La selección uruguaya, por cuestiones de calendario, intentó desde el primer partido revivir los éxitos conseguidos en la Copa del Mundo FIFA 2010. No obstante, le costó “arrancar” debido a la baja forma de algunos jugadores –Cavani, Pérez, Lodeiro…– que participan en Ligas extranjeras. Algo que se nos ocurre lógico. Sin embargo, muchos pensaron lo contrario y le llamaron “especulación”. Una moneda corriente por el formato del campeonato.
No obstante la situación obligó a hacer variaciones sobre el sistema (1-4-3-1-2). Oscar Tabárez encargó una doble función a Diego Forlán: Distribuidor y delantero, olvidándose de ser el “enganche” del tandem Suárez-Cavani como en Sudáfrica.
Miguel Miró
En los dos partidos iniciales la selección acusó el desgaste de la temporada entre los que juegan en el extranjero. Despistes y muchas pérdidas de balón. No hablamos de orden y disciplina, porque la hubo. Las circunstancias son las circunstancias.
El equipo fue creciendo hasta la primera victoria frente a México. Duplicó el esfuerzo y reaños en su choque contra la selección local, Argentina. En los dos últimos matches demostró con autoridad y orgullo su fútbol, pundonor y su gran profesionalidad.
Es más, de no haber pedido el cambio de árbitro ante Ghana, la selección celeste hubiera llegado más lejos en Sudáfrica. Por eso les quedó un sabor agridulce a los jugadores. Se le quedó pequeño su cuarto lugar.
LA LLAVE
Cinco son los factores más importantes de la selección de Uruguay que conquistó un nuevo laurel a su brillante historial. La 15ª Copa América de Naciones.
a) Disciplina táctica y colectiva.
b) Comunión y apoyo en todo el grupo.
c) Todos se ponen el traje de faena: no hay estrellas.
d) La polivalencia en distintos sectores del campo.
e) Y pese el cansancio físico y mental, se entregaron como verdaderos profesionales.
No se trata de un “verso” fácil ni de virtudes artificiales. Es la auténtica y pura verdad. La disciplina táctica y colectiva, ante las adversidades que se presentaron, no hay mucho que hablar. Se demostró en el campo de juego. Incluso, si se nos permiten, arroparon a los “cachorros” (Sebastián Coates y Abel Hernández). Fueron corrigiendo errores sobre la marcha y dejaron claro que no son un grupo de amigos, pero sí de profesionales.
La comunión del grupo, dentro y fuera del campo, fue ejemplar. Las salidas, los cruces y los apoyos son importantísimos en un juego colectivo. De equipo-equipo. Y nadie rechistó en las sustituciones, ni acosaron al árbitro como la selección argentina. Ni siquiera en los dos penalties que no pitaron y aunque fue bien anulado un gol en off side, ni resoplaron.
Su lema no es el “yoísmo” –algo muy común por la vanidad del ser humano– sino el “nosotros”. Un término más usado entre los uruguayos. Tanto en Sudáfrica como en Argentina. No hay estrellas ni enchufados. Se mira más en lo que representan, y el peso de la historia que “soportan” y recuerdan con sumo orgullo.
Lo de la polivalencia y la responsabilidad sigue siendo clave en la Selección Celeste. Álvaro Pereira puede jugar de lateral o volante; Cavani, delantero o volante; Forlán, Suárez, Victorino, etcétera. Se variaron los planes por las circunstancias y la disciplina no se rompió. La polivalencia no deja de ser una virtud, ante los cambios tácticos en el campo. Y la profesionalidad se demuestra igualmente con la responsabilidad.
PROBLEMAS Y SOLUCIONES
Del sistema de éxito en el Mundial (1-4-3-1-2), Oscar W. Tabárez optó en la Copa América de Naciones por el 1-4-4-1-1. Comprobó que Cavani estaba bajo de forma y que no tenía explosión en la salida. Lo mismo le ocurrió con otros jugadores. Por eso buscó y encontró soluciones. Esto se le llama aprovechar al máximo el potencial humano y técnico de cada uno de los integrantes del plantel celeste.
Su ambición y confianza tiene su secreto: a muchos de ellos les conoce de la Sub 17, Sub 19 o Sub 20. La “cadena” que organizó él, desde que se hizo cargo de la selección en 2006. ¡Y quiere ahora una sub 15 para ayer! Tal vez por este motivo arriesgó con Coates en la defensa. En los partidos más importantes (México, Argentina, Perú y Paraguay). Es verdad que Victorino se lesionó en los cuartos de final, pero había otros que podrían haber ocupado ese puesto.
No se trata de improvisación. Se llama ojo clínico. Tabárez no improvisa nunca en los planteamientos tácticos. Aunque sabe que el fútbol es un juego. Además tiene la virtud de haber formado una gran familia en el equipo y con su experiencia, enriquecer el fútbol de la selección.
Pero vayamos a la fórmula mágica.
Todos los integrantes del plantel tienen bien claro los movimientos en el campo.
Se puede comprobar el atornillamiento de los tres centrales en las barbas del área, en el momento de la cobertura. Lugano, Victorino y Cáceres. Al mismo tiempo está claro quién da el paso adelante en la salida (el capitán) y la sincronización en los relevos entre los zagueros. Asimismo se marca al milímetro la línea del fuera de juego. Tiene, eso sí, más libertad de subida al cuarto zaguero (M Pereira) y menos para Cáceres, ya que hace un recorrido corto.
Los cuatro forman el final de la “cerradura” o embudo que forman dos volantes interiores (Pérez y Arévalo) y dos volantes exteriores (A González y A Pereira). Se utiliza el repliegue intensivo a los 30 metros, la basculación se hace con apoyos y presión 2X1 dependiendo del rival. También defienden Forlán y Suárez en la zona central para presionar la salida del rival.
Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que sistema es fútbol-total pero sin “espantada de pájaros” (Holanda, 1974). Uruguay defiende con ocho, es verdad, pero también ataca con cuatro. Los cuatro llevan “guardaespaldas”, y apoyos. Bien de los dos pistones de dentro y por las bandas. Y tiene períodos de pausa, para dosificar su esfuerzo.
SISTEMA OFENSIVO
Tampoco hace adelantamientos precipitados. Prefiere guardar sus espaldas y los realiza escalonados. Excepto en la final de la Copa. Allí sí presionó arriba e igualmente en todo el campo. Había que ahogar a Paraguay en su campo y cortar toda salida en velocidad a su rival (primeros 20 minutos de cada tiempo).
La selección celeste sabe explotar los espacios, y trata siempre de jugar por fuera (bandas) teniendo en cuenta que, la mayoría de las veces, no tiene problemas para practicar el juego aéreo. Por eso alterna los pases cortos y largos, además del balón a ras del suelo y despeje en largo. Todos estos recursos suelen desconcertar al contrincante.
Sin olvidar la estratagema que usó Uruguay a balón parado frente a Argentina.
La consistencia, el orden en la retaguardia y los apoyos son los que permiten una mayor libertad a los volantes ofensivos y delanteros, que esperan la ocasión y actúan, casi siempre, como verdaderos cazadores furtivos. La habilidad de Forlán y Suárez marcan la pauta. Son los que encuentran los espacios y el camino del gol. Sin embargo, nunca anuncian sus intenciones. Sus intermitentes oleadas –a las que se adelantan los volantes– son las que provocan la sorpresa y el peligro de este equipo.
Al no ser un team explosivo no hay que fiarse. Pueden descolgarse jugadores desde atrás. El sentido posicional nunca lo pierde. Tiene confianza en sus propios recursos. Al estar equilibrado en todas sus líneas no descubre sus cartas. Parece lento porque posee técnica, pero el balón circula más que el hombre.
DOS APUNTES MÁS
La magia, aplomo y seguridad del avión “amarillo”. El sol que deslumbró en Uruguay repartiendo vitamina D y C. Apuntes de Muslera hay muchos. Sin embargo, la volea de Valdez con un efecto diabólico de arriba – abajo, sobrepasa la imaginación de un guardameta. Con la punta del guante despejó el balón, tras golpear en el travesaño. Sublime y espectacular.
Y no podemos olvidar tampoco del “ta-te-ti”. Un gol en tres acordes. Tres carreras y un premio. Cavani, Suárez y Forlán en el último suspiro del partido final. Los tres explotaron a la carrera. Al unísono. Si bueno es el pase de Cavani, la reacción de Suárez con la cabeza… y la definición de número 10 son también la esencia del espectáculo.
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