La caja de música de La rosaleda no se apaga.
Sigue sonando al compás de las notas del equipo malagueño. No importa que sea
el debut en la Copa de Europa. No importa el rival, ni sus figuras millonarias.
Ya nada impresiona a los jugadores malacitanos ni tampoco al entrenador Manuel
Pelegrini.
¿Trabajo de ingeniería? ¿Trabajo mental? ¿Trabajo
psicológico?
Nada de eso. Música celestial, lecciones de
fútbol, lecciones de goles.
Y no se trata de un partido, el Málaga ya ha
jugado siete partidos, entre Liga y Copa de Europa.
Las siete notas del pentagrama.
Por Miguel Miró
Como en los buenos tiempos con la “U” de
Chile y la Universidad Católica, Liga de Quito (Ecuador), San Lorenzo y River
Plate argentino, Villarreal –donde sonaron tambores de la Copa de Europa– y
Real Madrid que no le dejaron acabar su Ópera Prima… pero lleva aún su sistema.
Su sello del contragolpe, de la salida rápida. Sólo se perdió el rombo y el
buen trato con el balón.
No es la primera vez que lo decimos, pero
los buenos técnicos lo demuestran en cualquier club, incluso sin estrellas de
relumbrón. Esos son los auténticos entrenadores.
A Pelegrini no se le cayeron los anillos por
fichar por el Málaga, ni tampoco los últimos meses para “apagar el fuego” y ser
el hombre de confianza del jeque.
El equipo cambió de sistema de juego acorde
con las características de sus jugadores. Un 4-1-4-1, que aparentemente parece
defensivo pero no lo es, ya que la intensidad en el despliegue (presión incluso
adelante) y del repliegue está bien coordinado. Un equipo compacto que maneja
bien el balón y cubre todos los sectores del campo.
Brillan Toulalan, Isco, Eliseu y los
laterales cambiados (Monreal en la izquierda), pero lo importante es el team,
que sigue dando alegría a los aficionados malacitanos. Y ante los griegos
debutó el camerunés Fabrice Olinga (16 años), con tanto desparpajo como Samuel
Eto´o en sus comienzos. Lo que demuestra, una vez más, que el técnico chileno
no tiene preferencias, y buscaba el hombre-gol.
Ya lo tiene ahora con Saviola y los volantes,
Eliseo, Portillo, Isco… Los dos goles de Isco ante el Zenit son para enmarcar.
O guardarlo en una videoteca.
¿POR QUÉ SE CULPA A
LOS GUARDAMETAS?
Algunos dicen que fue respeto, pero el
primer tiempo del Real Madrid-Manchester City no fue un alarde de fútbol. A
excepción del remate de cabeza de Higuaín, poco más de contar. Incluso el
dibujo blanco parecía un 1-4-1-4-1, teniendo en cuenta la libertad de Javier
Alonso, por delante de la defensa y la colocación de Khedira (derecha) y Essien
(izquierda), pero el alemán más adelantado junto a Di María y Cristiano. Y un solo delantero (Higuaín).
Tímido el fútbol del Real Madrid y demasiado
conservador el cuadro inglés, con un claro 1-4-4-2, aunque Nasri tuvo que
retirarse lesionado después de un encontronazo con Arbeloa. Un tiempo en el que
parecía un combate de boxeo, estudiándose en los primeros asaltos.
El segundo tiempo mejoró cuando se rompió el
partido y el cuadro local ganó merecidamente por mayor ambición, remontando los
goles del adversario. De los cinco goles que se marcaron sólo hubo uno “limpio
y claro”. El remate de media vuelta de Benzema. Balón raso pegado al palo
izquierdo de Joe Hart. Las quejas del “miedoso” técnico italiano Roberto
Mancini contra el guardameta inglés nos parecen injustas.
Lo mismo decimos de los comentarios sobre
los dos goles que le marcaron a Enrique Casillas. Veamos:
El primer gol (0-1) de Dzeko. Yaya Touré
deja en el camino a Pepe –que le lanza una tarascada– muy adelantado en campo
adversario, y le sigue Arbeloa en la galopada del marfileño. Cede el balón a
Dzeko que le tratan de cubrir Varane y otro jugador, que llegan tarde. El
delantero, después de controlar el balón en velocidad se perfila hacia la
izquierda y abre la bota. Casillas adivina su intención y se tira al segundo
palo, pero Dzeko cambia sobre la marcha y le pega de punta mal y mordido al balón al
primer palo.
El segundo gol (1-1) de Marcelo, a pase de
Di María, su remate es a media altura, pero rebota en Clichy, con las manos
pegadas al cuerpo y el balón se eleva y va a la escuadra de Hurt. Por más que
diga Mancini, nada puede hacer.
El tercer gol (1-2) se produce en un tiro
libre que ejecuta Kolarov, que Alonso con mala fortuna en el despeje clava el
balón en el palo derecho de Casillas. ¿Qué culpa tiene Casillas? Es autogol de
Javier Alonso.
El último gol (3-2) nos parece un churro de
Cristiano que no logra pegarle con el empeine de la pierna derecha. El error es
de Capmany que se agacha, le roza el balón y sorprende a su compañero Joe Hart. El meta inglés se come la pelota, pero no es culpa suya. Hart no abre la boca para
decir “mía”.
Puede que muchos piensen que queremos quitar
mérito al Real Madrid. Ni mucho menos. Tratamos lisa y llanamente de explicar
que son erróneas las críticas a los dos guardametas. Enrique Casillas y Joe
Hurt no se merecen esas dudas y críticas. Además, no intentamos sentar ninguna
clase de precedente (Bien saben los lectores que hemos sigo crítico con
Casillas anteriormente).
Sabemos que cuando se producen los goles
siempre hay errores o accidentes, por cada uno de los dos equipos. Igualmente
existe una dosis de suerte, porque el fútbol no deja de ser un juego. Podemos
escribir un libro con goles de rodilla, de oreja, de pecho, de nariz, de muslo,
de tibia y la cantidad de “churros” que se producen en los terrenos de juego.
El más famoso ha sido el gol de rodilla
de Zarra con la zamarra española (1-0). Se lo marcó a Inglaterra en la Copa
del Mundo-1950 celebrada en Brasil. Un relator de radio dijo que fue de
cabeza. Y le comparó con Wiston
Churchill. Dijo que el delantero tenía, “como Churchil, la mejor cabeza de
Europa”.
Pero: “Gol es gol”, decía Budajin Boskov.
UN
AIRBUS 480 EN EL ÁREA
Con respecto al encuentro Barcelona-Spartak
Moscú, salvo algunas ráfagas y minutos, fue técnicamente mediocre. Con enormes
lagunas para ambos equipos. Los locales no se encontraron un autobús como el
día triste del Chelsea, sino con un Airbus 480 en el área moscovita.
Un esquema es muy difícil de dibujar
teniendo en cuenta que dentro del área empezó habiendo cuatro, después cinco,
después seis y por momentos se defendían con 10. El anti fútbol en estado puro.
Pero aún así, el Spartak supo aprovechar.
En la banda, un entrenador conocido por
todos, Unai Emery, que como siempre hace las señales precisas –con los brazos,
como un empleado de pista del aeropuerto–
para colocar para colocar el coloso aéreo en el área.
El comienzo está dentro de lo previsto. Dominio
del Barcelona y gol de Tello. Sin embargo, por un error en la defensa azulgrana
llega el empate en un autogol de Alves. ¿Error del brasileño y Víctor Valdés?
No; fallo estrepitoso en el marcaje de Mascherano que demuestra ser (¿No pasó
en la Supercopa?) un “falso central”. El argentino encara de frente –no de
perfil para poder rectificar sobre la marcha–
al nigeriano Emenike y con un quiebro de cintura le deja sentado de culo.
Su centro raso lo remata Alves…
La endeblez de la defensa improvisada de cuatro
zagueros comienza con la lesión de Gerardo Piqué, pero el técnico azulgrana se
resiste hasta el gol del brasileño Rómulo, a pase de Al Arabí. Ahí se da cuenta
que las experiencias se acaban y se vuelve al 1-3-4-3, al poner a un segundo
extremo (Alexis x Alves) y más libertad a Messi, como delantero centro.
Messi puso la primera y después la segunda
en ocho minutos, dos goles que hacen poner de rodilla al Spartak y también al
partido en el tiempo extra.
RESULTADO
ENGAÑOSO
El resultado del Valencia es engañoso.
Engañoso porque el dominio del partido corresponde las tres/cuartas partes al
Bayern Münich. El otro cuarto, a las manoplas de Diego Alves y a las “manías”
del Jupp Heinkes, que siempre nos sorprende. El equipo bávaro desnuda las
carencias de su rival, pero lo deja vivo en un match que, por el juego, merece ganar por goleada.
Nos explicamos...
De acuerdo, una victoria supone €1 millón
para el club, pero hay siempre que valorar el resultado en las eliminatorias de grupos. Un empate entre “dos” se basa en el número de goles (Goal average). Y cuando el
Bayern puede golear, el técnico se reserva a su máximo goleador: Mandzukic.
¿Alguien lo entiende?
Faltando 27 minutos decide poner a Mandzukic
en el campo, frío como un témpano, tira un penalty y se lo para Diego Alves.
Lo del Valencia es para olvidar.
Organización, nula; elaboración, nula; y ataque, nulo. La defensa, un flan con
el “calamidad” Ricardo Costa. La medular, sin Gago y Albelda es un queso
gruyère y la delantera en una isla de piernas.
Demasiados extranjeros y encima “dejan salir
a Pablo Hernández al fútbol inglés”. Lo único recuperable en el equipo
valenciano son las buenas maneras técnicas de Viera que dio el pase del gol del
al paraguayo Valdez, que sustituye a Jonas y es más positivo.
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