De caperucita roja
a “Loco” feroz
Por Miguel Miró
Puede decir lo que quiera el presidente José
Urrutia y el propio Ernesto Valverde. La cosecha durante dos temporadas aflora
el día de Acción de Gracias. O el día de "Hallowin", como ustedes prefieran.
Una fiesta que llevaron los irlandeses a los
Estados Unidos. La recogida de la cosecha aflora después dar tantas vueltas y
tantos cambios en San Mamés.
Valverde se rompió los sesos cuatro meses
para buscarle un sistema al cuadro bilbaíno. Con más refuerzos (6) de los que
recibiría la campaña pasada el anterior entrenador (1 Aduriz).
Tantas y tantas vueltas y cambios para
volver al mismo esquema del “Piantao” Bielsa, con la música del maestro
Discépolo.
Puede, también, que Urrutia y Amorrortu
estén renegando “lo evidente”.
Tan evidente que al equipo le faltaban sólo
tres jugadores. Un lateral izquierdo con doble función. Un jugador de la
calidad de Javier Martínez y un delantero como Fernando Llorente. Las dos
estrellas que el club tiró a los leones de la afición… sabiendo que suponía un
plato exquisito para algunos desinformadores.
Pues bien, de la media docena de fichajes,
uno encaja: Miguel Rico, que puede ser zaguero, medio y goleador. Balenciaga es
flojito para cumplir su cometido… Y se equivocaron en la elección de un
delantero estilo Fernando Llorente.
Cualquiera con una pizca de inteligencia
hubiese elegido a Aguirreche, ese vizcaíno formado en Lezama que viste la
antigua camiseta del Athletic (azul y blanca) en la zona –“noble” pa´fastidiar–
llamada San Sebastián.
El cuadro bilbaíno se desmelenó ante
Barcelona. Un match de ida y vuelta (segundo tiempo) y ya se presentía un
enfrentamiento de Copa. El que “marcaba un gol se llevaba la victoria”. Así
fue. Un golito del ratón colorado o Bart Simpson, como le llaman algunos a
Muniaín.
¿CUESTA MUCHO DECIR: GANA ATHLETIC?
Parece que sí, cuesta bastante decir que el
equipo vasco ganó en buena lid. Aunque los dos equipos hicieron méritos para
conseguir el triunfo.
Entonces, ¿por qué la mayoría de los medios
se llenan la boca diciendo que “perdió Barcelona”?
Les guste a unos y les disguste a otros,
sobre gustos no hay nada escrito, pero seguro que estaba el ideario de Marcelo
Bielsa en el nuevo campo de San Mamés. Hasta nos imaginamos: se le vio hasta la
campanilla. Voceó el gol desgarrador de Muniaín como los antiguos “canillitas”
que vendían los periódicos en las calles de Buenos Aires.
El dibujo, idéntico; el juego idéntico… y
corrieron como nunca.
Los jugadores consiguieron sacarse la espina
de aquéllas dos finales. La Copa UEFA de la Liga y la Copa de España. Se venció
a Barcelona y es posible que le tengan “mucha ganas” a Atlético de Madrid a
finales de marzo del nuevo año.
La identidad de Marcelo Bielsa se mantiene
en Athletic de Bilbao. Sus reflexiones, también. Las “calles”, la anticipación,
la recuperación, la intensidad… hasta las ocasiones fallidas. Aunque faltaron
más jugadas elaboradas y prevaleció más el músculo que la técnica en el campo.
Sin embargo, el doble esfuerzo de Muniaín
tuvo su importancia. Ese loco bajito que suele entusiasmar porque dibuja sus
jugadas con la testa. Bloquear la subida de Montoya, ya que Balenciaga tenía
problemas en su zona y al unísono volver como una flecha por la calle izquierda.
BARCELONA Y ERROR ÁRBITRO
Barcelona tuvo una media hora espléndida en
el primer tiempo y controlaba el partido tras el descanso, inventando espacios
cuando no los tenía. Incluso llegando con jugadas al primer toque al área de
Iraizoz. Le faltó la puntada final, porque también disfrutó de ocasiones. El
ritmo del match, además, obligaba a correr. No dormirse.
Hasta que el árbitro, debutante en Primera
División, cometió un error de libro. Primero, porque Iturraspe era el último
hombre y segundo, porque la jugada de Neymar fue manifiesta de gol.
Aún así los jugadores azulgranas se
equivocaron también, aunque se tratara de una injusticia. Protestar al árbitro
–una vez tomada la decisión amarilla en lugar de roja– ha sido perder el
tiempo. La rabieta instantánea fue negativa. Cambiaran el chip en la lucha. No
mantuvieron la calma y adelantaron demasiado las líneas en busca del empate.
Dejaron demasiados espacios a sus espaldas.
Favoreció naturalmente a su rival: un contraataque
que acabó en gol.
Después Martino se cegó y cambió a Xavi
Hernández e Iniesta. No basta poner más delanteros, se necesita siempre una
elaboración previa para que el balón llegue al área. En caso contrario el gol
no llega nunca.
Martino eliminó a los “elaboradores de
juego”
Los problemas estaban en las bandas. No se
puede poner a Alexis pegado a la línea, cuando se caracterizó desde su llegada
al equipo por su gran rendimiento en “recuperar” balones. Montoya dejó
demasiados “agujeros” en la defensa. Había que sellar los “pasillos” o calles
laterales.
El problema de Barcelona no es su juego ni
tampoco las ausencias. No. Son las dichosas “rotaciones” que marean al plantel.
¿De qué valen las rotaciones si en la
primavera el equipo está eliminado de las tres competiciones?
El error de las rotaciones está
confeccionada por el preparador físico y aprobadas por el entrenador. Primero
toca ganar y clasificarse. Si se quieren hacer rotaciones, las mínimas y muy
bien meditadas (cuando el match está decidido) para no perjudicar el juego del
equipo.
LA IDENTIDAD NO SE PIERDE
Ernesto Valverde, durante su temporada en
Valencia, mantuvo el sistema de juego de su anterior entrenador. Y se dio
tiempo para ir ajustando sus ideas de acuerdo con las características de los
jugadores del plantel. Hizo un trabajo de hormiga, pero convenientemente en
cada uno de los encuentros de la temporada.
Tuvo algunos problemas –normal– pero el
cuadro valenciano consiguió el equilibrio. Equilibrio entre todas sus líneas.
Hasta el punto encontró la excelencia del juego. En el campeonato de Liga y en
Europa. Un desliz – más despiste que desliz – no le permitió continuar en la
Copa de Europa. Precisamente en Mestalla, su propio campo, ante Paris Saint
Germain.
Sin embargo, en París presentaron batalla e
hicieron mérito para ganar y clasificarse.
¿Por qué decimos esto?
Porque Valverde intentó encajar a los cinco
fichajes que hizo el club (Amorrortu y Urrutia) y el regreso de Balenciaga que
estaba cedido al Valladolid. Esta nueva tarea no sólo confundió a los jugadores
sino también enredó el anterior sistema de juego.
El entrenador se empeñó en ir encajando las
piezas nuevas y también dio una vuelta de tuerca para eliminar el trabajo de su
antecesor.
Los problemas se multiplicaron y para ganar
los partidos en Liga siempre recurrió al antiguo fútbol inglés. Quitar las
figuras, optar por el músculo y abusar del “centro a la olla”.
Un fútbol ramplón, aunque efectivo, para
remontar partidos.
Las victorias, en el Nuevo San Mamés y los
problemas volvían a presentarse en los encuentros a domicilio. Algo que provocó
la crítica de los periodistas y aficionados por inicio de temporada irregular.
Lógico, si tenemos en cuenta los cuatro meses perdidos.
RECUPERA EL ESQUEMA DE BIELSA
En el match ante el líder de la Liga
(Barcelona), el técnico optó por mantener la tensión de músculo y recuperó la
fórmula de Marcelo Bielsa, con solamente cuatro variantes: Balenciaga en la
banda izquierda de la línea defensiva, la presencia de Miguel Rico e Iturraspe
más adelantado (haciendo el trabajo que hacía De Marcos).
Un sistema de bloque en el que todos
defienden y todos atacan, con un orden preciso y coordenado.
Por fuera, abriendo el campo, (dos calles)
con dos jugadores que se complementan continuamente. Iraola-Susaeta, por el
pasillo derecho y Balenciaga-Muniaín, en el izquierdo.
En el centro (por dentro) dos zagueros,
Gurpegui y Laporte; dos volantes (ambos creativos y con doble función) Miguel
Rico y Herrera. Adelante, dos delanteros uno falso (Iturraspe) y Toquero.
El esquema (1-4-4-1-1) aparentemente
defensivo, se mueve como un acordeón en la parte ofensiva con sus distintos
planes de juego (1-4-2-4).
Rico e Iturraspe que trocaron sus
posiciones, tienen a la vez posibilidades de permutar y asociarse. Aunque
Herrera y Miguel Rico son los que elaboran
el juego del equipo, pero ambos suelen descolgarse por sorpresa desde atrás,
con la consigna de que Iturraspe se retrase.
Igualmente, en los planes de juego entra la
presión. Ante Barcelona, se buscó la presión arriba y en la zona central. Para
evitar la salida cómoda del adversario y obstaculizar la elaboración. Al mismo
tiempo poder recuperar pronto el esférico.
La llave de la victoria del equipo bilbaíno
estuvo en las dos calles (los pasillos). Por un lado, abrieron el terreno de
juego y por otro, fueron letales en la parte ofensiva del local.
La labor de Iraola-Susaeta, que descolocaba
a Busquets para cubrir a Adriano y en calle izquierda, Balenciaga-Muniaín, que
se aprovechaban del “agujero” que dejaba Montoya en tareas defensivas. El
azulgrana fue un auténtico coladero, ya que subía y le costaba recuperar su
posición en la línea de zagueros.
OTROS DETALLES IMPORTANTES
Valverde encontró, además, en Toquero lo que
intentaba que hiciera Oscar De Marcos en partidos anteriores. Un delantero
corre-caminos, presionando arriba la salida de Barcelona. Toquero, además, ha
sido un peligro también en el área, al superar varias veces a los defensas
azulgranas por el aire (cabecear)
El otro detalle importante fue el repliegue,
algo que solía fallar en la temporada pasada. En este ocasión se cumplió lo de
las líneas juntas (que no descompuestas)
a la hora de perder el balón.
Por último, el fútbol no es únicamente correr.
Los bilbaínos se vaciaron en el campo, es verdad, pero faltaron más jugadas
elaboradas y en algunos de los jugadores un poco más de imaginación.
La olvidada inspiración personal, que marcan
y dan lustre a jugadores como Laporte, Herrera, Miguel Rico, Muniaín y al
propio Susaeta… En cambio se pudo comprobar la evolución de Iturraspe, fuera de
su posición (jugador-escoba arropado por los zagueros) con un ritmo endiablado
y polifuncional.
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