Al tercer “match”
resucita Barcelona y su fútbol…
Por
Miguel Miró
El equipo azulgrana dejó de lado la ausencia
del entrenador y de un presidente sin luces. Dejó de lado las protestas, los
árbitros, la apatía, los goles en contra, sus propios errores… y selló la boca
a los detractores, que se frotaban las manos anunciando el final de ciclo –que
dura más de dos décadas– y a todos aquellos que “soñaban” en su eliminación en
la Copa de Europa.
El FC Barcelona resucitó al tercer “match” y
el fútbol en general y los buenos aficionados en particular, volvieron a
festejarlo. No fue fácil. Había dudas. ¡Quién no las tenía! Parecía casi
imposible y nunca lo negamos después del match dirimido en el Giuseppe Meaza.
El AC Milán, con sus siete Copas de Europa,
no era un plato exquisito para “comérselo” en un santiamén. Y más teniendo una
ventaja de dos goles. Un freno (desde 1992) que ponía la estadística a su favor
en la competición reina.
Sin embargo, el equipo azulgrana cambió el
chip y se “zampó” a su rival, sin perder para nada su modelo de juego.
Arriesgando, sí, al colocar a tres defensas, pero poniendo en práctica las
premisas de José Guardiola, Johan Cruyff... y los “sombreros” en defensa
(Mascherano, Adriano y Alba) que se inventó Tito Vilanova en la presente
temporada.
MENTALIDAD GANADORA
Presión intensa en la recuperación del balón
en todo el campo y mentalidad “ganadora” (aún con desventaja en la
eliminatoria), pero con orden y concierto, cabeza fría e inteligencia. Sobresaliendo,
ante todo, la actitud, la calidad técnica y sobre todo la “garra”.
Actitud alta por el compromiso. Recuperación
de una calidad técnica contrastada. Por último, la “garra” al no dar nunca por
perdido un balón y una fe increíble en la clasificación para los cuartos de
final.
La gran mayoría de los medios, como suele
ser natural, hablan de una noche “Messiánica”. En cierta parte, lógico. Los
goles y los pases de gol remarcan los resultados. Nadie duda de la magia de Lionel
Messi.
No obstante, analizando fríamente el
Barcelona-Milán y sin menospreciar a todo un equipo que se entregó en cuerpo y
alma, la llave maestra de la victoria estuvo en “los dos locos bajitos” (como
Juan Manuel Serrat llamaba a los nanos en su canción).
Todos saben a quienes nos referimos: Javier
“Xavi” Hernández y Andrés Iniesta. Tanto uno como el otro. Ambos fueron los
dueños y señores del timón del barco azulgrana. Y los dos se desdoblaron en
misiones defensivas y ofensivas.
MILÁN USA SUS “ARMAS”
MILÁN USA SUS “ARMAS”
No estamos de acuerdo con muchos
especialistas que dicen: “El Milán se encerró en su área”. El cuadro
“rossonero”, con una ventaja de dos goles, utilizó sus bazas. No se encerró en
su área, sino todo lo contrario. Desplegó sus líneas en su campo –que no es lo
mismo– y en ningún momento “renunció” al ataque a través del pelotazo y la
contra.
Esperó el momento, como el cazador furtivo
protegiendo su territorio.
Sus “armas” fueron Stephan El Shaarawi y
M´Baye Niang. Savia joven con la velocidad del viento para buscar la apertura
del marcador.
La historia podría haber sido muy distinta
si Niang consigue el empate en su mano-a-mano con Víctor Valdés que escupió el
palo derecho del guardameta. El franco-senegalés arrancó al medir mal un
despeje de Javier Mascherano y por descuido de Jorge Alba (adelantado).
Además, Milán no perdió su compostura
después del primer gol de Messi. Intentó la sorpresa con una subida de Zapata y
el pelotazo (varias veces mal medidos desde la segunda línea) a la banda
izquierda. En el segundo tiempo adelantó sus líneas –al replegarse su rival– en busca del gol de la clasificación y terminó
“pagando” con el tercer tanto azulgrana.
Aún así nunca bajó la guardia ante un rival
que dominaba la situación. Tuvo, igualmente, una ocasión de oro de Robinho,
completamente solo dentro del área que Alba (uno de los “sombreros” inventados
por Vilanova) neutralizó en el momento del disparo.
Y, si alguien vuelve a repetir que Milán
jugó a la defensiva, ¿podría explicarnos cómo acabó el partido con cuatro delanteros (Boateng, Robinho, Bojan
y El Shaarawi) y un volante ofensivo (Muntari)?
BARCELONA:
PACIENCIA E INTELIGENCIA
El equipo azulgrana volvió al sistema clásico
(1-3-4-3 o 1-3-2-2-3 de Herbert Champman). Se puede apreciar (ver gráfico
superior) igualmente el paso atrás de Mascherano y el “sombrero invertido” de
Alba para prevenir cualquier fallo. Al mismo tiempo la posición de Busquets a las
espaldas de Xavi, que le toca jugar de “enganche o mediapunta”, más adelantado,
mientras que su lugar lo cubre Iniesta (como volante). Messi al centro o a la derecha
como falso “9” por detrás de Villa, que sin balón arrastra a Zapata o Mexes.
Alves como extremo nato y Pedro sube-baja como un ascensor.
Ya, el adelantamiento de Xavi y el relevo de
Iniesta es vital para “romper” la defensa milanesa, pero también la
concentración en la retaguardia. ¿Por qué insiste por la banda derecha? ¿Messi que
se mueve hacia la derecha? No. Para aprovechar el adelantamiento de Mexes, mientras
que Zapata estaba pendiente de Villa. Uno de los puntos negros del Milán.
Además, el equipo local aprovechó el marcaje en zona
al hombre de su rival para hacer la presión en la pérdida del balón. Una
presión intensiva en todo el campo, pero sobre todo adelante.
En ese error-acierto, llegó el primer gol. Muy
rápido. Error de Mexes en la salida y acierto en la conexión de Xavi-Messi. Después
los remates de Xavi e Iniesta desde fuera del área en un sube-baja y
relevándose en sus posiciones. Además, estaba la movilidad de sus compañeros en
el eje y adelante. La insistencia de la banda derecha se repetiría varias veces,
pero también por la izquierda, que terminó con el penalty-no-pitado de Abate a
Pedro. (Le empujó con el brazo para desequilibrarlo)
No es la primera vez que lo decimos. Ya en
los años de José Guardiola, siempre que Xavi se adelantaba, el Barcelona pisaba
el acelerador… como preludio de un alegre e inteligente fútbol de ataque. Sin
olvidar, por supuesto, los movimientos de Andrés Iniesta en el eje del campo.
No todos fueron aciertos en un partido de
alta tensión. Alba se asomaba por la banda izquierda, pero no recibía el balón.
También subió Piqué y llegó el drama. Por la velocidad de Niang ante Mascherano
que mide mal la distancia. Al final, balón al palo.
Un susto con respuesta inmediata, porque
Iniesta ha sido quién robó el balón en el centro del campo y vino el segundo
gol local. El empate (2-2). Iniesta-Xavi-Messi y el movimiento, sin balón, de
Villa dentro del área.
VUELTA A
LOS CUATRO ZAGUEROS
En el segundo tiempo Barcelona volvió a los
cuatro zagueros (1-4-1-4-1), pero los “locos bajitos” (Iniesta-Xavi) se juntaron
en la zona ancha para montar su laboratorio. (Ver gráfico superior) Éste
repliegue fue una invitación a Milán para adelantar sus líneas.
Pero hay otro pequeño y gran detalle: Daniel
Alves, en la línea de cobertura y ya, descaradamente, Villa y Messi casi pegados,
se situaron en la banda derecha.
Nuevo plan de juego (al contraataque) y una mayor
confianza entre los jugadores. Se apreció claramente. La reiteración de los pases
triangulados al primer toque con total precisión y confianza. El equipo se soltó
y jugó con más seguridad, tras la tensión de los primeros 45 minutos. Además de
la confianza que suponía el resultado del marcador.
El tercer gol llegó por el desajuste de la
retaguardia de Milán, con sus líneas adelantadad y ya con tres delanteros fijos al
ver el repliegue del contrario. En busca del gol que le clasificaría para
cuartos. Messi “fija” a Constant en la banda, y la jugada se produjo por el
centro, con Xavi de enganche. El pase en profundidad no fue para Alves, sino
para Villa por la derecha que no perdona.
Faltaba más de media hora para el final,
pero Barcelona ya tenía controlada la situación. Dominaba con autoridad el
partido.
APRIETA EL
RIVAL Y LLEGA EL ÚLTIMO GOL
Sólo faltaba mantener la calma y el “balón”
en el último cuarto de hora y buscar un contragolpe en velocidad. Llegó en el
tiempo añadido. Precisamente cuando el adversario apretaba de forma precipitada
con cuatro atacantes y se habían realizado todos los cambios. Con la presencia del
capitán Carlos Puyol, en el centro de la zaga; Adriano, como lateral y Alexis
Sánchez en la banda derecha.
Un pase medido de Messi al chileno y éste, a
renglón seguido, cruzó el balón ante la galopada
de Alba por la izquierda. Una jugada de billar a tres bandas. Barcelona y su fútbol
recuperaron su autoestima sin haber perdido ni un ápice toda su esencia en un
partido brillante e inteligentemente disputado.
MILÁN: LA FALTA
DE ACIERTO ASFIXIA SU JUEGO
Dos cambios realizó la AC Milán con respecto
al primer partido del Giuseppe Meaza. Igualmente, varió su esquema y la posición
en el mediocampo para el encuentro
frente a Barcelona (1-4-3-3). Puso a Monteolivo, como volante izquierdo y a
Flamini (por Muntari), a la derecha, mientras que Ambrosini en tareas de
stopper.
No nos sorprendió, sin embargo, la presencia
de M´Baye Niang (18 años) en el lugar de Pazzini (lesionado). Máxime teniendo
en cuenta la explosión en el arranque y la velocidad del franco-senegalés.
No se encerró en su área y cubrió todo su
territorio. Sus intenciones: marcar un gol que le diese el pase a los cuartos
de final. Dos delanteros rápidos, al contragolpe con pelotazos largos y
aprovechar algún error de su contrincante.
Sin embargo, se encontró con un gol temprano
de Barcelona, pero no se descompuso. Mantuvo el tipo, sin acierto aparente en
los pases largos a El Shaarawi y un Montolivo muy apagado en su juego.
Tuvo,
eso sí, una gran ocasión para arruinar la fiesta de la noche. Un despiste de
Mascherano que aprovechó Niang para plantarse solo ante Víctor Valdez. Una ocasión de oro en la que el balón
repelió el segundo palo salvándose el equipo local.
DEMASIADA TENSIÓN Y… CUATRO DELANTEROS
Empatada la eliminatoria, la squadra
italiana adelantó sus líneas al centro del campo, pero se encontró con un Barcelona
muy seguro en tareas defensivas y jugadores que desequilibran por su
virtuosismo y calidad.
Massimiliano Alegri le vio las orejas al
lobo y se lo jugó todo en la mitad del segundo tiempo, con la entrada de dos delanteros
(Robinho y Bojan) y un volante ofensivo (Muntari).
Un riesgo que pagó caro (el cuarto gol de
Barcelona) y la inoperancia de sus jugadores, por la alta tensión, que no
acertaban –por precipitación o ansiedad– batir a Víctor Valdez. A excepción de
Robinho que disfrutaría una oportunidad única dentro del área, después de dos
rechazos. Cuando el delantero brasileño se preparaba para rematar se cruzó a
tiempo Alba, logrando evitar el gol.
0 comentarios:
Publicar un comentario