A
propósito “Rock&McIlroll” y …María del Carmen Navarro
La música,
dicen algunos especialistas, conecta con la historia. Entonces por regla de
tres se puede mezclar el Country Western con el Rock n´ Roll, si se nos permite.
Jimmy Rodgers y Johnny Cash con Elvis Presley y Jerry Lee Lewis. Solamente hacemos una sugerencia.
Quienes conocen un poco la historia de la música ligera, todo es posible. ¿O
no?
Puede que
cualquiera, sin venir a cuento, saltara como un resorte y resoplara un rotundo ¡NOOoo!
Y quizá, por educación, omitiera que estábamos realmente chiflados.
--En primer lugar, no son del mismo género,
dijo levantando la voz.
Y los
vocalistas tampoco...
--Tampoco, son distintas generaciones y
distintos estilos.
Lo de las
generaciones está bien, lo aceptamos. Sin embargo, estimado amigo, tenemos
entendido que Elvis Presley y Jerry Lee Lewis saltaron a la fama cantando
baladas Country
en la década de los cincuenta. Y las canciones estaban escritas por autores de
Country, las mismas que cantaban Jimmie Rodgers (en su época) y Johnny Cash.
--Puede ser, pero no es lo mismo.
¿Y por qué
no es lo mismo?
--Nada tienen que ver el country y el rock
n´roll. Está mezclándolo todo.
También
podría ser un género “mestizo”, como el Country-Rock o Rockabilly. Esta última
definición tiene sentido. En los años veinte al Country se le llamaba
“Hillbilly”.
--Me parece que me está vacilando…
De ninguna
manera, amigo. Le estoy contando la historia del Country y sus derivaciones.
Tal como se bailaba y se baila, además, ha sido una réplica del folk irlandés
que llevaron los inmigrantes a Estados Unidos de América.
Nuestro
amigo se revuelve en el asiento, se levanta…Nos acusa de que no sabemos nada de
música y que no tenemos ni la más remota idea.
--¡Cómo se puede
mezclar cantantes sagrados, de distintas generaciones y música tan dispares
como el Country y el Rock n´Roll!
--¿Reaccionaría
algunos de ustedes igual que este señor?
Y un eco
desolador (“Y yo” “Y yo” “Y yo” “Y yo” “Y yo”…) retumba en el pub.
Vamos a
suponer que todo sea un cuento de hadas, que no lo es.
Sin
embargo, alguien nos podría explicar…
¿Por qué se ha mezclado
la música sagrada de Jack Nicklaus, la sinfonía de Seve Ballesteros, el blues
de Tiger Woods, el violín de Sam Snead o la sonata de Gary Player con el novel
campeón del US Open Championship 2011?
Por Miguel
Miró
Y… después dicen que “los milagros no existen”.
El milagro de la vida.
El milagro de la Naturaleza.
Sí; el milagro de un “kid” que ganó el US
Open Championship.
Los milagros existen.
Estamos de acuerdo en su progresión –British Open, 3º; US PGA, 3º; Masters, 15º– pero todavía nos falta una mayor perspectiva.
¿Ha sido un relámpago fugaz? Aunque muchos hayan lanzado las campanas al vuelo.
Aunque McIlroy sigue soñando despierto, el tiempo será quien determine si
entramos o no en una Nueva Era. Lo que en el deporte se suele llamar un nuevo
ciclo generacional.
El golf puede ser eterno, pero la vida, no.
La victoria de Rory McIlroy ha sido un
“revulsivo” para el golf. Es cierto. Una explosión deportiva y sociológica.
EXPLOSIÓN DEPORTIVA
McIlroy se ha ganado a pulso el US Open. Por
su juego y un swing construido a su medida en los últimos dos años. Una
demostración de confianza-actitud-carácter y desparpajo en cada uno de sus
golpes. La solidez de su golf y también por la importancia del campeonato.
Otra cuestión es la especulación o la visión
futurible –que puede ser o no– que se produjo. La estruendosa música celestial
que ha sonado en su entorno y en el golf mundial. Algo tan sonrojante como la presentación
de los chicos de Liverpool en su momento. “Fuera
Bach, fuera Beethoven, fuera Mozart… aquí están: The Beatles.
Más que nada porque, dos años antes The
Beatles se habían presentado en la Plaza de Toros de “Las Arenas” de Barcelona
y había supuesto un fiasco total de público y un debacle económico. Después,
sí, a pesar que el director Richard Lexter intentó “ridiculizarlos” en una
película inverosímil que los hizo crecer como la espuma de la cerveza.
La explosión de McIlroy debería ser más
comedida. Sin olvidar el punto mágico y el éxtasis de su golf. Pensamos que no
debemos adelantarnos a los acontecimientos. Dejemos que sea Rory quien nos demuestre
su valía y su camino en su carrera deportiva. Sin necesidad de hacer
comparaciones con otros “monstruos sagrados” del golf mundial.
EXPLOSIÓN SOCIOLÓGICA
Su alegría. Su manera de ser. Tan accesible.
El abrazo con su padre, Gerry, en el campo. Un canto a la familia, algo tan “sagrado”
en Estados Unidos y el Reino Unido. Y su imagen, tan pequeña, frágil, ante
rivales de más talla, más envergadura y mayor experiencia. Suele ser normal y
no es casual. Si antes se había ganado a los aficionados al golf europeos
mayores de 45 años (que son mayoría entre los 100 millones de golfistas en el
mundo), en el course azul del Congressional G&CC de Washington se ganó
igualmente a los norteamericanos.
No es un síndrome, ni tampoco un contagio.
Se trata de una reacción normal.
Ahora mismo, Rory McIlroy tiene muchos
padres, tíos, abuelos políticos o postizos por todo el ancho y largo mundo.
PIN VALLEY Por norma, los europeos juegan en el US PGA
Tour los torneos previos a un campeonato del Grand Slam. Sin embargo, Rory
McIlroy siguió los consejos de su “gurú”. Se entrenó en Pine Valley, New Jersey,
el mejor campo de golf de Estados Unidos. Con una puntuación de 95,75 de 100. Un
course complicado y muy penalizado. Este detalle resulta muy interesante,
porque el norilandés llegó al Congressional G&CC (59 en el ranking),
“curado de espanto”.
LA CLAVE Tan sólo en la tercera ronda se mostró
contrariado. Quizá por eso, no guardó la bola en el bolsillo en el par-5 del
hoyo 6. La llevó apretada en su mano izquierda. Fue instintivo. Momentáneo. Como
un talismán de la suerte.
Hasta el hoyo 9, no pudo controlar recto su
drive pero sí su distancia. Solo tres fairways, pero una regularidad asombrosa
en el disparo a green.
Aceitó su máquina-swing en el tee del 9. Una
espera que le benefició para calmar sus impulsos. Su segundo birdie del segundo
par-5 le devolvió la tranquilidad (-13). Una tranquilidad íntima, después
del “susto” –sí, susto- en el segundo
golpe del 6. Un despiste que le hubiese costado caro, muy caro. El tiro iba
corto con peligro de que la bola se zambullera en el agua. Sin embargo, un
efecto extraño hizo que pegara en una roca de la entrada a green, y cambiara de
dirección.
Se demostraría después, todo le saldría
redondo. Como si estuviera programado de antemano.
RECORDS
Se resalta, tal vez demasiado los records.
Algo que en el golf hay cientos de historias. Falla, muchas veces la memoria y
se le compara con Jack o Tiger o cualquier “monstruo sagrado”, sin tener en
cuenta las circunstancias, las generaciones y la máquina del tiempo.
Sobre todo en este deporte inventado, según
dicen, por el diablo.
1990.- José María Olazábal, por ejemplo, “reventó”
el Firestone Course con record-61-128-195-262 en cada una de las cuatro
vueltas. En el NEC World Series of Golf, disputado en Akron, el mismo torneo
que daría pie a los cuatro WGC actuales.
Volvamos a la tierra. El presente ¿tiene un
nombre propio? Puede ser Rory McIlroy. Pero, por favor, no hay motivo de comparaciones. Rory McIlroy es…
simplemente Rory McIlroy. Un “kid” que cuatro años después de pasarse al profesionalismo
“rompe” con su primera victoria en un campeonato del Grand Slam. Una conquista
que le engrandece y le ha puesto en órbita.
El segundo campeonato más añejo del mundo,
111 US Open. El norirlandés de 22 años fue tres veces “one” que puede ser –o no–
un nuevo ciclo en el deporte del golf. Su victoria ha sido apoteósica, de
principio a fin (wire to wire) que se
agotaron los adjetivos para él.
Lo que podríamos llamar el nuevo
resurgimiento del “Rock and McIlroll”.
Records US Open
Championship 2011
|
Rory
McIlroy batió record 72 hoyos, 268 (65-66-68-69)
|
El registro correspondía a cuatro
jugadores. Jack
Nicklaus 272 (63-71-70-68), Baltusrol, 1980; Lee Janzen 272 (67-67-69-69),
Baltusrol, 1993; T. Woods 272 (65-69-71-67), Pebble Beach,
2000; Jim Furyk 272 (67-66-67-72), Olympia
Fields, 2003
|
Batió record -16 golpes
-12 Tiger
Woods (R4), Pebble Beach 2000; -12 Gil Morgan (R3), Pebble Beach
1992.
|
Batió
record 54 hoyos: 199 (65-66-68).
|
200 Jim
Furyk (67-66-67), Olympia
Fields 2003.
|
Batió
record: 36 hoyos: 131 (65-66).
|
132 Ricky
Barnes (67-65), Bethpage Black 2009.
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US Open Championship
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(ganadores
más jóvenes)
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1.- Jimmy McDermott [1911]
--19 años, 10 meses, 14 días
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2.- F. Ouimet [1913] --20 años, 4 meses, 12 días
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3.- Gene Sarazen [1922] --20 años, 4 meses, 18 días
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4.- Jimmy McDermott [1912]
--20 años, 11 meses, 25 días
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5.- W. Anderson [1901] --21 años, 1 mes, 14 días
|
6.- H. Rowlins [1895] --21 años, 1 mes, 30 días
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7.- B. Jones
[1923] --21 años, 3 meses, 28 días
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8.- Walter Hagen [1914] --21 años, 8 meses
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9.- Rory McIlroy [2011] --22 años, 1 mes, 14 días
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Puede que algunos lo encuentren irrelevante,
pero el swing de Rory McIlroy tiene un parecido (¿o no?) a un swing que habíamos visto antes.
¿Se acuerdan de “robotito”?
Ese era el mote que le pusieron sus
compañeras –todas mayores ellas– a María del Carmen Navarro en los años
ochenta. Un prodigio que rompió todos los moldes, y como siempre pasa en
España, la descubrieron las estrellas francesas en un Campeonato de Europa
Amateur.
Una niña, de 13 años, que fue siempre un
espectáculo verla jugar. Madrileña, aunque valenciana de adopción, dejó una
huella imborrable. Devoró todos los campeonatos nacionales y consiguió, junto a
María Orueta y Macarena Campomanes, el primer título mundial por equipos en la
historia del deporte en España.
Todavía, seguramente, Laura Davis se
recordará de aquella niña prodigio, que le derrotó en el campo de El Saler durante
el Europeo Amateur. Precisamente cuando la británica sobresalía como auténtica
estrella y llegaba de dos a los par-4, por su potencia y envergadura.
¿Por qué recordamos a María del Carmen
Navarro?
Por el swing de McIlroy y por la forma de
caminar y comportarse en el campo. La española ensayaba poco o nada en los tees
de salida. Sus drives los pegaba a la primera. Una enseñanza que aprendió de su
padre, el profesional Juan Navarro, que le hacía entrenar seis horas al día.
Consiguió un swing repetitivo y elegante.
Hecho a la medida, acorde a su estatura y a su edad. Además, siempre ha sido
una auténtica fiera en el verde, en sus barbas y en la arena. Algo tan
importante en el golf como no perder los nervios y ser lo más frío y lo más humilde posible.
Pueden creerlo o no, pero siempre que vemos
jugar a Rory McIlroy nos recuerda a Maricarmen Navarro. No lo podemos evitar.
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