“Bomber” valiente, paciente; super-approach y “manitas” en el green
El arquitecto Fazio estará contento, después de alargar el campo del Augusta Nacional para que ganara Eldrick “Tiger” Woods. Ha ganado otro “bomber” –como llaman los estadounidenses a los grandes pegadores. Un “bomber” extravagante y bastante maniático por sus posturas. Tal vez, algo insólito: demasiado preocupado de su peinado ante los espectadores. Enamorado de su físico y de su extraño swing, pero también poderoso con su driver de cristal, pintado cuán Pantera rosa.
Gerry Watson, de apellido ilustre (James Watson, famoso biofísico de Chicago o el psicólogo Tom Watson, el mismo de los cinco British Open Championship), hijo de militar, ha roto nuevamente los pronósticos y defraudado a todas las encuestas previas entre los especialistas.
En la última jornada el favorito fue Phil Mickelson, un derecho que juega a zurdas, 5-4, mientras que Gerry Watson se pagaba y se pagó 7-1. Lo que nadie esperaba, sin duda, ha sido el play-off, otra especie de lotería en la que puede ganar cualquiera. Y como el Masters Tournament siempre tiene algo de mágico, el “bomber” se alió con la suerte del putter y el approach para dar el salto a la fama.
“Hace dos años no tenía ningún título y ahora tengo cuatro, nunca había soñado ganar el Masters de Augusta,” dijo Bubba –que los norteamericanos pronuncian “Baba”.
Tiene gracia el apodo, como también la fonética del inglés-americano. Lo mismo llamaban al escocés Sandy Lyle “Sandalio” o al Oso Dorado, Jack “Nícolaus”.
Tampoco sorprende la victoria de Bubba Watson ya que el Masters en sí suele ser una caja de resonancias. Sobre todo: el campo. Una edición pasada por agua y radiante sol en la clausura. Pesado y largo, aunque aguantaba bien o resbalaba la bola, y no rodaba en el green. Barro en los fairways. Las trampas del front-nine –más difíciles que años anteriores– y las dificultadas del “tubo” del hoyo 18, casi 58 metros más largo y mucha “precisión”… que se volvió manso como un cordero en la fiesta final.
¿POR QUÉ NO GANÓ…?
…Phil Mickelson, el gran favorito. Por simple “cabezota” en el par-3 del hoyo 4 (tan sencillo antes y tan difícil ahora). Un empeño vano que le costó carísimo: un triplebogey que todavía lamentará.
…Lee Westwood, el eterno favorito para los británicos. A pesar de su juego tan compacto y sólido de tee a green, no hubo forma de enterrar la bola en putts cortos y muy cortos. Tan meticuloso como flemático, hizo 128 putts en los 72 hoyos. De ellos marró al menos veinte y muchos que le hubieran llevado a la gloria. Al final enchufaría un tubo de 10 metros en el 72.
…Eldrick “Tiger” Woods, un fenómeno venido a menos. Aunque gaste toda su fortuna, nunca volverá a tener el swing mecánico pre fabricado que todo lo arrasaba. Ben Hogan, que tras un accidente de tráfico, volvió a ganar por su constancia y su swing trabajado.
…Sergio García, con un swing natural y personal increíble. Realizó tres vueltas de ensueño y una de “infierno”. Puede que le perjudicara el emparejamiento con Rory McIlroy (77) en la tercera ronda. El duelo de los dos mejores amateurs del mundo no consiguió rememorar el fuego de su verdadero esplendor.
…Rory McIlroy. Pagó muy caro sus tres semanas de descanso sin competir. La inactividad –ya lo hizo después de ganar el US Open– suele ser una mala consejera para los jugadores profesionales.
…Matt Kuchar. Una gran promesa amateur que se pasó muy pronto al profesionalismo y perdió su talento en estado puro. Ahora trata de recuperarlo. Tiene que olvidarse de la galería, concentrarse y cambiar su putter-ombligo.
…Peter Hanson salió como líder, pero perdió muy pronto su confianza en el green. Esas sensaciones que había mostrado en las anteriores jornadas.
¿POR QUÉ GANÓ BUBBA?
¿Por la varita mágica del hada madrina…?
En parte, sí, aunque suene a cuento infantil. A pesar de que su driver-rosa parecía de juguete, fue importante. No sólo se demostró en la última vuelta, sino durante todo el certamen. El campo ha sido propicio e ideal para los grandes pegadores, y él sacó humo-chispas y fuego cada vez que castigaba el cebollón a la bola. Todos lo pudimos comprobar. Los cuatro días. Similar o mayor que Fred Couples a finales de los ochenta. Bastaría con preguntárselo a sus compañeros de match. ¿Cinco, diez, quince? … Y más metros de ventaja. Incluso 20-25 metros
Sin embargo, también hay que decirlo, a pesar de sus poses demostró que tenía la cabeza bien amueblada. Ha sido valiente, cuando había que ser valiente. Arriesgó y tuvo la paciencia del campéon en la vuelta final. A cualquiera le hubiera entrado el “tembleque”, después el “albatros” de su compañero de partido, en los primeros compases del desafío. Además de tener un swing extraño y personal, sus números en el Masters fueron importantes. Sobre todo en el approach. Approach largo y medio. Y tampoco estaba “cojo” en el green. Sorprendente en el approach. Sólo falló 19 greenes en todo el torneo (cogió 53). Si su golpe largo superaba los 315 metros, también ha sido fino, un auténtico cirujano, con el putter (120 los cuatro días y una media de 1,7 aproximadamente).
Cabeza fría, paciencia de ladino, ambicioso –sin exteriorizarlo– y sobre todo valiente en sus decisiones en cada uno de los golpes. Igualmente supo explotar bien los cuatro par 5, arrancándo 8 golpes al campo (-8). Los hoyos 13 y 15 del back-nine practicamente los “machacó”. El primero de ellos empezó con el único bogey de los pares largos, pero después hizo: birdie/birdie/birdie.
No obstante, tuvo más respeto a los hoyos 2th y 8th del front-nine. Tambien intentó aprovechar su juego explosivo para marcar eagles, pero no lo consiguió.
Un solo bogey en los par-3 (12, R4), y le robó 4 golpes al campo. De los 19 birdies que consiguió, 12 los realizó en los pares-5 y 3. Además, otro de los detalles que deberíamos resaltar han sido sus 9 bogeys. Puede que parezcan muchos, pero se debe tener en cuenta las condiciones del campo durante las dos primeras jornadas.
Los momentos claves de Bubba Watson no han sido, precisamente en el juego largo. Aunque parezca increíble han sido en el green, con el putter y el hierro en el rouhg. Hierro 6 para apuntar la bandera del par-3 del 16, y dormir la bola a tres metros. Ese birdie le supuso igualar en el liderato con Louis Oosthuizen. A pesar de que la bola del sudafricano tocara hoyo.
Después tuvo una nueva chance en el 72. En el tercer golpe. La línea, perfecta y la bola pasó rozando el borde de la copa . Estos dos hoyos fueron los que le permitieron acceder al play-off, que no deja de ser una lotería. Sin embargo han sido clave para que Bubba consiguiera una mayor confianza en si mismo.
La llave del play-off estuvo en el hoyo 10, par 4, en la que el drive del estadounidense se fue al bosque, a la derecha. Su bola cayó en un camino escondido y providencial, lleno de agujas de pino. Su approach a green desde 36 metros ha sido im-pre-sio-nan-te!!! Un efecto (hook) diabólico y muy abierto consiguiéndo una posición privilegiada en el green. Su bola a 4,5 metros de bandera y posibilidades de birdie. Su oponente, en cambio, no había cogido green en su segundo golpe.
Otra perla del campeón:
“Nunca he dado lecciones de golf en mi vida. Me lo enseñó todo mi padre a los 12 años”, aclaró Bubba Watson.
OOSTHUIZEN: HISTORIA SIN PREMIO
Louis Oosthuizen escribió una página de historia en el Masters 2012. Sólo le faltó su justo premio, similar al de Gene Sarezen en 1935 (albratros-2, 15th, R-4). El italiano, que había cambiado su apellido, ganó la chaqueta verde aquél año.
Su “gloria” apareció muy rápido. En el par-5 del hoyo 2. Desde 231 metros y con un hierro 4 dio un golpe formidable al extremo contrario al que encontraba la bandera en el green. El efecto también tenía su miga. Tras botar la bola recorrió 24 metros hasta enterrarse a cámara lenta en la copa. El albatros de Oosthuizen rompió como un rugido entre el público. El sudáfricano se situaba de líder con 10 bajo par, mientras “pinchaba” Peter Hanson en el 1, empatando en el segundo lugar junto a Phil Mickelson (-8).
¿Pudo influir en la mente del jugador?
Faltaban 16 hoyos por disputar y en el campo habían leones, leopardos, tigres y hasta piscinas llenas de cocodrilos. No obstante, después de chocar las manos en alto con su caddie en un salto, mantuvieron su alegría y buen humor en el camino hacia el green. Volvieron a cruzar sus manos aleteando los dedos como si fueran las alas del albatros.
Fue una inyección de estímulo. Sin embargo, Oosthuizen no suele perder los nervios. Lo demostró en el British 2010. Igualmente es profesor de una escuela juvenil de golf en su país. Una forma de descubrir nuevos talentos. Así comenzó, desde pequeño, en este deporte con su camarada y amigo Charles Schwartzel, campeón del Masters 2011. Ambos parecen hermanos gemelos y agradecidos por la oportunidad que les brindó Ernie Els.
El entusiasmo de Louis se frenó en el par-3 del hoyo 4, quedando a tiro de uno del match estelar. Y no llevaba su amuleto. “Un punto rojo en el guante” que le permitió ser consistente hace dos años para vencer el British Open en el majestuoso campo de St Andrews. Su estrategia seguía siendo la misma. La de sus tres primeras jornadas, que acumuló cadenas de birdie en el front o en el back-nine. Aguantó bien los nueve primeros hoyos en el liderato, pero con el afán de atacar el campo le volvió a castigar con su segundo bogey en el par-4 del 10.
En el fragor de la lucha por el título cometió un error. Contagiarse de los nervios de su oponente, Gerry Watson. Se sorprendió de su juego –sinceramente, difícil de predecir– y la potencia de su drive que no cogía calle, pero siempre salía ileso en los momentos comprometidos.
Oosthuizen sabía la oportunidad que tenía en los últimos par-5 y esperaba el momento de atacar para aumentar su ventaja. Recuperar el colchón del albatros o superarlo. Y así lo hizo. Dos birdies, tras pasar el “amén corner”. Sin embargo, no contaba con la reacción de Bubba tras pinchar en la "campana" del 12. Una cadena de tres birdies consecutivos que hicieron dudar más al sudáfricano. El enemigo, al final, sería su compañero de viaje.
Llegó, entonces, el fatídico hoyo 16. Precisamente, en el que Bo van Pelt y Adam Scott hicieron un ace en la vuelta final. Ahí fue donde empezaron a sonar las alarmas. Después de mandar en el liderato –del 2 al 15, sin que nadie le tosiera– Bubba le “cazó” con un nuevo birdie. Una contrariedad que no se reflejaría en la cara del sudafricano, pero supuso un gran bofetón. El estadounidense, sin nervios ya, utilizó h-6 y el sudáfricano, que empezaba a sudar, h-7 desde el tee 16.
Oosthuizen acabó los 72 hoyos con 1 albatros, 18 birdies, 43 pares, 9 bogeys y un doblebogey. Tal vez demasiado conservador, tras el albatros en el hoyo 2. Tal vez... Asimismo, perdió la concentración al estar pendiente de Bubba. Para cualquier espectador sería algo lógico, porque nadie podía adivinar el golpe que se dibujaba en la mente del norteamericano, pero no para un jugador que mandaba en el leaderboard. Además, la diferencia con el drive era pasmosa. Un mínimo de 15 metros y un máximo de 20.
¿POR QUÉ PERDIÓ OOSTHUIZEN?
La estrategia de Louis ha sido la correcta, sólo le faltó esa racha de birdies que no llegaron nunca en la cuarta ronda. Arrancó tres golpes en los par-3 donde sólo cometió un bogey (hoyo 4, R4), mientras que no aprovechó al máximo los hoyos largos. Su renta, cinco bajo par. Un bogey (R1, en el 13) y un doblebogey (R2, hoyo 2) fueron sus tropiezos inesperados, que no se pudieron equilibrar con el fantástico albatros del final.
No obstante, a pesar de sus distintas características ambos jugadores estuvieron a la par (igualados) en el front-nine (-2) y en el back-nine, (-8). Mejor en los 9 últimos.
Otra cuestión ha sido el hoyo 72 –a Louis se le desencajó la cara tras fallar su birdie; subió, bajó y movió bruscamente su gorra dos veces– y en Bubba el efecto contrario: aumentó su excitación, motivación y confianza.
La lotería del play-off aclaró las razonables dudas del sudáfricano y la explosión de un “bomber” que ganó su primer “salmón” a los 33 años.
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