas que su zona estaba bien cubierta. Bien por Iniesta (primer tiempo) y por Busquets. El orden, la seguridad, la precisión en el pase y la circulación del balón hicieron el resto. Aunque con la garantía de la profundidad en el juego largo por dentro y por fuera, a las espaldas de la línea de zagueros gala.

DEMASIADAS FRICCIONES DEL RIVAL
Hubo demasiadas fricciones en la zona ancha (22-8 faltas que pitó el árbitro, pero ignoró otras 20 y un penalty de libro del equipo local), pero aún así España no se arrugó. Aguantó las tarascadas y aseguró mucho más el balón (70% de posesión). Aunque lo más importante ha sido su arduo trabajo, con la paciencia del campeón.
Esta cuestión también les benefició a los “ratones colorados” porque a pesar de la especulación del rival y su talante defensivo, también dejaba espacios en los cambios de orientación. Una fórmula que ya empleó Manuel Pellegrini en La Rosaleda, con la finalidad de contrarrestar la presión implacable de Oporto y la basculación de sus volantes.
España –como hizo con Finlandia– no abrió y separó a sus cerebros (Cazorla, Silva e Iniesta) para buscar la jugada individual que le diera el gol. Esta vez, hizo lo contrario: les unió Xavi-Iniesta, Xavi-Busquets e Iniesta-Busquets en la misma zona. Entre ellos encontraron los espacios y desarrollaron un fútbol más fluído a pesar de las fricciones.
Igualmente, los zagueros laterales se ofrecieron más en el sube-baja, sin el abuso de los desplazamientos largos (80 metros) que suelen dejar sus bandas al descubierto. Eso sí, aprovechando el apelotonamiento en el centro del campo entre ambos equipos.

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