La tradición de caddie
Por
Miguel Miró
El caddie, allá por los años cincuenta y
principios de los sesenta iba descalzo, bastante desarrapado y no decía ni
“mú”.
No se trataba de echarle la culpa a la
pobreza –que la había– ni tampoco que no tuviera zapatos para ponerse. En
absoluto. Su función consistía en adelantar la bola 10 o 20 metros.
No se sabía cómo, pero siempre la bola
estaba situada por delante de su contrincante o en un sitio privilegiado en el fairway.
El caddie utilizaba todo su ingenio, destreza… y picardía.
Poseía una habilidad endemoniada para coger
la bola con los dedos de los pies y trasladarla a cualquier parte del campo.
Además, ¡qué caray!...
¿Quién iba a dudar de un niño?
PROLIFERARON COMO MOSCAS
Los caddies en España empezaron a una edad demasiada
temprana. Proliferaron como moscas en los clubes. Llegaban de los alrededores a
los clubes de golf. De los pueblos o barrios cercanos situados en los suburbios
de la gran ciudad. Todos ellos de origen humilde. Se juntaban hermanos, primos,
amigos y vecinos.
Aquellos niños a los que se les prohibía
entrar y ni siquiera asomarse por la Casa Club –uso exclusivo de socios e
invitados– como tampoco jugar en el course. Pero se las ingeniaban para saltarse
las reglas. Al caer la tarde o por la noche practicaban en silencio.
Aprendieron muy pronto a “mamar” el deporte
más difícil del mundo.
La picardía fue el denominador común entre
los niños que trabajaban a destajo. Para ellos suponía tan sólo un juego. Su
sitio estaba en una especie de cobertizo, en el que se encontraba el cuarto de
palos.
“Algunos jugadores nos enseñaban a ser unos
golfos”, recuerdan algunos profesionales.
GANAR “POR NARICES”
De ahí que aprendieran numerosos trucos.
A veces desaparecía el SW del adversario y
aparecía al final de la partida. Se hacía cualquier argucia para desequilibrar
y el aficionado explotaba como una cafetera.
Lo mismo ocurría con la bola. Desaparecía
como por arte de magia. El caddie la pisaba, la enterraba para que el
adversario tuviera que jugar otra vez desde el tee de salida.
Estaba claro:
“Si no te ganabas el jornal de una manera,
te la ganabas de otra forma,” comenta un amigo.
Además, si no hacían lo que le pedían,
perdían automáticamente el cliente. Y había mucha competencia. Mucha oferta y
poco demanda. En aquellos tiempos los niños carecían de malicia, pensaban que
estaban cometiendo una simple travesura. No obstante, comprendían que no había
manera. La cuestión en cada match suponía ganar “por narices”.
CAMPEONATOS DE CADDIES
Los tiempos cambiaron. Los clubes también.
Hubo muchas entidades que se preocuparon los caddies, todo hay que decirlo. Le
inculcaron estudios y hasta contrataron
a maestros de primaria. Además, comenzaron los campeonatos de caddies en los
campos de golf.
Sin embargo, se siguieron manteniendo las
reglas o las distancias con los socios e invitados. Prohibido entrar en la Casa
Club.
Los niños crecen y como autodidactas que son
se hacen a sí mismos.
El genio y el ingenio del español hacen el
resto.
El caddie ya no fue el niño que ayudaba a
ganar con artimañas.
Sus conocimientos en el difícil manejo de
los hierros y las maderas les permitieron ir superando sucesivamente a los
jugadores amateurs.
Contratar a un caddie, igualmente, no
significaba hacer “trampillas” de niño, ni tampoco para llevar la bolsa de
palos. Se convirtieron en asesores importantes. No sólo por el consejo en la
elección del palo, sino por sus conocimientos del campo.
“Un campeón de boxeo que tiene un buen
“rincón” en el ring side puede aspirar al trono europeo o mundial”
Y los preparadores son expertos boxeadores y
proceden de los barrios bajos de las grandes ciudades.
“Un scratch (handicap O) amateur o un
profesional de elite debe tener un caddie profesional para seguir aspirando a
grandes títulos”
La mayoría de los caddies profesionales
también juegan al golf y, en muchos casos, son los que miden al dedillo las
dimensiones del campo y aconsejan los 14 palos de la bolsa.
SUPERAN LOS 5.000 CADDIES
Aquellos niños-caddies superaron los 5.000
en los clubes de golf en España. Después se pasaron al profesionalismo y
demostraron sus enormes cualidades en el Tour del Norte. Desde Galicia hasta
Vizcaya y traspasaron la frontera para
jugar en Francia.
Sin embargo, no todos obtuvieron el apoyo de
los clubes –siempre herméticos “bunkers”–
ni tampoco de ocasionales “mecenas” del deporte que apostaran por ellos.
Muchos, muchísimos abandonaron el golf para dedicarse a otra profesión u
oficio. La ilusión y el sacrificio se acababan en el momento de formar una
familia y pensar en el futuro.
Sólo quedó un ramillete de aquellos caddies.
Apenas el 20% y de ellos el 5% como jugadores activos. Todos ellos le han dado
lustre al nombre de España por el mundo entero.
La lista es grande, pero como muestra basta
un botón:
Gabriel González, Marcelino Morcillo,
Mariano Prudencio, los hermanos Ángel y Sebastián Miguel, Ramón Sota, Jaime
Benito, Nicasio Sagardía, Tomás López, José Gallardo, Manuel Cabrera, los
hermanos Germán y Antonio Garrido, José María Cañizares, Manuel Piñero, José
Rivero, Valentín Barrios, José Dávila, Francisco Abreu, José Rodríguez,
Victoriano García, Jaime Roqueñi, Andrés Jiménez, José A Cabo, Manuel Calero,
Manuel Montes, José Luis Mangas, Mariano Aparicio, los hermanos Francisco y
Ramón Rozadilla, Emilio Perera, Manuel Ballesteros, Juan Hernández, Pedro
Contreras, Jesús Simarro Juan Anglada, Enrique Rodríguez, Juan Quirós, Miguel A
Martín, José M Carriles, Santiago Luna, Carlos Rodiles, Miguel Ángel Jiménez,
Severiano Ballesteros…etcétera
Todos ellos y muchos más que llegaron a
profesionales autodidactas procedente de los caddies.
El 15% restante se dedicó a la enseñanza y son la mayor riqueza del golf español. Su amor
por el golf hizo que trasmitieran sus experiencias y talento para que siguiera
la senda de triunfos en el terreno amateur. Son los culpables –aunque muchos lo
nieguen– que se mantuviera y se mantenga la llama del golf en España.
Culpables, sí, por la catarata de campeones
y de que sigan saliendo buenos y grandes jugadores en nuestro país.
UNA TRADICIÓN CENTENARIA
La llegada de los buggies eléctricos o de
gasoil y las “bolsas que viajan solas, con un simple control remoto” hicieron
que disminuyera el número de caddies en los clubes.
Dicen –y dicen mal– que los caddies
desaparecieron en España. Una cuestión de moda. Una moda en tiempos de vacas
gordas. Los buggies no están muy solicitados actualmente en tiempo de crisis. Los
caddies nunca desaparecieron.
¿Por qué?
Muy sencillo: siguen siendo una tradición en
el golf.
Y en el golf sigue vigente su espíritu
deportivo, su primera regla de etiqueta y sus tradiciones se han mantenido
desde el S. XV.
Es verdad que disminuyeron en España, pero
no en otros países del mundo. Es verdad también que ya no se llenan los clubes
de niños como moscas. No obstante, muchas sociedades deportivas de prestigio,
con sus espectaculares courses en nuestro país continuaron con dicha tradición.
Igualmente, no cuentan en sus instalaciones a cientos de chavales, pero sí
decenas de caddies.
La mayoría de los caddies pasaron a ser
Caddie-Master y los nuevos caddies son
jugadores semi-profesionales que sueñan y aspiran jugar en los grandes
circuitos internacionales.
No debemos olvidar que en España existen 412
campos y de ellos 43 son campos públicos. Muchos de ellos tienen profesores. Y
la mayoría de los que enseñan a jugar al golf son ex profesionales y por ende
ex caddies o hijos o sobrinos de ex caddies.
Ellos son, en cierta forma, una familia. Una
fábrica de hacer campeones.
Por lo tanto, la cadena sigue… no han
desaparecido.
Además, con la crisis, los buggies resultan
“caros” para los jugadores de golf. Aunque el boom se mantiene en los carritos
eléctricos, los amateurs que compiten en alta competición –aunque lleven las
bolsas al hombro, por las normas– siempre tienen a un asesor o profesor que
procede de la “gran familia” de los caddies de antaño.
LA CADENA CONTINÚA
Tampoco es una verdad absoluta decir –como
apuntan algunos– que los nuevos valores
o campeones surgen del campo amateur.
Los apellidos de algunos profesionales de las
últimas décadas delatan su procedencia:
Sergio García Fernández (hijo de Victoriano
García, Club de Campo Mediterráneo); Alejandro Cañizares (hijo de José María
Cañizares, Puerta de Hierro); Gabriel Cañizares (hijo de José María Cañizares,
Puerta de Hierro); Ignacio Garrido (hijo de Antonio Garrido, Somosaguas); Jesús
María Urrutia (hijo del profesional y maestro Jesús Arruti)
La historia se mantiene “viva”.
Desde la época de los caddies-pioneros del Polo
Golf Club de Madrid (hoy, Puerta de Hierro) se mantiene la tradición.
Emilio Gayarda, “el hojalata”
Mariano Prudencio, “el chato”
Gabriel González, “el caraguardia”
Ángel de la Torre, “el angelillo”
Joaquín Bernardino, “el Dino”***
Un clan de ex caddies que se habían pasado
al profesionalismo. Ellos fueron los que guiaron a seis o más generaciones.
Para que, años más tarde, salieran los auténticos campeones que dieron éxito y
gloria al golf español.
Unas figuras que siguen perennes en el
recuerdo de los actuales profesionales hispanos que mantuvieron y mantienen a
pesar de los años, sus rasgos y también sus pintorescos “motes”… como un
vínculo familiar indisoluble. Las enseñanzas fueron traspasándose de padres a
hijos, nietos… sobrinos y primos.
*** (Precisamente, Joaquín Bernardino uno de
los pioneros ha sido quien diseñó y construyó el campo de golf de Manises (Valencia)
a mediados de los años cincuenta. Una sección deportiva del Aeroclub en los
terrenos de la Base Aérea de Manises. Se constituyó como club en 1960).
ESCUELA
DE CADDIES
Este mismo año 2013 nació en Sitges, un
lugar incomparable y a sólo 40 kilómetros de Barcelona, la Escuela de Caddies
en el Club de Golf Terramar. Una idea que se pone “al día” en una profesión
digna y tradicional en el deporte del golf. Así lo decimos y así lo creemos.
Los caddies –por más que se insista– nunca han
desparecido en España. Tampoco los autodidactas en el difícil juego del golf.
La pretensión del CG Terramar tiene dos
vertientes pero el fin supone la profesionalidad de los caddies. Una vertiente
para nutrir a los clubes que les soliciten (todos sabemos que la afluencia de
turistas en nuestro país así lo demanda) y también para integrar los caddies en
el campo profesional que dominan desde hace muchos años los británicos.
Aunque no se trate de una competencia en sí,
ya era hora que los profesionales
españoles tengan igualmente, caddies españoles. De la misma forma que otros
jugadores profesionales de distintos países, confíen en la capacidad y
profesionalidad de los caddies españoles. De eso se trata.
Según nuestras noticias, la escuela de
formación parte desde juveniles, instruidos y dirigidos con caddies de mucha
experiencia en el European PGA Tour, una labor encargada a José María Sans. Se
habla de los juniors, pero también pueden tener cabida los alevines y cadetes.
El principal responsable de la Escuela es,
precisamente, el director deportivo del CG Terramar de Sitges, Tomás González.
En el nuevo curso no sólo estará la misión del caddie en el campo de golf, sino
también el conocimiento de las reglas y las señales en el campo. Fundamental en
un campeonato del circuito profesional.
La tradicional alfonbra de flores que termina en la Plaza de España de Sitges |