Cambia a “cinco” titulares y también
un sistema de éxito
El Rayo Vallecano sorprendió al comienzo de
la Liga.
No sólo por jugar con tres zagueros, sino
por recuperar el sistema de Herbert Chapman. El clásico 1-3-2-2-3 y el
contragolpe. Su técnico, además, le añadió la presión en la zona central –recuperación
del balón – y en los momentos de agobio, bajar a los dos stoppers para después realizar un despliegue por sorpresa para hacer daño en el contraataque. Igualmente, el meta
ordenaba a la corta o nutrida defensa, según la situación. En los corners y
tiros libres.
Supo combinar la juventud (el club cambió
hasta apuntador en el equipo: 10 bajas y 10 altas) y la veteranía. Y le dio
galones a Dani, Amat, Javier Fuego, Trashorras –especialista en los tiros
libres– y Piti. La juventud comprendió inmediatamente la fórmula.
Por
Miguel Miró
Hasta tal punto que el grupo bien ensamblado
cumplía con creces una doble función en defensa-ataque y un nutrido centro del
campo convertido en un enjambre de “tábanos” para la recuperación del balón. La
idea no solo fue efectiva sino que entusiasmó en los primeros compases.
Es cierto que predominó la juventud, pero
sus labores se multiplicaban por tres. Este detalle se pudo apreciar en el
campo. Apoyos, relevos y cambios de posición. Una unión que le llevó al éxito.
No sólo como equipo-equipo, sino los destellos de calidad de Amat (20 años). La
labor incansable de Casado en la última línea (26 años). La técnica del
brasileño Leo Baptistao (20 años).
La seguridad como stopper de Javier Fuego. La
velocidad para ir y volver de Juan Carlos (24 años). La experiencia y la “inteligencia”
de Piti, a pesar de su doble función de sube-baja. La movilidad del danés Bille
(24 años), con o sin balón, presionando arriba como un pescador. En fin, la
labor de Trashorras a balón parado; los reflejos de Dani en los tres palos, el “correcaminos”
de Adrián (24 años) y la perseverancia de Tito.
El técnico Francisco Jémez tenía, además, un
buen banquillo en el que equilibraba juventud y veteranía. Sin olvidar a la
perla de la cantera rayista, Lass Bangoura (20 años). Jémez había conseguido un
arranque de Liga realmente espectacular, porque el equipo funcionaba a todo
trapo con pilas de litio o lo que es lo mismo el “divino tesoro” de la
juventud.
LA
PICARDÍA DEL MANZANARES
Acostumbrado a tratar bien el balón y
firmeza en la defensa de tres, el Rayo Vallecano se topó con un rival recio y “provocador”.
Que juega duro y al límite desde el primer minuto: Atlético de Madrid. A la
manera de su entrenador. (“Pierna fuerte y ablandamiento”, en la jerga del
fútbol). No obstante, el Rayo no se dejó amedrentar y practicó su fútbol
combinado sin responder a las faltas y provocaciones (anotamos 24 del Atlético;
la estadística apunta las pitadas).
El primer gol del equipo local fue precedido
de falta no pitada de Falcao. Nunca debió subir al marcador si el linier y el
árbitro se hubiesen percatado del truquillo del colombiano Falcao. En el
contragolpe rojiblanco derribó (se tiró encima) simulando un tropezón a Amat en
su carrera para llegar al área.
(La picardía de Simeone en su estado puro.
Lo mismo hacen los jugadores del Real Madrid en el área, pero al revés:
levantan los brazos y piden “mano” para ver si “pican” los árbitros).
Después, nada que objetar en los tres goles
en ¡seis minutos! del Atlético Madrid conseguidos en contragolpes rápidos en velocidad
por el flanco derecho, donde Casado se encontró con dos o tres jugadores
rojiblancos y Piti se despistó y no bajó en su auxilio como en el primer
tiempo.
El cuadro local no dejó pensar y el rival,
en lugar de ser remolón en el saque del medio campo, le dio más pólvora a los
rojiblancos. Son detalles a tener en cuenta, porque el fútbol tiene estos
vaivenes imprevistos.
Si el Atlético sorprendió en esos escasos minutos,
también marcó tres goles el Rayo en tan solo ¡seis minutos! (82´-86´-88´), que
no bajó los brazos en ningún momento. ¿Los cambios? Mejor, la “pájara” del
conjunto local y el error de su entrenador. Pensó que todo el “pescado estaba
vendido” y se equivocó. La reacción del visitante ha tenido, a nuestro
entender, mucho mérito.
Sobre todo porque el primer gol (28´) de
Mario Suárez nunca debió subir al marcador, ya que venía precedida de una falta
premeditada.
EL MIEDO
ES LIBRE…
El miedo es libre, nadie lo duda. Pero al
técnico rayista Francisco Jémez le dio “pánico” el siguiente partido ante el
Real Madrid en Vallecas. Su pánico hizo que desmontara el sistema, pusiera
cuatro zagueros en línea y cambiara cinco jugadores con respecto al disputado
en el estadio del Manzanares.
Un castigo demasiado duro para el guardameta
Dani (nada pudo hacer en los goles a quemarropa); Piti (por no ayudar a Casado);
Trashorras (más de lo mismo); Adrián (más de lo mismo) y Bille (al cambiar el
sistema o “paraguas”, como decía Herbert Chapman).
No vamos a engañar a nadie, todos los
entrenadores hacen más de lo mismo, cuando les llega el miedo al cuerpo. Empero
faltó a su palabra. Jémez dijo a su llegada al Rayo:
“Si queremos llenar Vallecas hay que intentar
que la gente se divierta”.
En pocas palabras, tenía que haberle dado
una nueva oportunidad al grupo, que entusiasmó a los buenos aficionados al
fútbol. Se lo merecía después de la reacción frente al Atlético de Madrid.
Igualmente, debería haber seguido con el mismo sistema, porque cambiarlo
suponía jugar con un hombre menos arriba.
De una forma u otra, el Real Madrid figuraba
como favorito.
VALLECAS
CON LUCES Y RAYO, CON SOMBRAS
Se sobredimensionó la suspensión del partido,
cuando una semana antes también había sucedido lo mismo en la serie A del
Calcio italiano. Lo cierto: se jugó al día siguiente con todas las luces en el
estadio de Vallecas.
Francisco Jémez optó por Labaka, Domínguez y
Delibasic en lugar de Adrián, Trashorras y Piti. Y sentó al guardameta Dani y
Bille en el banquillo. Sus puestos fueron ocupados por Ruben y el brasileño Leo
Baptistao.
La inclusión de Labaka en la defensa aumentó
la línea de zagueros a cuatro. Y como se presuponía, el Rayo no fue ni por
asombro el Rayo de los cinco primeros partidos del campeonato. La intención del
entrenador, nos suponemos porque lo hacen todos, ha sido evitar la segunda
goleada de la Liga, que no derrota.
¡Y eso que el Real Madrid no fue tan fiero
como en la temporada pasada!
Se produjeron más sombras que luces en el
Rayo. La defensa de cuatro demasiado estática practicó la trampa del fuera de
juego, con algunos aciertos y demasiadas alarmas. El centro del campo, con un
jugador menos, perdió muchos balones.
Sí; un jugador menos, porque Domínguez ha
sido un “ente autónomo” incapaz de defender. Y el ataque, salvo algunas intenciones
de Basilevic (llegando de atrás) y José Carlos (desde fuera del área), se quedó
en intenciones.
El equipo rayista no tuvo la actitud ni el
nervio de otros partidos, y dejó tres puntos negros en el campo. El
adelantamiento de Leo, dejó un agujero que tuvo que lidiar Tito, sin ayuda, con
Cristiano y Marcelo. La ausencia de Adrián por Domínguez, otro para que Benzema
se moviera a sus anchas, y sirvió de lanzadera de Arbeloa y Di María.
Y el tercer punto negro, la ausencia de
Bille presionando arriba. Leo lo intentó pero fue anulado de inmediato por la
pareja de centrales del cuadro merengue.
¿Pudo marcar un gol? En efecto, pero
Casillas primero y después Alonso, con el pecho, lo evitaron.
No obstante, si hablamos de distribuidor de
juego, la actuación del argentino Domínguez ha sido penosa. Algo similar pasaba
en el Valencia, donde había cogido mucha amistad con el entrenador, Unay Emery.
Poco o nada demostró Domínguez en el equipo valenciano.
El último apunte: Jémez consiguió lo que
quería, no ser goleado por el Real Madrid, pero se olvidó de un detalle. El
Rayo disfrutó de tres tiros libres y varios corners. Trashorras no estaba para
ejecutarlos.