España: fiel a su
estilo, su identidad y control del balón
La
paciencia, a veces, termina por irritar. Sobre todo para todos aquellos que son
impacientes. Lo quieren todo para ayer. Y se vuelven histéricos ante los llamados
“parasimpáticos”. Las prisas, a veces, no son buenas.
La
paciencia bien interpretada, dicen, es un árbol amargo que produce unos frutos
muy dulces.
En
los deportes pasa lo mismo. Se suele llamar “la paciencia del campeón” en todas
las especialidades individuales. Y resulta imprescindible en los equipos de
alta competición, incluido el fútbol. La palabra lo dice todo: foot-ball association. Un deporte
asociado e unido.
Miguel
Miró
Se
puede especular en la fase de grupos. Más antes que ahora, en que la victoria sumaba
2 puntos y el empate 1. Hay que hacer números, de cualquier manera. Sin
embargo, en las eliminatorias (a un partido, todas son finales) se cuenta con un tiempo limitado. Dos tiempos
de 45 minutos.
Hay
que negociar los minutos, los segundos y el tiempo basura del descuento. Todo se
debe negociar antes y durante el match.
La
paciencia para atacar, para esperar un fallo del rival, para dosificar
energías, para defender... Los minutos pueden ponerse a favor o en contra.
La
paciencia del “jugador libre” y sangre
fría del goleador. Nos da igual el número que tenga, sea 21, 10 o 14…o 49, la
cuestión es el gol.
El
partido entre España y Francia ha sido muy interesante. Con fases de fútbol de
alto nivel y también momentos de incertidumbre. Interesante por la intensidad e
igualmente en lo que respecta a lo técnico-táctico y físico.
¿POR QUÉ GANA ESPAÑA?
España
mantiene su identidad, sigue fiel a su estilo y demuestra, una vez más, su
confianza absoluta a su sistema de juego. Vicente del Bosque hace pocos cambios
en el equipo inicial (fiel también a montar un sistema de acuerdo a las
características de sus jugadores). Ante Francia, recupera a Francisco Fábregas
y sienta a Fernando Torres.
El
dibujo no difiere de un 1-4-2-3-1 que se transforma en 1-4-3-3 en el ataque.
Una línea de cuatro zagueros (Arbeloa, Piqué, Ramos, Alba), dos stoppers
(Busquets-Alonso), tres volantes creativos (Silva, Xavi, Iniesta) y un teórico
delantero, Fábregas en calidad de jugador “libre”.
Nada
más salir consigue una ventaja: Laurent Blanc tiene que cambiar el dibujo de su
equipo, porque a priori piensa que Fernando Torres iba a ser el titular. Y en
lugar de “esperar” en la cueva se ve obligado a adelantar sus líneas al centro
del campo, bien juntas para tapar los espacios.
Ante
dicha disyuntiva, la selección española se hace con el control del balón, y el
rival apenas lo huele. Triangulaciones al primer toque en velocidad y buscando
las espaldas de los zagueros. Música celestial. España se convierte en una
orquesta sinfónica. Crea ocasiones de gol y domina la situación de una manera
espectacular.
Ya,
en los primeros minutos deja clara sus intenciones. Alonso avisa desde larga
distancia. Y precisamente, llega el primer gol del partido. Una jugada de
Iniesta-Alba, por la izquierda, y la remata el stopper libre de marcaje. Un
cabezazo de Alonso, con bote incluido, al segundo palo de Lloris.
BAJA EL RITMO
La
música, pese al intenso calor (32 grados), suena bien. Muy bien. La intensidad
del juego de España aumenta (como el volumen). La defensa, escalonada. Suben
los laterales, y Xavi se encuentra cómodo. Más retrasado, con las espaldas
cubiertas por Busquets. Alonso, más adelantado, cubre los huecos que dejan sus
compañeros y sube contadas veces. Vuelve a probar, otra vez, pero esta vez
desde la derecha. Silva se asocia con Fábregas, mientras que Iniesta, con menos
activo que otras veces, acompaña sobre la izquierda. Se producen combinaciones
interesantes, relevos y gran control de balón.
Sin
embargo, el ritmo vertiginoso de la primera media hora se rebaja. La pausa
sirve para una reagrupación de los jugadores en labores defensivas. No se trata
de un descanso, sino de dosificar energías. En los últimos minutos, también se
aprecia la seguridad y regularidad del sistema defensivo español, como la
eficacia de Casillas en momentos puntuales.
El
primer tiempo tiene un claro dominio español, con la ventaja de un gol. Si bien
no acertaron en la última puntada Fábregas e Iniesta para aumentar el tanteador, la selección ofreció todo un
concierto de fútbol. Calidad, buen juego y superioridad en todas y cada una de
las acciones.
SE MUEVEN FICHAS
En
los primeros compases de la segunda mitad el juego, se ven las intenciones del
equipo galo, aunque sin gran convicción. La defensa de cinco y la subida de los
laterales por las bandas. Después, con los cambios, por el despliegue del rival
y la presión, en la zona del área (salida de balón en la portería) sorprende a
España, pero pronto se reagrupa el equipo.
¿Qué
hace Del Bosque?
Saca
a Pedro para aprovechar los boquetes que dejaban los laterales, especialmente
por el lado de Clichy. A renglón seguido “rompe” la línea de cuatro zagueros
con la entrada de Torres. Y ante la presión de Francia por conseguir el empate
(cuatro delanteros), Xavi empieza a montar contragolpes a diestra y siniestra,
al comprobar la zona poco poblada del centro del campo y darle oxígeno a la
cobertura.
La
salida de Cazorla tiene una doble vertiente, colocarle en la derecha para poder
apoyar a Arbeloa, que tenía problema ante los regates de Ribèry y subir por
banda derecha en los contraataques.
Sin
embargo, Pedro es quien rompe todos los esquemas del rival por su velocidad. Y
él sería quién se inventa dos ocasiones de gol. Pase al compañero y la entrada
en el área, que es derribado por Revelliere. Un penalty ejecutado por Alonso
–engaña a LLoris con un movimiento del cuerpo, se perfila para un lado y le
pega al otro– para poner el 2-0 en el marcador, al borde de la hora
reglamentaria.
¿POR QUÉ PIERDE FRANCIA?
Laurent
Blanc dijo, después de ver el Croacia-España: “Los croatas nos enseñaron el camino. Demostraron lo que hay que hacer
contra España. Cada vez que se abría una posibilidad, atacaban e iban a por
ellos”. Jugar a la defensiva y tapar todos los espacios a la selección
española para mantener el 0-0 y jugar con el crono en la segunda mitad.
El
técnico galo no lo dijo en broma. Lo demuestra en el campo, durante el primer
período. Empieza con un clásico cerrojo de 1-4-1-4-1, que por las circunstancias
se convierte en 1-4-5-1-. La pretensión: cerrar todos los caminos a España. La
línea de zagueros está formada por Revelliere, Rami, Koscielny y Clichy. Un
stopper por delante (M´Vila), otra barrera de cuatro en la zona central:
Debouchy, Cabaye, Malouda, Ribèry y un solo delantero, Benzema.
Introduce
demasiadas variantes (cinco jugadores -casi 50%) y se prodiga en ponerle “candados”
a las bandas sacrificando al lateral ofensivo y al delantero estrella. La banda
derecha, un tapón doble, Revelliere –jugador veterano– y Debouchy, mientras que
en la izquierda ocurre algo parecido: Clichy-Ribèry.
Y
para más inri, Benzema se perfila a la banda derecha. Una situación incómoda y
estática que apenas le permite desarrollar su juego sin balón.
El
plan aparentemente es el mismo de Croacia. Aguantar el 0-0 en el primer tiempo
y buscar la victoria en la continuación. Sin embargo, el seleccionador galo se
le olvida un pequeño y gran detalle: Francia
no es Croacia.
Además,
el equipo no está acostumbrado a una
defensa a ultranza. La selección “bleu” dejó entrever en la fase de grupos que
le gusta tener el balón y técnicamente cuenta con jugadores de notable calidad.
FRACASA LA REVOLUCIÓN
La
revolución tenía que fracasar por sí sola. Por la lentitud de Malouda, el
trabajo defensivo de Ribéry, la descolocación de Benzema, la doble tarea de
Cabaye… y las ausencias más que notables de Nasri (organizador, Manchester
City), Ben Arfa (volante ofensivo y goleador del Newcastle), Diarra (Olympique
Marsella, titular en la fase de grupos), Evra (Manchester United), Giraud
(goleador del Montpellier) en el banquillo.
Para
colmo “el candado” de la derecha salta en mil pedazos. El despiste de
Revelliere que le pilla adelantado, la falta de cintura de Rami ante el quiebro
de Iniesta que cede en profundidad para Jorge Alba. El lateral le gana en la
carrera a Debouchy, centra a media altura y se produce el primer gol de de
España. Alonso, de cabeza, es el autor. Y…no se habían cumplido los 20 minutos
de partido.
La
lata se abre por donde más le duele a los franceses. Por la banda derecha que
tanto había hecho hincapié Laurent Blanc.
En
las gradas, el calor y la humedad es asfixiante, y el campo se riega antes del
match, pero no está como una mesa de billar. Está duro. Además, el desgaste
físico de los dos equipos había sido intenso, pero el balón en todo momento, lo
tiene España. El único disparo galo a los tres palos es a balón parado. Cabaye,
con rosca, prueba fortuna. El balón iba a la cruceta de la derecha de Casillas,
que despeja a córner. Poco o muy poco se prodiga Francia en el ataque, pero la
recuperación corresponde a su rival.
REACCIÓN TARDÍA
Siguiendo
el guión del equipo croata, el técnico galo cambia su sistema de juego tras el
descanso. Opta por una defensa “de cinco” que se desdoblan en el adelantamiento.
Francia la ofensiva tras situar tres delanteros en territorio del adversario.
La consecuencia de este estiramiento –como una goma que se alarga y se contrae–
le da una dinámica distinta al encuentro, aunque el dominio continuara siendo
español.
Es
engañosa la defensa en línea y muy poblada, de acuerdo con el movimiento de los
laterales (Clichy y Debouchy están muy activos en las bandas), pero no
empezaría a funcionar a todo rendimiento hasta que se producen los cambios.
Cuando
se cumple la hora del partido (como la selección croata). La entrada de
Nasri-Menez y la incorporación de Giraud.
Automáticamente
aumenta la presión y aunque se “rompe” el equipo en dos, con la subida de
cuatro delanteros, fueron momentos de cierto agobio en la cobertura española,
que demuestra su firmeza.
Es,
precisamente en esos 15 o 20 minutos, en el que Francia se hace dueño del balón
y del partido. Hace mayores combinaciones. Lo recupera con facilidad, por la
presión de su última línea. Y aunque deja desierta la zona central son los
momentos de gloria de la selección gala. Además, tiene la ocasión más clara del
partido en la combinación Ribéry-Cabaye. La llegada de Cabaye como un obús y su
sorprendente cabezazo a dos metros de distancia de la portería, que se va
afuera de milagro.
¿Pudo
empatar? Desde luego que sí. Pero lo que no comprendemos al seleccionador galo.
¿Por qué no hizo los cambios en el descanso? ¿Por qué no puso a los mejores
jugadores en el equipo? ¿Si tenía ya preparada la solución, por qué no arriesgó
antes?
Por
último, dos razonamientos. Nasri, Menez y Giraud no podían rendir a pleno
rendimiento en los escasos minutos que jugaron. El problema de Laurent Blanc,
pensamos, está en sus decisiones. Se preocupó más de lo que podía hacer el
rival (en este caso España) en lugar de pensar en su propio equipo.
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